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Mil y una resonancias
Delirio belcantista
Por Publicado el: 13/02/2006Categorías: Crítica

Fármaco en saldo

El “Elisir d’amore” en el Real
Fármaco en saldo
Se había anunciado una nueva producción de Hugo de Ana para “L’elisir d’amore”, aunque se pudo saber que realmente no era tal sino que más bien era una reelaboración de una ya vista en Japón. Aunque fuera anunciado en enero, ya en octubre pasado surgieron desacuerdos entre de Ana y el Real y el proyecto se vino abajo. Resulta altamente sorprendente que ninguna de las partes en discordia – habiendose incurrido en gastos no despreciables- haya querido dar una explicación. Sin duda al público le hubiera gustado conocer las razones que le han impedido ver el trabajo de Hugo de Ana incluído en sus abonos. Lo que sí sabemos es que el Real lo ha sustituído por la producción operística más vista en la historia de España. Mario Gas la estrenó en el Grec y más tarde la vieron en el Liceo cerca de cuatrocientas mil personas. ¡Quién le iba a decir a Gas que, por unas y otras circunstancias ajenas, iba a sucederle esto con su modesta producción! Estoy seguro que, de haberlo sabido, el diseño habría sido muy distinto.
Conocidas el contexto vayamos al contenido. La acción se sitúa en la plaza de una barriada popular visitado por las fuerzas fascistas. Evidentemente lejos del libreto en tiempo y espacio, funciona correctamente sin grandes contraentidos. No hay en el foso, comandado por Maurizio Benini, nada especial ni excelso ni execrable, sino buena rutina de repertorio. El papel de Adina demanda una voz más fresca y densa que la de Patricia Ciofi, velada según los registros y justa arriba. Estamos ante una buena cantante -lo demostró en su aria del segundo acto- fuera de lo que debe ser su repertorio. Aunque resulte bien en escena, es muy posible que Mariola Cantarero, en el segundo reparto, ofrezca una representación más completa en todos los niveles. Antonio Siragusa carece del físico y la voz ideal para Nemorino, con mucho más peso y poesía ésta -“Adina credimi”, “voglio morir soldato”, etc-, y sufre en la comparación con Flórez, Bros y Villazón, los recientes tenores en Las Palmas y Barcelona. Terminó la “Furtiva lacrima” fuera de tono, pero saca adelante con dignidad profesional una parte que, no lo olvidemos, ha sido la del retiro de voces del cuerpo de Bergonzi, Pavarotti o Carreras. Marco Vinco es un Belcore algo tosco. Ruggero Raimondi, quien a estas alturas debuta como Dulcamara, es caso aparte, el que marca la diferencia entre el ayer y hoy. No es ya que con su aparición en escena se coma a todos, como requiere el momento, sino que demuestra lo que es ser un completo actor-cantante por encima de un par de problemas en notas altas extremas. Canta y, cuando no canta, recita con una autoridad envidiable. Sigue siendo un grande y ayuda a que mantengamos vivos los buenos recuerdos del último gran periodo de la lírica.
El público se mantuvo frío, calentándose tras el descanso hasta el happening final de Raimondi, y lo comparto. Al programar este título, con los antecedentes de Las Palmas y Barcelona, el Real tenía que haber apostado mucho más fuerte, pero ha perdido a la grande. Le queda el consuelo de jugar a la chica con el segundo reparto. Gonzalo Alonso

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