Emilio Sagi: “La zarzuela no es la gran desconocida, sino la gran incomprendida”
El director de escena estrena el 5 de mayo en el Teatro de la Zarzuela la ópera de cámara escrita y compuesta por el maestro Manuel Penella, un embrollo a la manera de Rossini lleno de humor y del que se podrán ver 14 funciones
Las conversaciones con Emilio Sagi (Oviedo, 1948) empiezan con una letra, la “Z”. La “Z” de zarzuela, en minúscula y en mayúscula. Cada vez que regresa al coliseo de la madrileña Jovellanos lo hace a su casa, donde dice que se siente tranquilo y donde tanto ha vivido y querido. Y lo que le queda. Dirigió el teatro entre 1990 y 1999 y este mes de mayo pondrá en escena “Don Gil de Alcalá”, el mismo montaje que se vio en el Campoamor de Oviedo en 2017 y que tan buenas críticas recibió. El maestro Penella ejerce en esta obra una suerte de Juan Palomo, pues es autor de la música y del libreto de una ópera de cámara (no se habla una sola palabra, se apresura a advertir el regista) muy divertida y con una música que “es una preciosidad”, define Sagi, y que resulta “tan emotiva que te emocionas. Es una obra muy inspirada. La historia puede resultar, si se quiere, un poco cursilona, pero el maestro Penella sabía hacer muy bien hasta la letra. Estamos ante una historia romántica que acaba por convertirse en un embrollo a la manera de Rossini, pues cuando parece que la obra ya no puede dar más de sí se convierte en una humorada”, cuenta.
Repartos “de disco”
Presume de los dos repartos, “que son de disco”, con unas voces “de lo mejor” y un “trabajazo que crece cada día; yo me siento muy satisfecho”, confiesa. Penella es un viejo conocido de don Emilio. Si a Arrieta le solapó un tanto injustamente su bella “Marina”, algo similar le ocurrió a quien nos ocupa con “El gato montés”, una zarzuela que está en la historia de la música y que el director de escena llevó, por ejemplo, a la Expo de Sevilla en 1992, con Plácido Domingo en el papel principal. Y que se vio en Los Ángeles, Washington y Tokio y que tendrá inspiradas versiones escénicas firmadas por José Carlos Plaza o Raúl Vázquez. Penella dijo siempre que “”Don Gil de Alcalá” era la que consideraba su mejor obra. Y yo estoy de acuerdo, totalmente. Se trata de una ópera de cámara tan preciosa que yo diría que hasta es un pequeño Mozart con una enorme dificultad, por ejemplo, en los papeles de Don Gil y Niña Estrella”, apostilla. La obra de Penella se estrenó en 1932 en el Teatro Novedades de Barcelona.
¿Qué distingue esta obra en la producción penelliana? Sagi lo tiene claro: “No exige una producción grande, de envergadura, ni, por tanto, cantidad de decorados o un coro enorme. Es una obra discreta que no exige cargar las tintas ni exagerar en la escena, porque todo está perfectamente marcado y posee una discreción muy preciosista. Y la música, que es bellísima, con una orquesta de cámara que suena maravillosamente”. ¿Y hay elementos concretos que distingan al Sagi director de escena, que se repitan, que lleve en su ADN? Él no es consciente de que existan esos elementos “made by Sagi”: “Si yo los repito, te aseguro que no me doy cuenta. Todos nos copiamos a nosotros mismos. Y yo plasmo lo que se me ocurre en el momento, al llegar al escenario, aunque tenga ya un plan preestablecido. Una escenografía de una zarzuela no se parece a la de una ópera porque dos obras no son nunca iguales. Así, este Don Gil nada tiene que ver con la que construí para “Il pirata” de Bellini en el Real, por ejemplo. Cada pieza te pide una cosa diferente” y no podemos dejar de recordar con añoranza su montaje para “Le nozze di Fígaro”, fantástico, y tan distinto al que ahora mismo se puede ver precisamente en el Real.
El cartel de “cutre”
Cada escena que ha trabajado ha sido, en ese momento, primordial para él “porque me he entregado totalmente a lo que estaba haciendo en ese momento. Ahora, todo mi tiempo lo ocupa este Don Gil” para el que cuenta con dos repartos fantásticosque conforman Celso Albelo, José Luis Sola, Sabina Puértolas, Irene Palazón, Carlos Cosías, Facundo Muñoz, Carol García, Lidia Vinyes-Curtis, Manel Esteve, Eleomar Cuello, Pablo López, Simón Orfila, María José Suárez, David Sánchez, Ricardo Muñiz y Miguel Sola.
Cuando le preguntamos si el género de la zarzuela es un gran desconocido, corrige el adjetivo por uno que le va como anillo al dedo: “Es la gran incomprendida. Se piensa que es una cutrez, y no es así. Como en todo, hay excelentes obras, regulares, malas y execrables, pero en la ópera sucede lo mismo, que no todo es bueno, porque no puede serlo. Los años de la Dictadura la asociaron injustamente con un elemento de propaganda, que algo sí fue, pero sus valores no tienen nada que ver con aquel periodo. Musicalmente, es un género estupendo y riquísimo que tiene una muy importante proyección internacional, por no hablar de lo que supone en los países de habla hispana, donde el público se sabe la letra de memoria. Allí adoran el género”, asegura.
El arte de “envenenarse”
Aunque las canas siguen siendo una constante en el patio de butacas, el público más joven se acerca en un goteo incesante. Y, generalmente, quien lo ve, repite: “El público se renueve, claro, y la Zarzuela está haciendo un trabajo inmenso en este sentido con el Proyecto Zarza a la cabeza. Hay que trabajar en ello porque si no se acaba y renovar la clientela. Si un joven va a un Zarza puede que se “envenene” y quiera ir después a ver un espectáculo serio”. Defiende, claro está, la idea, por ahora, de que la zarzuela pudiera declararse Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, aunque sea el Ministerio de Cultura de quien dependa. Le parece estupenda la iniciativa “que ha de gustar a todo aquel que ama la lírica. Y somos muchos”, añade. Don Emilio, además, adora la música de Bowie, es más de Beatles que de los Stones y no le amarga Elvis. Y si ven una foto suya de hace algunos años, pongamos los ochenta, se da más de un aire a Frank Zappa. Vamos, que es clavadito. Gema Pajares
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