Entrevista Piotr Beczala: “No hay en esta Aida un cantante por encima de otro, somos un equipo”
El tenor cantará el papel de Radamés, que debutó este verano en el Festival de Salzburgo, en la producción de Aida que vuelve al Teatro Real a partir del 24 de octubre. Los Reyes inaugurarán la temporada
Piotr Beczala sabe lo que es cantar en la calle porque ya lo ha hecho. Mucho antes de pisar el Metropolitan, la Ópera de Munich, la de Viena, La Scala y el Teatro Real, entre otros grandes coliseos en los que ha agotado las entradas. Llevarse apenas unas monedas, toparse con la indiferencia de la gente que cruza con prisa una calle. Sabe también lo que es vivir en un país de régimen comunista, lo que son la escasez, los anaqueles vacíos, el pensamiento único. Y como lo sabe y lo conoce, como lo ha vivido de crío y adolescente, puede hablar de ello. Lo hace sin el menor aspaviento y nunca desde la posición privilegiada que ostenta hoy un tenor número uno sino desde la de un ciudadano de a pie preocupado por un día a día con el ruido de la guerra de fondo.
En el Teatro Real cantará Radamés, papel que debutó este verano en el Festival de Salzburgo. En Madrid, una ciudad que le encanta, como tomarse un Rioja con un pincho, se alternará en el escenario con Yusif Eyvazov y el canario Jorge de León. Para él “Verdi es una parte de mi vida, de mi carrera. Siempre ha estado en la dirección que he seguido”, comenta. “Para cantar bien a Verdi lo fundamental es poseer la técnica para saber interpretarlo. Yo tengo que dar gracias siempre al gran Nello Santi, que es el mejor director de orquesta con el que he trabajado. Con él hice Rigoletto y Ballo in maschera. Me puso en el camino y me indicó hacia dónde debía dirigirme. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido”. Dice que su evolución desde los primeros papeles mozartianos, Bellini, Donizetti hasta este inminente Radamés ha sido la lógica: “El repertorio verdiano ya estaba en mis comienzos, con Traviata, por ejemplo. Después vas evolucionando al compás que lo hace tu voz. Yo lo he hecho sin ninguna prisa, despacio, dando un paso detrás de otro, abriendo poco a poco la puerta (“put the finger in the opened door”, es la expresión que utiliza en inglés). Y ese ir a mi ritmo es lo que me parece fundamental para poder llevar treinta años sobre el escenario. Puedo cantar Radamés porque he cantado otros papeles antes. Lo que no se puede hacer es cantar 25 años Rossini y de repente cambiar el repertorio a Verdi. Hay que ir paso a paso”, cuenta.
Nunca digas nunca
Cantar Otello no le inquieta ni le perturba el descanso. “Ya llegará, si llega. No sé si lo voy a cantar en el futuro, aunque no lo descarto, claro que no. Nunca puedes decir nunca, pero no es una decisión que me haga infeliz”, señala. Y lo dice sin despeinarse y con una amplia sonrisa para que no pueda colarse la duda más minúscula. En Madrid va a coincidir con una pléyade de estrellas. Tampoco le incomoda porque dice “que hemos creado los ensayos juntos. En el escenario no hay un tenor o una soprano, una mezzo o un barítono por encima de otro. Cada uno defiende y siente a su personaje. Sería ridículo lo contrario. Todos formamos parte del mismo equipo”. Un equipo en el que volverá a encontrarse con su compañera Anna Netrebko, rusa de nacimiento y con quien ha compartido muchas tardes de gloria. ¿Hace cuánto que no habla con ella? “Desde el 24 de febrero. No hemos vuelto a coincidir. Y no ha sido por motivos artísticos”. El 24 de febrero Rusia invadió Ucrania. Lo deja claro Beczala, cuya postura no admite grises: desde el primer momento se mantuvo radicalmente en contra: “Es una situación francamente complicada y mantenerse al margen me parece imposible. Lo mejor aquí y ahora con los cantantes que son rusos es no hablar del asunto, no llevar la guerra al escenario. Putin está creando un enemigo que es inexistente, un enemigo falso. ¿Quién puede querer una guerra? Yo sé lo que es vivir en un régimen comunista, lo que es la falta de libertad, lo he vivido en los años duros de Polonia, donde han llegado ya más de 2 millones de refugiados ucranianos que huyen de la guerra. Me parece terrible, durísimo y muy preocupante”, añade.
