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Por Publicado el: 06/02/2007Categorías: Crítica

ENTUSIASMAR CON SCHNITTKE

ENTUSIASMAR CON SCHNITTKE

Instituto Internacional de Música de Cámara de Madrid
Concierto de presentación. Obras de GOUNOD, SCHNITTKE Y MOZART. Camerana del Instituto Internacional. Solista y director: Ralf Gothoni. 6 de febrero de2007, Auditorio Nacional de Música, Madrid.
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Cinco patronos para un enésimo proyecto concebido por la incansable Escuela Reina Sofía que tutela Paloma O’Shea: el Ministerio de Cultura, la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de la capital, Caja de Madrid y su Fundación, arropando todos un promisorio, internacional en sus aspiraciones y ya realidades, Instituto de de Música de Cámara, que se acaba de presentar en el Auditorio Nacional de la mano de su profesor jefe de Grupos, el finlandés Ralf Gothoni (Rauma, 1946), que desde hace lustros desarrolla una triple carrera como director –lo es de la Orquesta de Cámara Inglesa y del Festival de Ópera de Savonnlina-, pedagogo –Academia Sibelius de Helsinki- y pianista.
La sesión se abrió con los diez solistas del grupo de viento, sin director, interpretando con virtuosismo –se da por supuesto- y gracia –eso ya es hacer música- la “Petite Symphonie” de Gounod, que el curioso público asistente aplaudió movimiento a movimiento para, en cambio, premiar sólo con una ovación de cortesía el espléndido trabajo de los jóvenes solistas –me permito destacar el penetrante sonido del fagot Ricardo Santos-. Se cerró la velada con una versión a cuerda completa del “Cuarteto nº 16” de Mozart, modelo de pulcritud y buen hacer. Pero lo extraordinario se produjo en medio de la actuación, con el “Concierto para piano y cuerdas” del gran maestro ruso, ya desaparecido, Alfred Schnittke: la página, tan difícil para el solista como el conjunto, combina ese peculiar humorismo del artista, que “salpica” pasajes perfectamente tonales con progresiones disonantes inesperadas –que luego pueden cerrarse con acordes perfectos-, o que pide a la cuerda desafinaciones y re-afinaciones encadenadas. Gothoni, sobresaliente al piano, y sus muchachos –admirables en el perenne juego de la cuerda- se lo jugaron todo en cada compás y consiguieron sacar al respetable de su extraña atonía entusiasmando, precisamente, con lo más complejo de digerir. La carta de presentación fue, aquí, inmejorable.
José Luis Pérez de Arteaga

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