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Por Publicado el: 01/10/2011Categorías: Crítica

Elektra en el Real: Una señora orquesta

una señora orquesta
“Elektra” de Strauss. J.Henschel, C.Goerke, M.Uhl, C.Merritt, S.Youn.etc. Orquesta y Coro titulares del Teatro Real. K.M.Grüber, dirección de escena. S.Bychkov, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 30 de septiembre.
Se inicia en el Real la primera temporada diseñada íntegramente por Gerard Mortier con un título muy conocido del público del teatro, no en balde es la tercera producción que del mismo se presenta en sus apenas catorce años de nueva vida. Se ofreció en 1998 con Eva Marton en el papel principal, Henning Brockhaus como responsable escénico y García Navarro en el foso. En Youtube se puede ver, justo es recordarlo, a Marton opinando que el Real era ya entonces «el teatro mejor organizado de Europa». Cuatro años después volvió «Elektra» de la mano de Barenboim con un espectacular reparto conformado por Elisabeth Connell, Anja Silja, Sylvie Valayre y Reiner Goldberg con sabia puesta en escena de Dieter Dorn. En esta ocasión tampoco se trata de una producción propia del Real, sino que proviene del San Carlo de Nápoles, donde se estrenó en 2003 y cuenta con escenografía del artista alemán Anselm Keifer y dirección escénica original de Klaus Michael Grüber, quien falleció en 2008. ¿Por qué Mortier ha elegido esta obra y producción para empezar su andadura madrileña? Sin duda porque sabía que funcionaba. Sus tres títulos de inicio –también «Pelleas» y «Lady Macbeth von Mtsensk»– suponen su tarjeta de visita, aunque los tres hayan ya pasado por la sala con excelentes producciones que naturalmente ambiciona superar. Quizá el factor más importante para el éxito de una «Elektra» sea el rendimiento de la orquesta. La Sinfónica de Madrid alcanza un nivel sobresaliente bajo las órdenes de la batuta de Semyon Bychkov, cuyo temperamento exuberante encaja muy bien con las características sinfónicas de una partitura llena de intensidad dramática en la que conviven momentos tan sublimes como el reconocimiento de los dos hermanos con otros sorprendentes como el motivo musical que acompaña a Egisto. Concepto muy potente, salvaje, lleno de vigor, pero que sabe mantenerse siempre dentro del orden y rigor aunque por momentos parezca que, en su frenesí, va a desbordarse. Bien diferente fue la más interiorizada lectura de Barenboim años atrás. Los 110 músicos y su director son los protagonistas de la función y para ellos la primera y mayor felicitación. ¡Que se mantenga el nivel! La producción escénica entra dentro de los cánones clásicos, con la carencia de color y la arquitectura como elementos definitorios, cerrando el espacio de los protagonistas como impidiéndoles el futuro. Habrá quien pueda encontrar en ello paralelismos entre la Micenas de entonces y la cercada Grecia actual y habrá para quien sólo sea un modo de reducir la base útil del gran escenario del Real. Gustos y opiniones hay afortunadamente para todo. Posiblemente Grüber, de haber vivido y asistido, hubiera evitado algunos errores de parvulillos en esta reposición, que lleva con mano discreta Hellen Hammer. Estamos ante una buena presentación, que obtuvo en 2003 el premio Abbiati al mejor espectáculo del año y que saca jugo al extraordinario libreto de Hugo von Hofmannsthal, para inscribirse en la más de una docena de producciones relevantes del título.

Debuta en el Real en el papel protagonista la joven Christine Goerke, una Elektra histérica, demente, obsesionada por vengar la muerte de Agamenón, pero también con un punto de humanidad que la aleja de las gélidas versiones de quienes en la historia contaron con medios vocales más poderosos y seguros en el registro alto. Jane Henschel muestra su experiencia en Clitemnestra, un papel habitual de las artistas veteranas. Manuela Uhl compone una fragil pero firme Crisotemis, Samuel Youn un sólido Orestes y Chris Merritt da el requerido toque ligero a Egisto. La temporada empieza a excelente nivel y entre el entusiasmo del público, pero no puede evitarse una reflexión final: ¿qué teatro de primera división inaugura temporada con una producción alquilada de casi diez años de antigüedad? Hubiera quedado redonda en mitad de temporada. Gonzalo Alonso

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