Zeffirelli y los vaqueros
Precisamente la producción de Aida que cantó en Salzburgo tenía ese aroma de conflicto, de guerra: “Era tremendamente contemporánea y al tiempo complicada. Shirin Neshat es una gran artista plástica que creó un espacio y unas proyecciones para entretejer una trama con ortodoxos, militares, etíopes… La producción de Hugo de Ana no tiene nada que ver, digamos que es clásica. Él es fantástico. No cualquier director de escena puede mover a 300 personas con soltura en un escenario y él lo puede hacer porque es un hombre de ópera”. Y cuenta las bromas del regista argentino, absolutamente involucrado en cada paso que dan los cantantes. “Él es un veterano que se las sabe todas”, añade. ¿No cree que hay muchos directores de escena que tienen demasiado poder? “Sí, algunos tienen bastante poder. Si colocamos en una balanza al director de orquesta, los artistas y al regista se inclinará a favor del último, no existe equilibrio. Y no creo que deba ser así. Yo siempre he estado abierto a nuevas propuestas, a la modernidad en los montajes; sin embargo, creo que últimamente esa modernidad va asociada a la fealdad. Es como si pensaran los directores de escena que la belleza, conseguirla en un escenario, es sinónimo de aburrimiento. Y me parece un gran error. Yo puedo cantar en vaqueros, pero a veces me pregunto, ¿por qué? Zeffirelli, por ejemplo, era un genio. Conseguía que un cantante que no fuera especialmente bello o apuesto sí lo pareciera en escena”, explica.
Hablamos de la polémica de este verano en el Festival de Verona, protagonizada por la soprano afroamericana Angel Blue, que canceló su participación en La traviata, que significaba su debut en este señero festival, en desacuerdo por el maquillaje que exhibían los cantantes en la producción de Aida (con Anna Netrebko, orgullosa de la pintura, a la cabeza) de Zefirelli: “Yo estoy absolutamente de acuerdo con lo que escribió en redes la gran mezzo Grace Bumbry, suscribo cada palabra cuando dice que lo que verdaderamente importa es la credibilidad del personaje. Me parece una polémica ridícula porque lo que estamos haciendo es arte. La historia, esta y cientos de ellas en el mundo de la lírica, son las que son. Puedo entender el desacuerdo, pero, repito, somos artistas y no es acertado leer con los ojos de hoy una historia que sucede en la época de Verdi. Shakespeare, sin ir más lejos, sería hoy tachado de racista”. Y al hilo y con Verona de fondo le pregunto por su regreso a Italia, a donde no ha vuelto a cantar tras el abucheo sufrido en 2013 al término de La traviata que firmaba Tcherniakov. Esboza una media sonrisa: “No puedes cantar en todos los teatros del mundo. Yo tengo entre 50 y 60 actuaciones al año y no puedo estar en Londres, París, Nueva York, Viena, Munich, Madrid, Barcelona. Canto donde me siento bien. Soy un tipo adulto que puede elegir, afortunadamente, en qué escenario desea cantar. Creo que he respondido”.
Tarta selva negra
Beczala, directo, campechano, divertido, cercanísimo, adora la carne y le encanta, cuenta, sentarse en los restaurantes frente a la cocina para ver cómo se va haciendo el menú. Es un experto en barbacoas y un incipiente maestro pastelero a quien su madre le instruyó en el manejo de la harina. Tan es así que en cada producción sorprende con un dulce hecho por él. En Salzburgo lo hizo cada tarde y adelanta que en el estreno del Teatro Real habrá sorpresa dulce. Le relaja la cocina. Ha escrito una autobiografía pero no tiene tiempo para meterse a escribir una novela. Compra libros en los aeropuertos, los lee casi de un tirón y después se los regala a sus amigos. Si hay una canción que le encanta es “Beautiful”, de Christina Aguilera: “Es una gran artista, pero también una excelente cantante. Ambas cualidades no siempre van unidas, pero en su caso sí”.
¿Ha pensado en la retirada? “Sí, lo he hecho. Llevo treinta años en escena y en algún momento diré adiós, pero en lo que realmente he pensado es en dar clases. Creo que tenemos la responsabilidad de enseñar y ayudar a las nuevas generaciones de cantantes, ofrecerles las armas para trabajar, indicarles la dirección más correcta, señalarles el camino. He escuchado grandes voces de jóvenes cuya carrera ha durado apenas cinco años. Es importante que haya alguien que les diga qué hacer y qué no hacer. No hablo de clases magistrales puntuales, sino de una docencia continuada”. Gema Pajares
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