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Por Publicado el: 27/05/2012Categorías: En la prensa

Fallece Herbert Breslin, promotor de Pavarotti

Herbert Breslin, Promotor, biógrafo y detractor de Pavarotti
Ruben Amón, El Mundo
El agente artístico Herbert Breslin ha fallecido recientemente en Niza, pero había redactado su testamento hace ocho años. Ese legado para la posteridad era un libro de memorias despiadado, El rey y yo, que llamaba la atención por el despecho hacia la mayor de sus creaciones: el tenor Luciano Pavarotti.
Rompieron sus relaciones profesionales después de 36 años hace una década, así es que el manager neoyorquino no tuvo el menor pudor ni inconvenientes en escribir -o reescribir- la verdadera historia de Pavarotti, en un vitriólico ejercicio de recuerdos selectivos y de evocaciones envenenadas.
Se desprendía de la vendetta que Luciano Pavarotti era un mimado, un indolente, un tacaño, un mujeriego, un caprichoso y hasta un inculto. El tenor hacía chuletas para recordar las arias y recurría a los tapones de corcho quemado para oscurecer las canas de su bigote.
La caricatura de Herbert Breslin concernía a otras grandes figuras de la ópera. Sostenía que Elisabeth Schwarzkopf tenía el glamour de una mujer de la limpieza. Que Joan Sutherland estaba en Babia a cuenta de tanto doparse. Que la conversación con Kiri te Kanawa resultaba aburridísima. Y que Plácido Domingo, efímeramente representado por él mismo, «fue siempre el número dos». De hecho, Herbert Breslin se opuso al proyecto de los tres tenores porque, en su opinión, era Pavarotti quien ocupaba la cima del podio y quien, por las mismas razones, no debía avenirse a compartirlo con sus colegas españoles al acecho.
Tendría sentido el enfoque si no fuera porque el triunvirato en cuestión se convirtió en el mayor hito contemporáneo de la ópera de masas. Tanto por las cifras de espectadores y de discos vendidos como porque la terna rebasó los ingresos de las máximas estrellas del rock y del pop.
Pese a la vanidad de Breslin, Pavarotti no fue un simple producto de marketing o un producto de marketing simple. Había detrás un inmenso cantante y existían un carisma natural, una espontaneidad que provocaba electricidad en los espectadores y que ahorraba al artista ulteriores esfuerzos. No era Pavarotti un esclavo de su imagen. Y, al contrario, su imagen era esclava de Pavarotti.
Bien lo sabe Herbert Breslin, a quien correspondió custodiar la mina más que explotarla: «La respuesta del público hacia Pavarotti es algo que no se puede crear o fabricar. Tendría que ser 10 veces más genial de lo que me creo», declaraba en 1981 al hilo de la explosión de Big Luciano.
Herbert Breslin había nacido en Nueva York en 1924 y se había pluriempleado como relaciones públicas -Chrysler, Bulova- y publicista de la Ópera de Santa Fe, antes de levantar en los aledaños del Carnegie Hall su primera agencia de imagen.
Tuvo suficiente audacia para ocuparse de las carreras de Elisabeth Schwarzkopf, Joan Sutherland y Marilyn Horne, e incluso se convirtió en el relaciones de Alicia de Larrocha, aunque el golpe de gracia se lo dio la alianza con Pavarotti en 1967. Que no se limitó al marketing, sino a un apoderamiento a medida cuyos lazos se truncaron en 2002, apenas cinco años antes de la muerte del colosal tenor italiano.
Breslin falleció hace unos días de forma inesperada en un hotel de Niza donde se hospedaba junto a su mujer a causa de un fallo cardiaco.

Herbert Breslin, representante de artistas, nació el 1 de octubre de 1924 en Nueva York y falleció el 17 de mayo de 2012 en Niza (Francia).

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