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Por Publicado el: 20/04/2016Categorías: Crítica

Excelente Parsifal, segundo reparto

Un excelente Parsifal, que terminó al día siguiente.

PARSIFAL (R. WAGNER)
Teatro Real de Madrid. 18 Abril 2014.

Volvía Parsifal al Teatro Real, de cuyo escenario faltaba desde el año 2001, si exceptuamos una versión de concierto ofrecida hace 3 años. Aquellas últimas representaciones de hace 15 años dejaron en mí una huella imborrable por la dirección musical de Luis Antonio García Navarro, una de las más impresionantes que recuerdo en este título. Era prácticamente la despedida de García Navarro del foso, ya que se encontraba muy enfermo y, de hecho, moría unos meses después.

La representación ha tenido un notable nivel artístico, con una producción moderna y atractiva, una destacada dirección musical y un buen reparto vocal.

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La producción ofrecida es la de Claus Guth, que se estrenara hace 5 años en Barcelona. Ofrece un escenario giratorio (Christian Schmidt), al que tan aficionado es Claus Guth, que es único para toda la ópera, presentando distintas salas de una mansión medio en ruinas, que se ha convertido en un sanatorio para soldados heridos, ya que estamos en los años que siguen a la Primera Guerra Mundial. Parece que los Caballeros del Grial han convertido Montsalvat en un hospital militar, siendo los heridos cuidados por un grupo de médicos y enfermeras que se encargan de que tomen la medicina salvadora, que no es sino el alimento del Grial, que los sanitarios reparten entre los heridos. En el segundo acto estamos en la misma mansión, que ahora pasa a ser la de Klingsor, y las
Muchachas Flor no son sino participantes en una fiesta, que responde a la época de los felices años 20. En el acto final los Caballeros del Grial, formalmente vestidos para la ocasión, despiden el cadáver de Titurel, mientras reclaman a Amfortas que realice el Oficio Sagrado. Christian Schmidt es también responsable del vestuario, que resulta particularmente bien conseguido en toda la escena del entierro de Titurel. En este escenario único la iluminación de Jürgen Hoffmann cobra un especial relieve, ya que los cambios de ambientación tienen a la luz como protagonista.

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Si la ópera comienza con una escena muda, en la que se asiste a una cena de Titurel, Amfortas y Klingsor, con una fuerte discusión y la salida de Klingsor, la ópera termina con la reconciliación de Amfortas y Klingsor. La dirección escénica de Claus Guth está muy cuidada, siendo siempre respetuosa con libreto y música, lo que pone en evidencia que  el  alemán  ha  estudiado a  fondo la  obra,  lo  que  no  siempre  ocurre con  otras producciones suyas Las aportaciones que hace no suponen ninguna trasgresión de la obra de Wagner, sino que dan una visión personal e interesante. En conjunto, es un buen trabajo.

Al frente de la dirección musical estaba Semyon Bychkov, que ha demostrado ser uno de los grandes maestros de la actualidad. Su lectura me pareció digna de ser destacada de principio a fin, pero especialmente en los dos últimos actos de la ópera. No es que el primero   fuera   flojo   ni   mucho   menos,   sino   que   la   continuación   me   pareció impresionante, digna de un gran director, al que espero que pronto volvamos a tener por nuestro país.   A sus órdenes la Orquesta y el Coro del Teatro Real tuvieron una notable actuación, teniendo que llamar la atención al hecho de que en el primer acto el
coro interno estuviera amplificado, lo que dio lugar a un incidente curioso, cuando alguien elevó indebidamente el volumen.

Klaus Florian Vogt era Parsifal en tres de las diez funciones programadas, siendo ésta la primera en la que asumía el rol protagonista. El tenor alemán está muy familiarizado con la producción, ya que él fue también Parsifal en las representaciones de Barcelona. Su voz puede resultar más blanca y ligera que lo que podemos estar acostumbrados en este personaje, pero tiene el mérito de cantar muy bien y de no forzar en ningún momento, ya que su emisión es muy limpia y la voz corre estupendamente. No es un Parsifal heroico, sino un joven “necio demente”que ofrece una gran frescura. Él fue el gran triunfador del reparto y con justicia.

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Anja Kampe

También como en Barcelona, la soprano alemana Anja Kampe era la intérprete de Kundry. En los últimos tiempos ha venido abordando roles más dramáticos y eso se deja notar en las notas altas, que están bastante apretadas. Siempre ha sido una soprano que se ha entregado a sus personajes y nuevamente su actuación ha sido ejemplar en cuanto a entrega, tanto vocal como escénicamente, habiendo pasado apuros en la última parte del muy exigente segundo acto para ella, en el que ha sufrido notablemente en las notas altas.

El bajo alemán Franz-Josef Selig fue un  buen intérprete de Gurnemanz. A su voz le falta peso y autoridad para compararse con un Kurt Moll de hace 30años o con el René
Pape de la actualidad,   o incluso con Hans-Peter König, que fue Gurnemanz en el estreno de esta producción en el Liceu. Selig es un buen cantante, a quien yo encuentro más adecuado en otros personajes.

El barítono Detlef Roth fue un Amfortas que no pasó de la corrección. Cuando uno ha visto en el personaje recientemente a Michael Volle, Detlef Roth queda totalmente en la sombra.

Evgeny Nikitin lo hizo francamente bien como Klingsor, con voz adecuada y buenas dotes escénicas. En estos personajes malvados resulta particularmente interesante.

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Ante Jerkunica lo hizo bien como Titurel y no habría estado de más que se le hubiera caracterizado mejor, ya que más que padre de Amfortas parecía su hermano.

Los personajes secundarios lo hicieron bien.

El Teatro Real  estaba casi lleno, produciéndose numerosas deserciones en los dos intermedios de la ópera. El público dedicó una muy cálida acogida a los artistas, con muestras de claro entusiasmo para Semyon Bychkov y Klaus Florian Vogt.

La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración total de 5 horas y 10 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 4 horas y 8 minutos. Seis minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 214 euros, habiendo butacas de platea al precio de 204 euros. La entrada más barata con visibilidad plena costaba 35 euros.

Terminaré con dos comentarios. En primer lugar diré que entiendo que se pongan medidas de seguridad para acceder al teatro, pero la organización no esta bien conseguida, ya que la colas son muy larga y las puertas giratorias de acceso no hacen sino complicar las cosas. Por último, no me parece una buena idea programar Parsifal para que se salga del teatro pasada la media noche. Simplemente, hay que empezar antes. Es mejor eso que asistir a la estampida del público al bajar el telón. José M. Irurzun

Fotos: Javier del Real

 

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