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Por Publicado el: 15/03/2021Categorías: Noticias

La exigencia de la carrera lírica

La exigencia de la carrera lírica

El nivel de maestría multidisciplinar de los cantantes de ópera convierte esta profesión en  una de las más complejas del ámbito artístico

Rolando Villazón en L’Elisir d’amore

Enid Negrete, Doctora en Artes Escénicas, defiende en su artículo “La formación del cantante de ópera en nuestros días” el alto nivel de exigencia a los cantantes de ópera, profesión que considera, junto al bailarín de ballet, como la más compleja en el ámbito artístico.

Su argumento se sujeta fundamentalmente en la naturaleza audiovisual de esta profesión: “Aquel cantante que no pueda abordar también un papel desde el punto de vista dramático, no es un cantante de ópera. Es un buen cantante de lied, de concierto, de canción francesa, de música sinfónica, pero no de ópera. En estos géneros la música es el elemento básico, pero en la ópera, la conjunción es absolutamente necesaria. Es un arte audiovisual donde las palabras dejan de tener un valor exclusivamente poético para convertirse en parte de una acción escénica, por lo que adquieren un valor dramático. En la ópera, ni la música ni la escena pueden estar a medias porque eso afecta la atención del espectador”, apunta. Tanto es así, que “el verdadero brillo de la carrera de ciertos cantantes, como Natalie Dessay o Rolando Villazón, es la manera en que interpretan y replantean los personajes, dándoles una vida verosímil y no solo cantándolos”.

A la complejidad vocal, y los años de aprendizaje de técnica, se suma así la dimensión teatral del personaje, más matizados psicológicamente a partir del verismo. Controlar ambas facetas exige un tremendo esfuerzo físico y psicológico, concentración que puede venirse abajo si todo el equipo que participa en la producción de una ópera no rema en la misma dirección. “Es responsabilidad del director el plantear un trabajo serio, a profundidad, bien organizado y fundamentado, que haga partícipes a los cantantes, los considere como artistas y les permita desarrollar su trabajo sin obstáculos. Hacerles perder el tiempo cuando hay tan pocos ensayos o llenarlos de acciones inútiles cuando están en un pasaje lleno de agudos, crea problemas muy graves en esta relación”, subraya Negrete, “Pero también es responsabilidad del cantante tanto el respeto como la apertura o disposición al trabajo que ese director plantea. No se pueden desechar las ideas de un director escénico sólo porque no están acordes a las ideas estéticas de los cantantes o imponer las propias en un montaje contemporáneo”.

En última instancia, el canto y actuación en la ópera tienden un puente con el público en el que este también participa. El de la ópera suele ser un perfil especializado, profundamente conocedor de este arte y exigente con lo que ve en escena. Por ello, porque este puente pueda seguir sustentado en dos pilares, el nivel en la ópera debe seguir siendo la excelencia, porque “como siempre, el público de la ópera lo quiere todo y siempre va a más”.

Lea aquí el artículo completo.

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