Esta semana unas Bodas de tronío en El Escorial

La ópera Las Bodas de Figaro de Mozart se representará este jueves y sábado en el Auditorio de san Lorenzo de El Escorial.

La producción es la del pasado año del Festival de Spoleto,  que cuenta con el oscarizado Dante Ferreti como escenógrafo y Giorgio Ferrara como director de escena y que consiguió un gran éxito de crítica y público.

La dirección musical será de Yi Chen Liu yu, quien estará al cargo de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid.

El reparto será encabezado por Simón Orfila como Fígaro. Lucas Meachem pondrá voz al Conde de Almaviva y Carmela Remigio y Katerina Tretyakova serán cómplices representando a la condesa y a Susanna.

El encantador Cherubino será cantado por Clara Mouriz, Belén Roig pondrá voz a la maravillosa arietta de Barbarina y el rol de Marcellina será defendido por la solvente Marina Rodríguez Cusi. Valeriano Lanchas, Juan Antonio Sanabria, Gerardo López y Fernando Latorre completan el reparto.

Compuesta entre octubre de 1785 y abril de 1786, Le nozze di Figaro de Wolfgang Amadeus Mozart, es la primera de las tres óperas escritas por el compositor salzburgués con libreto di Lorenzo da Ponte. Una colaboración extraordinaria que produciría otras dos obras maestras de la ópera: Don Giovanni y Così fan tutte.

La trama del libreto fue rescatada de la comedia de Beaumarchais Le mariage de Figaro, escrita en 1781. Un enredo maravilloso en el que los hombres y mujeres sevillanos viven un día de locos, riquísima en sucesos dramáticos y cómicos que, a través del pulso de Mozart, transforman el juego de la vida en obra de arte.

No falta en la obra una crítica social hacia las clases privilegiadas de la época, a las que siempre perdonamos porque, como el resto de los personajes, acaban redimidos por el amor y la música.

La ópera, que se estrenó en el Burgtheater de Viena el 1 de mayo de 1786, está dividida en cuatro actos y narra la victoria de un sirviente, Figaro, que, tras cientos de vicisitudes, consigue casarse con su novia, Susanna, sin que el patrón, encaprichado con ella, consiga hacer válido el derecho de pernada y “llevarla al huerto” antes que él.