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Por Publicado el: 13/09/2007Categorías: En la prensa

Flórez segun Sagarminaga

Joaquín Martín de Sagarmínaga

“Flórez proporciona el gozo del canto natural, que se expande sin trabas ni artificio aparente. Eso es lo que a toda costa debe conservar, por tratarse de un canto fino y sutil, pero en cierto modo vulnerable.”

Juan Diego Flórez

Las campanas ya están echadas al vuelo en el caso del tenor peruano Juan Diego Flórez, y nada tranquiliza más que oír el tañido puro, vibrante y homogéneo del consenso. ¡Flórez es el más grande, el único, el heredero de Kraus! Mas, ¿son legítimas tales afirmaciones?
Vaya por delante que admiro a Flórez por lo que ya ha conseguido. También que es el tenor actual que me suscita mayor interés; que la inminencia de un simple recital suyo me produce un sano nerviosismo.
Opino, eso sí, que para juzgarle con equidad es conditio sine qua non no hacer comentarios definitivos sobre él sin haberle oído en vivo, ni oírle desde muy lejos.
La razón de lo primero es que los discos son muy mentirosos, pero en el caso de Flórez sus mentiras, lejos de embellecerle con ardides de estudio, no recogen con fidelidad su timbre. Hay excepciones, como su Barbero de 1997, grabado en vivo, o ese incandescente dúo del Otello de Rossini, Qual gioia all’armi!, una colaboración de primera época en un CD de Vesselina Kasarova. El sentido de lo segundo es que la voz de Flórez no es de gran formato, y situados no lejos de él se aprecian mejor los matices del canto.
Ya apareció la expresión la voz de Flórez, ante la que tantos se han rendido desde sus inicios en Pésaro.
¿Cómo es esa voz floreciente?, ¿de qué modo actúa su dueño?
Se trata de una voz de timbre gratísimo, .exible, dúctil. De extensión generosa, con lógica debilidad en los graves, que encubre hábilmente sin remarcarlos, sólo insinuándolos. Su tipología es de ligero puro, con posibilidades casi apenas columbradas de lírico ligero, de ahí que Puritanos o Hija del regimiento le sitúen frente a sus propios límites. No está de más añadir que los mismos tocan una peligrosa frontera en momentos del Rodrigo de Otello (que no estoy pesaroso de que haga en Pésaro), y que Guillermo Tell queda por completo fuera de los mismos, hoy y siempre, pues el tono heroico de la ópera no es el suyo, ni el calibre vocal se corresponde con su instrumento.
Flórez proporciona el gozo del canto natural, que se expande sin trabas ni arti.cio aparente. Eso es lo que a toda costa debe conservar, por tratarse de un canto .no y sutil, pero en cierto modo vulnerable.
Deberá pulir el recitativo (cosa que ya está haciendo), si quiere otorgarle mayor variedad y salero.
En su caso, además, le iría de perlas recalar en alguna obra lírica de Mozart (incluido su Réquiem), para que la voz no perdiera tersura y el canto continuase su proceso de refinamiento, siempre en alza.
Aunque la media voz está apuntada en muchas muestras de su estilo, un uso más asiduo y canónico de la misma enriquecería el espectro dinámico.
La gran pregunta que muchos se hacen no tiene aún una respuesta definitiva. ¿Es Flórez un exponente del canto más intuitivo y puro, o bien un fenómeno técnico, asentado paso a paso bajo la atenta guía de su maestro Ernesto Palacio, del que ha calcado algunos fraseos? Sin embargo, más importante que conocer a día de hoy la causa de sus prodigios vocales es saber el tiempo que va a poder seguir ofreciéndonoslos.

Este artículo sobre Juan Diego Flórez ya fue publicado con anterioridad en el Boletín de Divierdi. Aparece ahora de nuevo, actualizado; cualquier momento es bueno para dedicar un recuerdo a este primerísimo tenor, que sin duda seguirá su camino con la voz bien alta.

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