Festival de Salzburgo: Entre risas y suplicios
Festival de Salzburgo
Entre risas y suplicios
Obras de Ligeti y Berlioz. Barbara Hannigan, soprano. Orquesta Filarmónica de Berlín. Simon Rattle, director. Grosses Festspielhaus. Salzburgo, 29 de marzo.
Da miedo pasear por la noche salzburguesa tras escuchar los ecos de la noche de aquelarre de la “Sinfonía Fantástica”, pues no hay ni un alma por las calles. Tampoco dentro de los pocos bares que permanecen abiertos a las once y media de la noche. La crisis hace estragos. La oficina de prensa del festival dice que se han recibido para esta edición más peticiones de entradas que en los últimos años, pero sin embargo no se ve a nadie buscando entradas a la puerta de los conciertos. Salzburgo en Pascua tiene el festival más caro del mundo, con precios de 700€ para las butacas, pero hay que pagar a toda una Filarmónica de Berlín. El festival estuvo a punto de naufragar meses atrás cuando se descubrió que su gerente se había apropiado indebidamente de fondos de la entidad. La historia habla de intentos de suicidio, prisión y muchas otras cosas, siendo la consecuencia que no quedaba dinero para unos berlineses que decidieron optar por Baden Baden hasta que Eliette, viuda de Karajan, decidió apoyar el festival creado por su marido aportando los fondos necesarios. Se consiguió así retener a la orquesta por cinco años, con la condición de que ella asumiría todas las responsabilidades del certamen, nombrando como gerente a Peter Alwar, antes alto cargo n EMI. Ha supuesto una importante ayuda, si bien no tanta como los treinta millones de dólares que la sexagenaria Ann Zigf acaba de donar al Metropolitan neoyorquino, en lo que supone la mayor aportación en la historia de aquella ópera.
“Atmósferas para gran orquesta” de Ligeti abrió el tercer concierto de Rattle. El título expresa todo el contenido de una obra de ocho minutos, que emula a Debussy en el siglo XX. Vinieron después tres arias de la ópera “El gran Macabro”, que posiblemente se vea en el Real. Les dejo los apuntes tomados al vuelo como una fiel impresión: “Aparece una delgada vampiresa envuelta en un abrigo de cuero negro y con tacones de plataforma. Varios músicos rompen periódicos. Algunos responden a las palabras de una cantante que parece hacer gárgaras: ¡KoKoKo, Kukuriku, Kikeriki, Kaarikaka, Makarikaka! Se desprende del abrigo tras limpiar ua mancha. Una nota aguda hiere los oídos. La orquesta en ostinato. Aúlla. Rattle expresa algo mientras da una vuelta al podio, hasta que ella le echa del mismo y se pone en su lugar. La cuerda grave en acordes tonales. Parece que le entra hipo, se le raya el canto. Pega un grito con la orquesta en fortísimo. Carcajadas, ovaciones e incluso bravos”.
Cerró una “Fantástica” que hizo añorar, no ya a Karajan, sino a Igor Markevitch, construida a base de detalles -algunos magníficos, con planos novedosos y otros con falta de agresividad- más que de unidad global. Impresionantes los contrabajos en el último tiempo, los trabajos de clarinete y flauta o el lujo de colocar seis arpas para el “Baile”. Sin los berlineses habría pasado sin pena ni gloria. Gonzalo Alonso
Últimos comentarios