Fellner, a falta de un hervor
Ciclo de Scherzo
Un hervor
Obras de Beethoven y Mussorgski. Hill Fellner, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 3 de mayo.
Pollini se lo puso difícil a cualquiera. Hubiera sido todo un acontecimiento que el recital del próximo día 30 se hubiera producido justo ahora. Se hubieran podido comparar con la memoria fresca las dos mejores versiones de las “Sonata n.2” de Chopin que puedan darse hoy día, las del citado y la de Zimerman. Pero le tocó a Till Fellner (Viena, 1972) tomar el relevo.
Venía precedido de una cierta fama, de haber vencido en los premios de Clara Haskill y Sociedad Mozart de Viena, por sus actuaciones junto a Abbado, Harnoncourt o Pagano y por su asociación con el chelista Heinrich Schiff en varios ciclos de cámara. Empezó despertando un cierto interés en los dos primeros tiempos de la “Sonata n.2 en mi bemol mayor” de Beethoven, que se aflojó en el tercero y aún más en la de “Los Adioses”. Ya en ella quedaron patentes unas limitaciones que aún serían más evidentes en los “Cuadros de una exposición”. A sus lecturas les falta peso y desenvoltura, quedando algo deslabazadas y faltas de aliento. Toca con fuerza y el sonido es potente –que no majestuoso en “La gran puerta de Kiev”, y el color limitado. Una obra como la de Mussorgski arrastra al oyente de principio a fin si se toca con autoridad. No fue así. Al final dejó una impresión entre académica y funcionaria, pero es joven y tiene tiempo para progresar. Gonzalo ALONSO
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