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Por Publicado el: 05/06/2006Categorías: En la prensa

Emocionantes bohemios jerezanos

DIARIO DE SEVILLA, 5 DE JUNIO DE 2006

Emocionantes bohemios jerezanos

ANDRÉS MORENO MENGÍBAR
El jerezano Teatro Villamarta ponía fin a su actual temporada, en vísperas de presentar la que será la brillante programación del décimo aniversario del teatro, con un magnífico broche de oro que, por añadidura, ha conseguido centrar la atención de la ciudad durante más de una semana con una implicación social y mediática realmente envidiables. Hora es ya de que nuestras administraciones supramunicipales comiencen a volcarse con el Villamarta, como parece apuntarlo el reciente convenio firmado con la Junta de Andalucía y que debería llevar a configurar en Jerez una unidad de producción lírica que surtiese de óperas y zarzuelas a las decenas de localidades andaluzas que, hoy por hoy, poseen teatros y auditorios de mediano formato pero que carecen de una programación lírica con el que llenarlos.
Sea como fuere, el equipo artístico de Jerez sigue haciendo encaje de bolillos con el menguado presupuesto y es capaz de presentar un espectáculo de la considerable calidad que presentaba esta Bohème. Para la ocasión se contaba con la aplaudida producción de José Luis Castro estrenada en Santander y representada en Córdoba hace poco más de un mes y de la que dimos cumplida cuenta en estas páginas. Si cabe, se han mejorado algunos detalles de iluminación del primer acto, que ha quedado redondo, mientras que el segundo inundó el escenario de magia y colorido.

Al frente del foso, la cubana Elena Herrera extrajo de una inexperta orquesta (que apenas si tiene experiencia de foso y que es la primera vez que interpreta a Puccini) un sonido más que aceptable, con una cuerda suave y entonada y unas maderas muy correctas. Lástima que algún timbalazo demasiado efusivo rompiese la magia de los últimos momentos. Herrera dirigió con buen pulso, pero optó por tempi algo lentos en algunos momentos, si bien ello vino forzado por algún cantante algo díscolo al respecto.

El mayor atractivo vocal de la noche lo ofrecía comprobar el estado de la voz de Ainhoa Arteta en esta segunda etapa de su carrera tras el bache de hace unos años. La verdad es que se mantiene intacta la belleza de su timbre, la sedosidad de sus armónicos y el squillo que le permite proyectar sin problemas (lo que le debería hacer desistir de empujar demasiado en los agudos) incluso esos pianissimi que son en ella como la marca de la casa. La voz se ha hecho más firme, menos tremolante, aunque se mantiene la tendencia a entubar en exceso la zona media-grave, oscureciendo el sonido y perdiendo algo de cobertura, como en la escena final. Como intérprete es muy creíble, a pesar de la tendencia a sobreactuar algo, como en el acto tercero. Como partenaire, el mexicano Fernando de la Mora arrancó de manera desastrosa, con unas primeras frases fuera de tono, sin voz y estrepitosamente galleadas. Luego fue colocando la voz de forma algo más correcta, pero se estrellaba siempre con los estrangulamientos en la zona de paso, la excesiva preparación de los agudos a base de silencios previos, de ralentizar y de portamentos, la costumbre de atacar las notas más complicadas siempre en forte y una clara tendencia a irse de tono en los agudos para luego comerse el final de las frases. En cambio, el Marcello de Alberto Arrabal fue espléndido de principio a fin (salvo algún apurillo en la zona superior en el duetto del cuarto acto), con una voz rotunda, amplia, de bella pastosidad y notable flexibilidad que sabía vestir con el sonido el personaje: un papel a la medida de este joven valor, la voz más interesante de su cuerda de su generación en España. Y seductora, voluptuosa y subyugante de actuación y, sobre todo, de voz la Musetta de María Rey-Joly. Con un correcto resto de reparto, el Villamarta volvió, en definitiva, a sorprender por la calidad y el brillo de su traca final.

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