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UNA NOCHE CON LA WESTBROEK
Vísperas Sicilianas: escuchar más que suficiente
Por Publicado el: 13/06/2014Categorías: Recomendación

Ciclo de cámara, emocionante mientras duró

El violonchelista Steven Isserlis

El violonchelista Steven Isserlis

                                                                                                                             FUE EMOCIONANTE, MIENTRAS DURÓ

Este miércoles, 18 de junio, finaliza la experiencia camerística más interesante y mejor que ha vivido el Auditorio Nacional desde el mismo día de su inauguración. El Ciclo Liceo de Cámara ha constituido a lo largo de sus  22 años  de existencia un medio idóneo  para que el aficionado madrileño se haya aproximado a un género musical que no solo constituye una de las líneas medulares fundamentales de la música llamada clásica, sino, con toda probabilidad, su más importante sustento pedagógico (pedagogía con mayúsculas: ayuda al entendimiento, la reflexión y el diálogo bien comprendido, y a la creación de una conveniente y necesaria capacidad para gozar intelectual y emocionalmente de la música ). La razón fundamental por la que desaparece hay que buscarla en la desidia creada en los responsables de la Fundación Caja Madrid, tras la pésima gestión del asunto desde el descalabro de la caja de ahorros y posterior invento de Bankia. No hay dinero para la música ahora; es decir que ahora descubrimos que, al parecer, antes, cuando lo había, se entregaba a la Cultura por pura misantropía. ¿Han desaparecido las razones por las que en España un banco decide financiar –con cuatro euros, dígase de paso-  un ciclo como Liceo de Cámara? Que alguien lo explique, por favor.

Pero es que, además, no ha aparecido ninguna otra empresa importante a la que le haya interesado echar una mano; seguramente porque  ya se han gastado todo el dinero del que pueden disponer para estas cosas de la música, apoyando económicamente proyectos menos radicales musicalmente (léase más musicales, sin más) pero mucho más… ¿pijos? Bien, dejémoslos en vistosos. O también apoyados en el desconocimiento cuando no en un amiguismo que, a día de hoy, sigue causando estragos a pesar de tratarse de los chocolates de todos los loros.  Lanzo una pregunta al aire: ¿cuánto habría costado mantener el Ciclo Liceo de Cámara, y cuánto va a costar la presente edición de Operadhoy? No estoy diciendo que no haya que ayudar a actividades como esta (aunque más de uno al leer esto lo va a interpretar así); lo que estoy diciéndole a los señores que pagan es que reparen en qué invierten: ¿tiene la misma rentabilidad cultural que se pueda escuchar el Octeto de Mendelssohn  a dos cuartetos como el Meta4 y el Arcanto al alimón que muchas de las modernidades –a veces moderneces de tres al cuarto- que se dan en el mencionado ciclo? No hay dinero. ¿Para qué no hay dinero? ¿No será que lo que no hay es gente que sepa algo de la cosa musical y se lave las manos?

Se ha instrumentado una solución de compromiso. El CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical) ha acudido al rescate del Liceo de Cámara y lo ha rebautizado con el nombre de Liceo de Cámara XXI. ¿En qué cambia con respecto al anterior? Para entender el cambio hay que atender a más de un dato. Liceo de Cámara fue creado por Antonio Moral, que es el actual director del CNDM, y que en su momento (cuando al conquense se le llamó para dirigir el Teatro Real) fue sustituido por Luis Gago, su actual responsable, aunque hace ya meses dimitido, y al que los “restos· de la autoridad competente de la Fundación han tratado como a un trapo.  Se puede, así, hablar de dos etapas. Se puede y se debe, porque han sido dos magníficos trabajos, pero muy distintos trabajos. Con Moral llegaron las programaciones que en el momento del inicio eran las necesarias (el gran repertorio camerístico), y protagonizadas por los mejores grupos del momento. Después Gago profundizó en los entresijos del género ideando conjuntos de programas a su vez integrados por páginas no ya relacionadas entre sí sino músicas que combinaran por razones externas definidas de antemano. Dicho de otra manera: lo maravilloso de sus programas era no solo la música escogida sino los porqués manejados en cada elección.

Liceo de Cámara XXI, de cuyos conciertos hablaremos desde esta página seguro que en más de una ocasión a lo largo del curso próximo, va  a ser otra cosa. No será ni el Moral inicial ni el Gago último, pues su objetivo es trazar una panorámica que vaya desde el XIX al XXI, de manera amplia. Sin duda es también una solución de emergencia ante la situación creada: mejor conformarse –los dineros conseguidos han sido pocos- que abandonar la marca.

¿Qué se escuchará en el concierto de despedida? Pues dos solistas de la talla de Steven Isserlis y Dénes Várjon , violonchelo y piano respectivamente, desgranaran un programa cuyas claves desvelará el director del ciclo en la presentación del concierto, otra de las originalidades del último período de Liceo de Cámara: ante la falta de presupuesto para imprimir programas de mano, Luis Gago, antes de comenzar la velada, sale al escenario y explica al personal lo que va a escuchar. Resultado: el público ha logrado al fin no tener que leer el refrito de turno y se entera de verdad de qué va a ir la cosa. Por supuesto, este señor ha recibido también críticas por hacerlo así. Pero es que, mientras no se demuestre lo contrario, la envidia  sigue siendo también  el deporte favorito de nuestras más insignes castas intelecto-musicales. (ojo: utilizo la palabra casta casualmente; no hay ninguna doble intención).

Steven Isserlis, violonchelo; Dénes Várjon, piano. SAINT-SAËNS: Sonata para violonchelo y piano núm.1. LISZT: Les jeux d´eau à la Villa d´Este. DEBUSSY: Sonata para violonchelo y piano. KURTÁG: Cuatro piezas para violonchelo. BARTÓK: Rapsodia para violonchelo y piano núm.1. MARTINŮ: Sonata para violonchelo y piano núm.1. Miércoles18, 19.30. 25 y 30 €.

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