Fantasía Shakespeareana en Teatros del Canal
FANTASÍA SHAKESPEAREANA
Alfredo Aracil: “Dos Delirios sobre Shakespeare”. Texto: José Sanchis Sinisterra. Irene Bau, Manuel de Blas. Madrigalistas: Mercedes Lario, (soprano), David Azurza (contratenor), Gerardo López (tenor). Solistas de la Orquesta titular del Teatro Real. Director: José Ramón Encinar. Director de escena: Tomás Muñoz. Teatros del Canal, 14-6-2016. Temporada Teatro Real.
Los dos melólogos fueron presentados en la misma sede en mayo de 2009. El primero, “Próspero: Scena”, se había estrenado en el Almeida Theatre de Londres hace ya 22 años. La música comenta los ingeniosos textos en el estilo de los antiguos melodramas de Benda, Mozart, Beethoven o Weber. O nuestro Tomás de Iriarte. Un trío vocal muy acoplado dibuja delicadas figuraciones inspiradas en el madrigalismo inglés. La narración es subrayada con una magnífica precisión de timbres, ritmos y acentos. Escuchamos incluso un apunte valsístico. Aracil, creador eminentemente culto y curioso, sabe colorear sus pentagramas de una extraña poesía nacida de la exactitud, de la precisión del trazo, de la respiración natural de las cosas y del manejo del silencio como elemento constructivo, rasgos que acaban por actuar como animadoras de ese latido interior que termina por llegar.
Muy bello, por línea y atmósfera sonora, el fragmento sobre las palabras “Ven, dulce sueño”, en el que la viola y el chelo despliegan su suave voz al final de la segunda pieza. El texto fantasea libremente en torno a los deseos, temores y pensamientos de los dos personajes shakespeareanos. El adjudicado a la conturbada Julieta, que no ha logrado suicidarse y lleva viviendo más de treinta años en su cripta, está lleno de hallazgos. La voz cascada y socarrona de Manuel de Blas –que tuvo que consultar su guión todo el tiempo-, encaja bien con el conturbado personaje de Próspero; lo mismo que la algo velada de Irene Bau, dueña de una gran variedad de resortes expresivos y de una clara dicción.
La dirección de Muñoz penetró en todos los recovecos posibles a lo largo de una acción que se desarrolla en una pista de arena y que adquiere importancia a partir de un espirituoso manejo de la luz y un acusado y milimétrico estudio de gestos y actitudes, a los que ha sabido dar un evidente toque irónico, lo que concede a las dos obras una apariencia más siniestra y en ocasiones trágicamente humorística. El grupo instrumental actuó sin un solo fallo llevado de la firme mano de Encinar, que dirigió desde lo alto. Arturo Reverter
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