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Por Publicado el: 20/05/2013Categorías: Crítica

FALSTAFF (G. VERDI). Festival de Glyndebourne

FALSTAFF (G. VERDI). Festival de Glyndebourne. 19 Mayo 2013.

El Festival de Glyndebourne es un caso muy peculiar, cuya visita merece la pena. Se trata de una gran casa de campo en las afueras de la localidad Lewes, en la que todos los veranos se celebra un festival de ópera, que no cuenta con ningún tipo de ayudas públicas. Aunque su historia no es muy larga – comenzó en 1934 – se ha convertido en cita tradicional veraniega, que tiene sus características especiales. Los espectadores llevan sus cesta con viandas y todo lo necesario para hacer picnic en las campas de la propiedad, existiendo además 3 restaurantes, en los que no es fácil obtener mesa para cenar en el descanso de la ópera. Llama la atención cualquier atuendo deportivo en los espectadores  y hay una enorme concentración de pajaritas por metro cuadrado. El teatro se amplió hace casi 20 años y, a pesar de estar a una hora de tren de Londres, no suele resultar tarea fácil conseguir entradas. Es algo así como el templo de las tradiciones británicas, aunque no sean muy antiguas en este caso. Todo es muy british  en Glyndebourne, incluyendo la comida de los restaurantes, en los que no hay prisa, ya que el descanso principal dura casi hora y media.  El público acude de manera un tanto festiva y dispuesto a cumplir con las tradiciones, con presencia notable de espectadores jóvenes. Sorprenden en el teatro las reacciones del público, al menos en este Falstaff. Las risas de la audiencia era dignas de llamar la atención, como si no conocieran el argumento de de la ópera o hubieran acudido con intención de dejarse sorprender.

Escena

En esta ocasión he asistido a una representación de Falstaff, que es una reposición de  la producción  Richard Jones que se estrenara aquí hace 4 años. Se mueve la acción a los años 50 del pasado siglo y es un trabajo muy cuidado en los detalles, aunque hace de Falstaff un personaje excesivamente bufo, que provoca hilaridad y no conmiseración. Es un Falstaff excesivamente unidimensional. Es un espectáculo que se ve con agrado, aunque queda lejos de la extraordinaria producción de Robert Carsen, que se pudo ver en Londres y Milán.

La escenografía y el vestuario son obra de Ultz, que hace un trabajo clásico y atractivo como escenógrafo, destacando la escena final con el gran  árbol en el centro. El vestuario es siempre atractivo y colorista. Buena también la iluminación de Mimi Jordan Sherin.

La dirección escénica está francamente bien hecha, aunque vaya buscando excesivamente la carcajada del público. Resulta muy divertida la caracterización de Sir John, cuando se despoja de sus ropas, al ser recuperado de las aguas del Támesis. Richard Jones se decanta por la ópera bufa, auque yo entiendo que en esta ópera hay más de un toque de amargura. En cualquier caso, el público parecía compartir plenamente la visión del director de escena.

Escena

La dirección musical estuvo en manos de Sir Mark Elder, cuya labor me pareció francamente buena, especialmente en los dos primeros actos de la ópera. Si algo caracteriza las representaciones de ópera en Glyndebourne, aparte de las tradiciones británicas a las que me he referido antes, es el hecho de que todo llega muy ensayado y de esta manera el resultado global siempre es positivo. No hubo ni el más mínimo problema de coordinación entre foso y escena y todo transcurrió con gran fluidez. A sus órdenes estuvo la Orchestra of the Age of Enlightenment, cuyo sonido es más ligero que el de una de las orquestas a las que estamos más habituados, pero ofreció un excelente sonido. Buena también la actuación del Glyndebourne Chorus.

Los repartos vocales no suelen ser espectaculares en Glyndebourne, sino que más bien van en una línea de dignidad. Este Falstaff no ha sido una excepción.

Sir John Falstaff fue interpretado por el barítono francés Laurent Naouri, cuya actuación fue mas convincente escénica que vocalmente. Es un buen actor, que se pliega perfectamente a la visión del personaje que ofrece Richard Jones. En términos vocales su voz es demasiado baritonal, resultando excesivamente clara para el personaje, no ofreciendo tampoco su timbre mucho atractivo.

La soprano americana, de origen mejicano, Ailyn Pérez fue Alice Ford y me resultó escasa para el personaje. Su voz responde a las características de una lírico-ligera y Alice pide más una lírica plena. El timbre es atractivo, pero el centro es escaso y queda corta en graves.

Ford fue interpretado por el joven (29) barítono ruso Roman Burdenko, que mostró un instrumento interesante, bien timbrado y homogéneo a lo largo de la tesitura. Hay momentos, especialmente en el último acto, en los que la voz suena engolada y entonces sufre la emisión, que sale con alguna dificultad del escenario. La impresión  global es positiva.

Ailyn Pérez, Roman Burdenko y Laurent Naouri

Le mezzo danesa Susanne Resmark prestó a Mrs.Quickly una figura oronda, muy adecuada para producir hilaridad en el público. Escénicamente, abusó de gestos artificiales, cuyo único objetivo era provocar la carcajada, mientras que vocalmente resultó una intérprete digna, sin los graves necesarios para la escena de la visita a Falstaff en el Albergue de la Giarrettiera.

Vocalmente, lo mejor de la representación fue la actuación de la soprano rusa Elena Tsallagova en la parte de Nanetta. Voz de soprano ligera de timbre muy atractivo y muy bien manejada. Estuvo muy bien en su aria del último acto.

El tenor italiano Antonio Poli estuvo bien como Fenton. Voz agradable y reducida de tamaño, que se estrecha al ir hacia arriba, lo que hace que abra sonidos en esa parte.

Lucia Cirillo fue  una adecuada Meg Page. A este personaje hay que exigirle musicalidad y la tuvo.

En los personajes secundarios estaba Graham Clark en Doctor Cajus. Para mi él ha sido una de los mejores tenores característicos de los últimos años y guardo un recuerdo magnífico de sus Mimes. La voz nunca ha sido espléndida, pero sus dotes interpretativas han sido siempre su sello de distinción.  Le encontré en buen estado vocal y disfruté con su interpretación.

Ailyn Pérez, Lucia Cirillo y Antonio Poli

Colin Judson fue un adecuado Bardolfo, mientras que Paolo Battaglia fue un espanto como Pistola. Solo recordar que en una ocasión tuve que soportarle como protagonista del Oberto de Verdi hace que se  me abran las carnes.

El teatro ofrecía una entrada muy próxima al lleno. El público se lo pasó en grande  a juzgar por sus risas al leer los sobretítulos. La recepción final fue cálida, con bravos para Laurent Naouri y Mark Elder. La representación comenzó puntualmente. Hay que ser muy british para fijar la hora de comienzo a las 4,40. La duración total fue de 3 horas y 52 minutos, incluyendo un intermedio y algunas breves paradas. La duración puramente musical fue 2 horas y 1 minuto. Los aplausos finales se prolongaron durante 5 minutos. El precio de la localidad más cara era de 235 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 115 y 225 euros. La entrada más barata costaba 52 euros. José M. Irurzun

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