FREISCHÜTZ: Partitura al servicio de la escena
DER FREISCHÜTZ (C. M. VON WEBER)
Schiller Theater de Berlín. 6 Octubre 2015.
Comienza mi peregrinación por Alemania, que se va a repetir varias veces durante esta temporada de ópera. En esta ocasión al título que nos ocupa ahora se une una nueva producción de Meistersinger, con Barenboim, y la oportunidad de ver La Africana de Meyerbeer, aunque aquí se anuncia como Vasco de Gama. Finalmente, asistiré a Nozze di Figaro en la Deutsche Oper. En medio haré una escapada a Hamburgo para ver Troyanos y Elektra, ambas bajo la siempre interesante dirección de Kent Nagano.
La verdad es que el viaje no ha empezado muy bien, ya que el resultado de este Freischütz ha dejado bastante que desear, debido a una producción escénica de las consideradas modernas y que no son sino una excusa para que el regista de turno haga lo que le viene en gana.
Se trata de una nueva producción que fue estrenada durante el pasado mes de Enero y que fue bastante mal recibida por la crítica y con buenas razones para ello. Su autor es el director de escena alemán Michael Thalhaimer, que hace una versión muy particular de esta obra maestra de Weber. Como lo que pretende es hacer una producción alejada del ambiente del libreto, toma la decisión de cortar prácticamente en su totalidad los diálogos, ya que harían chirriar en exceso lo que se oye y lo que se ve. Thalhaimer concibe la ópera como un drama oscuro y pesimista, que se desarrolla enteramente en un túnel, que cubre todo el escenario, dejando ver un ojo de entrada al fondo y que es por donde entran en escena los personajes. La presencia de esta escenografía única (Olaf Altmann) hace que la representación se ofrezca no solamente sin diálogos sino también sin interrupción. Aquí todo es oscuro, como si de una pesadilla se tratara. El vestuario se debe a Katrin Lea Tag y es más o menos actual y siempre en tonos muy apagados. La iluminación de Olaf Freese es un elemento importante para la escena, especialmente en la fundición de las balas.
Hay que decir que Michael Thalhaimer dijo en una entrevista, concedida fechas antes del estreno de su producción, que él nunca había visto una representación de esta ópera. Evidentemente, se nota. Samiel es un personaje que está continuamente en escena (ya desde la obertura) y alrededor de todos los demás y hasta se nos ofrece una Ännchen, que más bien parece también estar poseída por el maligno. La sangre abunda, ya que Kaspar, Max e incluso Ännchen se entretienen embadurnándose la cara y el cuerpo con la supuesta sangre del águila abatida en el primer acto. La producción es un ejemplo de lo que se puede hacer para desvirtuar una ópera y aburrir al sufrido espectador.
La dirección estuvo en manos de Alexander Soddy, cuya presencia suele ser bastante habitual en la Staatsoper de Berlín. No fue él quien dirigió el estreno de esta producción, sino Sebastián Weigle. La dirección de Alexander Soddy queda lastrada por la producción, ya que tiene que resultar muy difícil dirigir esta partitura mirando lo que ocurre en el escenario. En conjunto, su lectura fue buena, de corte dramático en las circunstancias y con una buena prestación de la excelente Staatskapelle Berlín. El Staatsopernchor lo hizo bien, aunque la producción cambia el coro de cazadores por el de bebedores de cerveza.
El personaje de Max fue interpretado por el tenor austriaco Nikolai Schukoff, que lo hizo razonablemente bien, empujando en más de una ocasión. Es un tenor solvente sin mayor relieve.
Anna Samuil estuvo bien como Agathe, con una voz adecuada y atractiva, aunque ofrece el inconveniente de que las notas altas le quedan unas veces tirantes y otras son simplemente gritadas.
El bien conocido Falk Struckmann fue el intérprete del malvado personaje de Kaspar. Mostró una voz todavía poderosa y se puede decir que cumplió con su cometido, aunque no fuera particularmente brillante.
Anna Prohaska fue una extraña Ännchen en escena, aunque vocalmente fue lo mejor de todo el reparto. La voz es muy atractiva y canta con mucho gusto, aparte de moverse con gran desenvoltura en escena. Hubo aviso de indisposición, que no se notó mucho, salvo en algunas notas altas en el último acto.
El Eremita necesita un bajo poderoso y de voz noble y Wilhelm Schwinghammer hizo agua en el primer aspecto, resultado insuficiente para el personaje.
Un tanto ligero para el personaje de Príncipe Ottokar me pareció AlfredoDaza, aunque su voz llegaba sin ningún tipo de problemas a la sala.
El veterano (75) Victor Von Halem resolvió con solvencia la parte de Kuno. Finalmente, Maximilian Krummen lo hizo bien en la parte de Kilian.
El Schiller Theater sigue siendo la sede de la Staatsoper por sexta temporada consecutiva. Las obras del teatro de la Unter den Linden se han alargado mucho más de lo previsto y todo parece indicar que todavía la próxima temporada se desarrollará aquí. La audiencia ocupaba alrededor del 75 % del aforo. Los mayores aplausos fueron para Anna Prohaska.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 4 minutos, sin pausas. Seis minutos de aplausos
La entrada más cara costaba 70 euros, habiendo butacas de platea al precio de 41 euros. La entrada más barata costaba 22 euros. José M. Irurzun
Fotos: Katrin Ribbe
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