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Por Publicado el: 24/10/2010Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Francisco Pérez González, Pancho para todos

Francisco Pérez González, Pancho para todos
Son las ocho de la mañana y, como todos los días, repaso la prensa en Internet empezando por sus secciones de cultura. Cuando llego a la de El País encuentro un lay-out típico de un obituario importante. El titular de uno de los artículos, firmado por Juan Luis Cebrián, me encoge el corazón: “Gracias, Pancho”.
Me imaginaba que algo no iba bien porque no nos habíamos visto al principio de la temporada musical en ninguno de sus importantes eventos, ni en el Real ni en el Auditorio Nacional. Como teníamos pendiente un almuerzo me hice propósito de llamarle a primeros de noviembre. Ya no podremos volver a compartir en La Ancha parte del menú que él llevaba desde su casa para que allí se lo preparasen.
Le conocí en junio de 1975, cuando entré a trabajar en el grupo Timón dependiendo directamente de él en temas financieros. Acababa de terminar mi master en “Economía y dirección de empresas” del IESE y era mi primer trabajo. Trabajé con él codo con codo durante tres años intensos, en los cuales tuvimos que hacer e inventar lo que hoy se llama “ingeniería financiera”. Los libros de Santillana, Altea, etc. se nos acumulaban en almacenes de países hispanoamericanos, la desgravación fiscal andaba por en medio y podía causar problemas. La mayor parte de su trabajo se centraba en aquel continente, al que Eductrade exportaba no ya libros sino aulas completas. Los viernes solíamos despachar con Jesús Polanco, el gran jefe, socio e íntimo amigo de Pancho y más tarde mío. Otra gran parte consistía en llegar a acuerdos con quien hiciese falta. Era uno de los mejores diplomáticos, políticos de ejercicio diario que no profesional, de los que he conocido. Con inteligencia para ver la jugada y con su enorme simpatía solucionaba cuantos problemas se presentaban. De esta capacidad, así como de muchas otras, tomé nota y aprendí muchísimo, habiéndome sido muy útiles en mi vida en el ejercicio de mi vida profesional ajena a la música.
Participó, quizá en la oscuridad pero como figura clave del grupo, en todas las grandes decisiones y momentos claves de él e incluso de la misma vida de Polanco. Así en la problemática que se desató por el control del imperio al poco tiempo de su separación de “Chispa”, su primera esposa, cuando un tercero se quiso hacer con la mayoría. En todo, también durante los últimos años, una vez fallecido su amigo, aunque por cambios estatutarios tuviese que abandonar sus cargos de consejero y asistir eventualmente a ellos como emérito. No estaba feliz con cuanto sucedía y, dentro de sus fuerzas y con espíritu pacificador, intentó trasmitir sus opiniones.
Nos veíamos en óperas y conciertos y siempre nos estrechábamos la mano con calor y mucho afecto, pero hubo de pasar mucho tiempo hasta que volviésemos a tener un trato más amplio. Sucedió a partir de cuando me llamó para invitarme a comer en la citada Ancha, restaurante habitual de ambos. Quería que le aconsejase en la compra de un piano para regalo a uno de sus nietos, con quienes se le veía muy entusiasmado. Entonces y en veces sucesivas hablamos de lo más trivial y de lo más profundo. De música, de política y de un imperio que se resquebrajaba. Compartí sus opiniones sobre la marcha de El País, lo que pensaba de su dirección, los errores cometidos con la OPA para absorber el cien por cien de una empresa en la que se estaba muy bien como se estaba, las dificultades en los consejos, en la sucesión… hasta sus pensamientos sobre algunas personas de trato compartido. No es éste lugar ni momento para analizarlas y, además, sería traicionar su confianza.
La pérdida de Pancho se dejará sentir en el mundo del libro, en esa Santillana que fundaron juntos Polaco y él y que cumple ahora 50 años a la par que se enajenan parte de sus acciones, en los equilibrios del grupo… pero, sobre todo, en Rosa, la compañera que le devolvió la ilusión tras la muerte de su esposa, sus hijos y nietos. Un fuerte abrazo para todos ellos, en especial para Pancho hijo, también compañero en el trabajo en aquellos setenta.
Su muerte, en lo que a mí respecta, supone la pérdida de una referencia muy importate en un periodo fundamental de mi vida, aquel en el que mi formación profesional y como persona avanzó muchos enteros en paralelo a la evolución experimentaba nuestro país y nacía El País. Estoy seguro que el resto del equipo habitual de entonces, Miguel Azaola, Carlos Martínez, Eduardo Rincón y Ramón también te echarán mucho de menos. Como lo harían Jesús, Flora Peña y Javier Baviano si no se hubieran ido antes que tu.
Son las nueve de la mañana, salgo para intentar verte por última vez. Gonzalo Alonso

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