Fátima Dzusova, el aliento romántico
Fátima Dzusova, el aliento romántico
PALAU DE LES ARTS. CONCIERTO GANADOR PREMIO ITURBI. Programa: Obras de Borodin (Obertura de El príncipe Ígor), Rajmáninov (Concierto para piano y orquesta número 2) y Elgar (Variaciones Enigma). Solista: Fátima Dzusova (piano). Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director: Constantin Trinks. Lugar: Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1400 personas (prácticamente lleno). Fecha: Viernes, 2 febrero 2018.
Fruto del nuevo aire de colaboración entre las instituciones que parece respirarse en la Comunitat Valenciana, el Palau de les Arts (Generalitat) se ha aliado con la dirección del Premio Iturbi (Diputación de València) para incluir en su flaca programación sinfónica un concierto con el ganador del conocido certamen pianístico. El viernes, precisamente a la misma hora en la que la Orquesta de València y Yaron Traub actuaban en el vecino Palau de la Música, en el Palau de les Arts se presentaba junto a la Orquestra de la Comunitat Valenciana la pianista rusa Fátima Dzusova (1991), brillante e incuestionable ganadora de la última y vigésima edición del Iturbi.
Dzusova alcanzó en el Premio Iturbi, celebrado el pasado mes de septiembre, un triunfo claro, nítido, rotundo e inapelable, basado en una desarrollada y bien forjada técnica y un temperamento musical extravertido y arrollador, que nunca se antoja exhibicionista o gratuito. Tocó entonces, en la fase final, una sobresaliente versión del más que exigente Segundo concierto de Brahms. Ahora, el viernes, junto a una discretita Orquestra de la Comunitat Valenciana que nada absolutamente tenía que ver con el formidable conjunto escuchado un día antes en Peter Grimes, la joven pianista rusa brindó una versión de calado y fuerte aliento romántico del mil veces escuchado Segundo concierto para piano y orquesta de Rajmáninov, que alcanzó su momento de mayor intensidad expresiva en el emotivo Adagio sostenuto central, donde Dzusova encontró la complicidad sobresaliente de la flautista Magdalena Martínez y de unos duchos profesores de orquesta que tuvieron el acierto de escucharla más a ella que a la desconcertante batuta que tenían sobre el podio.
En el primer movimiento, tras un inicio prometedor en los compases iniciales en solitario, tuvo el infortunio de contar con un maestro tan inadecuado como el alemán Constantin Trinks, que no hizo sino taparla y desequilibrarla, con una dirección tan vehemente como descontrolada, que cuando no asfixiaba el sonido del piano lo desequilibrada con desajustes métricos y acelerones absolutamente impropios y erráticos. Solo la solvencia, seguridad y buen hacer de la solista y de los profesores de la Orquestra de la Comunitat Valenciana pudieron evitar el naufragio y salvar una versión que podría haber concluido en auténtico desastre.
Las mismas características tuvieron las dos obras que completaron el programa, en las que el expansivo maestro alemán desquiciaba los tiempos a través de una gestualidad exagerada e inoperante, que más parecía destinada al público que al desarrollo de la materia sonora. La obertura de El príncipe Ígor de Borodin pasó sin pena ni gloria, descuidada y dentro de una atmósfera soporífera ajena por completo a la delicada escritura del compositor ruso, mientras que las ya de por sí aburridillas Variaciones Enigma de Elgar lo fueron aún más por culpa de una dirección fatua, hueca, desenfrenada y a trompicones. La OCV volvió a abordar este repertorio romántico con una reducida plantilla orquestal (cuerda 12-10-8-6-4) absolutamente insuficiente para estas obras e impropia de un conjunto de su calidad y posibilidades. Justo Romero
Publicado en Levante el 4 de Febrero de 2018
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