Enciso
Enciso
Tomás Cuesta. La Razón 28-07-2004
La última muesca que doña Carmen Calvo Serraller ha añadido a
sus temibles pistoleras corresponde al cadáver de Luis Miguel
Enciso, caído por Dios y por la Patria y según él mismo ha
denunciado por el talante cainita y trasnochado de la Juanita
Calamidad de nuestra cultureta. A Luis Miguel Enciso, ex
presidente de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones
Culturales (que era una sinecura que se inventó el señor
Cortés para darles carrete a los afectos) le ha sentado muy
mal que lo despidan por un quítame allá un cambio de Gobierno
y se ha puesto a echar espuma por la boca y un agrio
surtidillo de sapos y culebras. Pues no es para tanto, qué
quieren que les diga. Incluso, si me apuran, lo que sería
mosqueante es que el señor Enciso continuase en su puesto. Que
te cese la Calvo Serraller es un honor y que no lo haga, según
como se mire, constituye un demérito. A no ser que pretendas
enrocarte en el BOE, asegurar la soldada a fin de mes, que no
es moco de pavo tal y como están los tiempos, y tragar sin
empacho con carros y carretas.
Tiene razón don Luis Miguel Enciso cuando asegura que viene
el sectarismo, la regresión, la filfa, el aguachirle, la
arbitrariedad y el chalaneo. Pero ese coco ya lo conocemos. Es
más, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Lo
que no explica es por qué si lo sabía con tanta nitidez y tan
abrumadora certeza ha esperado tres meses a que le pongan en
su sitio, que es en la puta calle, por supuesto. Siempre es
mejor hacerse el «harakiri» que aguardar a que te corten la
cabeza. El señor Enciso ha sido cesado de la misma manera que
se le nombró: es decir, a dedo. ¿O acaso se convocó para
elegirle un concurso de méritos?
La Calvo Serraller es un caso perdido, pero no sólo lo es
porque el señor Enciso haya perdido el carguete. Lo es por
repelente, por marisabidilla, por cursi sin sustancia y por
mema sin remedio. Claro que, ahora que vive en la Residencia
de Estudiantes, en compañía de fantasmas historiados y de
fantasmones de opereta, lo mismo le da por confraternizar con
algún libro sin temor a que le muerda. El día menos pensado
paseará por Madrid en un descapotable a ver si la confunden
con Margarita Nelken.
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