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Por Publicado el: 27/03/2012Categorías: Crítica

Gabriel Bermúdez, descubrimiento para el lied

XVIII Ciclo de Lied
Gabriel Bermúdez, descubrimiento para el lied
Obras de Schubert, Schumann, Schoenberg y Wolf. Gabriel Bermúdez, barítono y Helmut Deutsch, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 27 de marzo.
Ante todo hay que empezar esta crónica alabando la decisión del INAEM de asumir el ciclo de lied que comandó Caja Madrid hace dieciocho años y que ha decidido abandonar junto al resto de las actividades musicales que promovía excepto una sola: su aportación al Teatro Real en un importe muy superior a cuanto aquellas le suponían en su conjunto. Una decisión incomprensible que le pasará factura, pues me consta que son muchos los aficionados a la música que van a cancelar sus cuentas en la entidad en señal de protesta. Sus gestores están a tiempo de dar marcha atrás pues su decisión puede ser contraproducente.
Había mucha expectación en el mundo profesional de la música vocal por saber cómo se comportaría Gabriel Bermúdez en el campo del lied, pues las referencias eran excelentes. El aún joven barítono madrileño ha pasado por excelentes escuelas: la Reina Sofía con Berganza, los trabajos con William Christie, con Minkowski o con los reputados directores que pasan por la Ópera de Zurich, a cuyo ensemble ha pertenecido durante los últimos nueve años. Allí ha aprendido a hablar alemán como un nativo, algo fundamental en el lied. Como también lo es la claridad de dicción y a Bermúdez se le entiende todo. Igual que a José Carreras o Di Stefano se les entendía todo. Sólo que para ellos el lied era algo ajeno y Bermúdez lo lleva en la sangre, quizá también por familia. Frasea con gusto exquisito, matizando y coloreando la expresión, apianando, recogiendo la voz o poniendo toda la carne en el asador. Me atrevería a decir, mejor dicho, lo escribo sin la menor duda que Bermúdez alcanza en el lied cotas más latas que en la ópera y en ello tiene mucho que ver el hecho de cómo sabe potenciar con escuela e inteligencia las capacidades de un instrumento que en sí no es excepcional, por más que haya crecido y ensanchado. Dios da talentos, pero luego hay que multiplicarlos y justo eso es lo que Gabriel Bermúdez consigue en el lied. “Wanderer an der Mond” pudo ser exponente global de todo ello, pero hubo muchas más piezas.
En Canarias se presentó con “La bella molinera” junto a Edelmiro Arnaltes. A Madrid vino con Helmut Deutsch, inseguro en la segunda parte y no mejor de lo que habría estado aquel, y con programa serio y sin concesiones: Schubert, Schumann, Schoenberg y Wolf con piezas que no de las más populares. Le sirvió para dejar claras sus capacidades, pero al café le viene bien un poco de azúcar. Lo hubo, eso sí, en el acierto de las tres propinas españolas, coronadas por una “Nana” de Falla como pocas veces he escuchado a un cantante masculino. El recital, recibido con entusiasmo creciente, se resume en una frase: altísimo nivel liederístico que aquí sería aún más valorado si el apellido no fuese “Bermúdez”. Gonzalo Alonso

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