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Por Publicado el: 03/03/2008Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

En la muerte de Giuseppe di Stefano

En la muerte de Giuseppe di Stefano
Tu que a Dios desplegaste las alas…
Giuseppe di Stefano falleció el lunes a las cinco de la madrugada en Milán, al lado de su esposa Mónica, tras haber permanecido en coma desde el pasado 23 de diciembre. Es la noticia que leo en Internet. No puedo evitarlo, vuelvo a escuchar su primer disco, una grabación de 1944 y recuerdo lo que él mismo me contó en el hotel “Due Torri” de Verona al final de los años setenta: “Ese disco fue una historia maravillosa, yo tenía 22 años y había una señora que me seguía. En Suiza me pidió grabar para ella un disco pagándome 50 francos por cada aria. En una hora grabé 10 arias”. ¡Qué maravilla de voz! Pippo poseía uno de los fraseos más claros de toda la historia lírica, un timbre bellísimo, cálido, de color típicamente mediterráneo en el que todo era luz y vibración. Cantaba con el corazón, con valentía y su temperamento emocionaba. Eso era lo que a él le importaba. La técnica era cuestión menor. “Se debe cantar con el alma. El canto es felicidad, no una profesión. No hay técnica, no hay trucos. Solo se trata de coordinar todo lo que la naturaleza nos ha dado. Si quiere llamar a esto técnica, bien llámelo técnica, pero… Ahora hablo con usted piano, si quiero llamar a al camarero habré de levantar la voz y automáticamente el cuerpo, el diafragma, los pulmones se coordinaran. Hoy lo llaman técnica. Me resbala esta cuestión”, me explicó aquel día. Cantó todo, lo que debía (“Elixir”, “Manon”, “Werther”, “Fausto”, “Lucia”, “Boheme”, etc) y lo que no debía (“Forza del destino”, “Pagliacci”, “Carmen” y hasta “Otello”) y destrozó aquella voz sin igual. Al final sólo le quedaron las operetas y las napolitanas, quizá con la voz abierta, pero ¡qué napolitanas! Admiré a Di Stefano antes de conocer la ópera. Era el año 1966 y seguía con pasión los festivales de San Remo. Pippo se mantenía en candelero como podía y decidió presentarse al más famoso de los festivales con la canción “Per questo voglio te”. Eliminaron a la primera a quien había triunfado en la Scala desde su debú en 1945 con “Manon”.
Su asociación con María Callas desde su encuentro en Brasil en 1951, rivalizando con la pareja Monaco-Tebaldi, reportó momentos mágicos a la ópera. Ambos mantuvieron un postrero idilio a primeros de los setenta, que trajo la vuelta a los escenarios de la soprano en una larguísima gira de despedida que proporcionó al tenor los dineros con los que reponer un bolsillo vaciado por la afición al juego. El Auditorio del Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid, en noviembre de 1973, registró uno de los conciertos más “sociales” de cuantos se han ofrecido en Madrid.
Fue el tenor de las mil y una anécdotas. Una vez, con “Turandot”en la Scala, se quejaron de que no aparecía en los ensayos y él respondió que si hacía de Príncipe Desconocido no podía ser visto. En cambio, cuando se encontró por vez primera con Caballé en 1965, ella le pidió que la ayudase en los ensayos y él no faltó a uno solo. Él mismo me contó otra “Cantaba por vez primera “Lucia” con Karajan. Al final del ensayo del primer acto, que termina con sendos agudos y un beso de soprano y tenor, Callas y yo no nos besamos y Karajan chillaba: “El beso, el beso”. Como nosotros ni caso, subió al escenario, agarro a Callas, la beso y mientras lo hacía me dijo: “ves, ves, no muerde”. Pero seguro que Callas le habría mordido de saber que el tenor guardaba una grabación realizada mientras ambos hacían el amor.
Dejo para el final las últimas palabras de aquella entrevista: “Yo nací en una época donde el artista era un misterio. Tuve la suerte de vivir los últimos diez años de la gran ópera. Una época extraordinaria porque los compositores se murieron pero los grandes directores de orquesta seguían viviendo y con ellos la tradición de la ópera, como un espectáculo de oír más que de ver”. Hace 25 años se nos fue del Monaco, hace cinco Corelli y el ciclo se cierra ahora con Di Stefano. Los tres tenores más grandes desde la postguerra, como en la “Lucia” que cantaron, ya desplegaron sus alas a Dios.
Gonzalo ALONSO

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