Escuchar a Haendel con Spinosi
Escuchar a Haendel
No sé dónde he leído que Osama bin Laden pensaba que la música es una pasión de diablos que solo produce degeneración en las almas del hombre (no hablaba de las de las mujeres, seguramente porque para él y sus amigos hasta para eso están exentas). Y claro, tras toda una vida pensando que la cosa es exactamente la contraria, y que la música, además, es el perfecto vehículo para el entendimiento, la herramienta ideal para aprender a compartirlo todo, sitúo de nuevo la música y a los músicos, de esta y cualesquiera otras civilizaciones, en un primer plano de reivindicación de lo humano, y la pongo como excusa para condenar hasta las cachas a todos aquellos que bajo el nombre que sea tomaron, toman y por desgracia tomarán la decisión de acabar con vidas humanas. Por supuesto, yo, y, tengo la seguridad, toda la gente de bien que me rodea en esta aventura del saber y opinar llamada Beckmesser, en nombre de la Música, soy, también somos Francia.
Dicho lo cual, paso a seguir hablando de música.
Acabamos de salir de Haendel en el Teatro Real y entramos en la nueva temporada del ciclo Universo Barroco de CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical) con el mismo autor. Que el Real se ocupe de él no deja de ser una rareza, pues quiérase o no el ´mogollón´ operístico comenzó de verdad bastantes años después de que Haendel estuviera criando malvas. Pero que se rieguen nuestros paladares con tan exquisitos vinos en lugares como un Auditorio de música, me parece no ya un lujo sino una verdadera necesidad política. Siempre he sido muy partidario de las versiones en concierto en la ópera, para determinadas óperas, es decir, para bastantes óperas; nunca percibí traición alguna a esta idea, ya se sabe, absolutamente carca para aquellos que reivindican que la ópera no es ópera si no se la sitúa encima de un escenario. Me parece bien, e incluso muy bien, que se intente convertir un conjunto de arias y recitativos en una representación escénica, pero pienso que en un teatro de ópera eso ni se puede ni se debe hacer en todos los casos, aunque solo fuera por un problema de utilización de recursos; hay demasiadas óperas auténticas obras maestras del teatro representado que, desgraciadamente, no se escenifican lo suficiente, como para permitirse ciertos lujos.
Un caso significativo al respecto es la mayor parte de las óperas barrocas y preclásicas. En muchas ocasiones son obras de enorme inspiración musical, pero casi siempre una música cual diamante dramático en bruto. Las óperas de Haendel constituyen, a mi entender, un caso extremo y a la vez paradigmático en esta cuestión. Haendel, como todos los compositores barrocos que buscaron notoriedad pública y éxito, escribía según las necesidades de un público que en el fondo demandaba mucha más pirotecnia vocal y cotilleo socio-musical que teatro puesto en música. Una fórmula cuyo declive ni siquiera un autor de la talla de Haendel pudo evitar: dejó de escribir óperas para hacer oratorios. Serse, la ópera que escucharemos esta semana, es su último fracaso.
Serse, tres actos, tres horas de música; de arias, duettos y recitativos. 38 arias, ariosos y arietas; otros tantos recitativos, conjuntos y coros, y todo esto para contarnos una historia de sentimientos cruzados que, literalmente, es imposible de seguir con algún tipo de lógica dramática. Auténtico cartón-piedra. Entonces, ¿por qué interesan las óperas de Haendel? La respuesta a esta pregunta tiene mucho que ver con lo que es y lo que no es en ellas. En lo que no es: teatro reconocible y seguible. En lo que es: un conjunto de reflexiones de cada personaje que traspasa todos los niveles de la sicología. Para Haendel, el conjunto no existe; solo está cada personaje, él solo, con sus problemas, sus defectos y sus grandezas. En otras palabras, él mismo, porque eso es lo que sucede con Haendel cuando escribe óperas: habla de sí mismo, de sus infortunios e incomprensiones, que eran muchos. Por eso es tan conmovedor, tan sensible, tan rico e imaginativo al hablar de sentimientos. Si se quiere, en eso recae su modernidad: los contenidos sicológicos de sus arias no lo son menos que los de las arias escritas en óperas de un siglo después.
Conclusión: a falta de teatro, música . Montar una ópera de Haendel es un acto heroico. Se debe hacer y está bien que se haga. Pero seguramente lo que acabaremos viendo es algo que tiene que ver más con el director de escena y sus ideas que con Haendel. En mi opinión, lo que sí se debe hacer es escucharlo. Sin más. Pedro González Mira
HAENDEL: Serse. Josè Maria Lo Monaco, Marina de Liso, Hanna Husáhr, Sonia Prina, Kerstin Avemo, Ivonne Fuchs, Christian Senn, Luigi de Donato. Ensemble Matheus/Jean-Christophe Spinosi. Domingo 22, 18.00. Entre 15 y 40 €.
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