FESTIVALES SOSTENIBLES

Durante el verano, ya se sabe, se paraliza la actividad musical clásica en los grandes centros de producción; son sustituidos por vistosas paradas musicales en ciudades de la periferia, muchas de las cuales se inscriben en una tradición más que notable. Ahora que la crisis económica lo ensucia todo, los promotores y directores de festivales han de hacer malabares para conservar el pulso de sus ofertas. Unos lo consiguen mejor que otros, pero todos arriman el hombro y, a base de imaginación y trabajo, consiguen que no se les venga abajo el tinglado.

Uno de los festivales veraniegos de más tradición y solera es la Quincena Musical de San Sebastián, que hace ya algunas temporadas dirige Patrick Alfaya. La muestra, que arrancará el uno de agosto, se prolongará durante todo el mes con una programación tan coherente como posible. Se acabaron los tiempos de fuegos artificiales y sonoras mascletás, para ofrecer programaciones más modestas pero más inteligentes, ajustadas a la realidad y la lógica. Se acabó aquello de pagar millonadas por recitales de bises o de traer a agrupaciones de bandera a montar sus bolos particulares. La calidad, la calidad musical,  se puede conseguir sin costosas inversiones (¿quién podría llamar inversión a aquello? ) , y parece que los festivales españoles, tras las correspondientes despilfarros de antaño, están ahora haciendo los deberes con fundamento y criterio. A mí me parece que la programación de la Quincena de este año es una buena muestra de ello.

Abrirá la Mahler Chamber Orchestra, una orquesta de jóvenes, algo que parece haberse convertido en garantía  frente a las hordas funcionariales de las agrupaciones B de las grandes orquestas del circuito. Pero habrá  otros conjuntos sinfónicos, como la Filarmónica de San Petersburgo, la Sinfónica de Colonia, la Orquesta de Cadaqués o la Filarmónica de Oslo, con batutas de la talla de Yuri Temirkanov, Alberto Zedda, Jukka-Pekka Saraste o Vasily Petrenko (ojo, no confundir con Kirill, que sucederá a Rattle en la Orquesta Filarmónica de Berlín) y la participación del Orfeón Donostiarra. Entre los solistas participantes hay que destacar a los pianistas Javier Perianes y Grigori Sokolov, o lo que es lo mismo un clásico que cada día se renueva y un emergente que de tan consolidado pide ya a gritos que se le deje de calificar así.  Hay igualmente la consabida sesión operística, con una Tosca protagonizada por Ainhoa Arteta, y el no menos esperado espectáculo híbrido  con la mediática Sara Baras.

Pero la mejor noticia para todos es que los abonos están confirmados al cien por cien y que algunos conciertos han colgado ya el cartel de ´no hay entradas´. Y cuando se redactan estas líneas la previsión de venta de localidades es del 78 por ciento. Creo que datos como estos suponen una interesante sostenibilidad para el festival, una cuestión de la que, en condiciones normales, a los críticos nos gustaría no tener que hablar. Pero, obviamente, las condiciones en estos momentos no son normales. Pedro González Mira

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