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Por Publicado el: 13/11/2014Categorías: Entrevistas

Gabriel Bermúdez: “Lo importante es la entrega”

 

Bermudez[1]

 

 

  • Soy cantante por el ambiente que se respiraba en mi familia
  • Aunque todo lo tengas muy calculado, aquí nunca dos y dos son cuatro.
  • Esto te tiene que atrapar, porque no es un trabajo como otro cualquiera
  • No sabes si se recorta porque no hay dinero o si lo hay sólo para lo que se quiere

A pesar de haber superado diversas reválidas en España, desde la obtención del Premio Lírico Teatro Campoamor en 2005 por Orestes en la producción ovetense de la Ifigenia en Tauride a su presencia en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela, la carrera del barítono Gabriel Bermúdez (Madrid, 1975), tiene tintes netamente internacionales. Tras el impagable rodaje en Le Jardin des voix de William Christie y diez años de residencia en la Ópera de Zurich, hoy forma parte de la Ópera Estatal de Viena donde, antes de esta conversación, cuajaba en un Barbiere di Siviglia el Fígaro que retoma en enero, mes en que además compartirá cartel en el coliseo vienés con una Madama Butterfly contando en el foso con la batuta de Philippe Auguin: la misma que hace un año le dirigió en Bohème como Rodolfo, uno de sus papeles más aplaudidos. Este lunes Gabriel Bermúdez mostrará su forma en Madrid en La primera noche de Walpurgis incluída en la programación de la Orquesta y Coro de la Comunidad (ORCAM).

P. Después del largo rodaje en la Ópera de Zurich ¿Desde cuando forma parte de la de Viena?

R. Esta es mi segunda temporada. Pero debuté antes en un Romeo y Julieta. Aunque tenía firmado el contrato para empezar en septiembre de 2013, me llamaron porque se había puesto enfermo el Mercutio que debía dirigir Plácido Domingo.

P. ¿Y aquí se queda?

R. Por ahora tengo este año, pero voy a seguir casi seguro dos o tres más.

P. ¿Llegó siguiendo los pasos de Welser Möst?

R. La verdad es que no. Él aterrizó dos o tres años antes. Hice una audición en la que no sé si tuvo algo que ver, pero lo cierto es que él no estaba. Y ahora se ha marchado

P. ¿Qué ambiente se respira en el Teatro? ¿De orfandad?

R. Siempre se produce un momento de crisis cuando alguien que ocupa un lugar tan destacado se va inesperadamente, pero aquí están muy acostumbrados a sobresaltos, porque es un teatro completamente distinto a los otros en los que he estado. Con un ritmo de trabajo que no para nunca. Tienes asignado un papel pero a la vez debes cubrir muchos otros porque al programarse cada día una ópera distinta, las bajas son habituales. Por eso no les sorprende que la gente vaya y venga. Me sigue admirando que siempre –o casi siempre- tengan prevista una alternativa, porque prácticamente cada día pasa algo. Welser Möst ha dirigido muchísimo aquí, y tal vez pensó que era el momento de cambiar.

P. Antes de ocupar el puesto, dijo que la leyenda de nido de serpientes que pesaba sobre la casa quería experimentarla en primera persona

R. Yo no la calificaría así, pero claro está que no me he movido en su nivel de Director General de Música. Desde mi experiencia personal, lo que he percibido en este teatro después de mi estancia en Zurich, donde el trato entre nosotros era como el de una familia, es tal vez muchísima menos relación personal. Quizás sea un poco más frío en ese punto: como una máquina en la que eres una pieza más. La compensación la encuentras trabajando en un grandísimo teatro. Sentirme parte de él, me da mucha satisfacción. Como decía, es un teatro muy distinto al resto, En la misma producción un día cantas con alguien y otro con una persona distinta. Sales al escenario sin saber casi con quien estarás o si te has visto con el director de turno. Pero es un nivel de profesionalidad altísimo en el que cada cual se hace más responsable si cabe de lo suyo que en otros lugares. Porque se puede dar la circunstancia de tener que encajar sin ensayos previos en un montaje que a lo mejor lleva treinta años rodándose con cantantes distintos.

P. Un desafío adicional

R. Que implica un stress grande, pero cuando sale bien, también supone un orgullo añadido.

 

 

 

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P. Ya puestos ¿qué se comenta de la ópera en Italia y España, recortando títulos y modificando las producciones anunciadas?

R. De lo que puedo hablar es de lo que opinan los colegas, y es que es muy arriesgado ahora aceptar una oferta en Italia o España para dentro de dos años o tres y que luego, como de hecho está pasando, se te quede un hueco en la agenda. Hay cierta desconfianza, y es comprensible. Una pena, porque tenemos estupendos teatros, pero está pasando muy a menudo que de repente, un año antes, incluso con seis meses, te digan que falta dinero y hay que suspender la producción. Pero todo es muy relativo, porque se siguen haciendo algunas cosas que cuestan mucho. No sabes hasta qué punto se recorta porque no hay dinero o si es que sólo lo hay para lo que se quiere.

P. Viene para cantar La primera noche de Walpurgis con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. ¿Conocía la pieza?

R. No, y ha sido una sorpresa muy grata descubrirla, porque me parece una obra preciosa donde la orquesta y el coro son los grandes protagonistas. Me parece un Mendelssohn en estado puro. Esa serie de colores que aporta, lo hacen inconfundible. Basta con escuchar el principio para reconocer su impronta. Me apetece mucho además, porque quien ha querido que lo hiciera es Víctor Pablo. Desde que me dirigió Bohème en Barcelona ha tenido mucho interés en que volviéramos a trabajar juntos, y al fin ha llegado la ocasión, por lo que estoy muy contento

P. ¿Se siente cómodo en este repertorio, a caballo entre sus dos facetas conocidas de cantante de ópera y liederista?

R. Si, porque aunque no he cantando demasiados oratorios en mi vida, porque la tesitura a veces no se ajusta a mi voz, en el caso de Mendelssohn está escrito para una zona en la que me siento bastante cómodo. Como me ocurre en otras composiciones de Mendelssohn o Britten que me pueden ir muy bien, igual que con el Requiem de Brahms. O el de Fauré, que ya hice en Madrid.

P. Usted es un privilegiado en su formación, pensando que la respaldan su madre Carmen Rodríguez Aragón o Teresa Berganza. ¿a quien le debe más?

R. Desde luego a mi madre. A Teresa la conozco desde pequeño, y es casi de la familia porque fue, como todo el mundo sabe, alumna de mi tía Lola, que vivía en nuestro mismo edificio. Recuerdo encontrármela en el portal o en el estudio de mi tía cuando iba a dar clases. Siempre he sentido tremenda admiración por ella; por su idea del canto; su musicalidad… por todo. Haber podido tenerla como enseñante lo considero un privilegio enorme. Me ayudó muchísimo en un momento dado. Pero lo cierto es que con quien he estudiado desde el principio, y sigo haciéndolo, es con mi madre. Si soy cantante es por el ambiente que se respiraba en mi familia. Le debo mucho también a mi padre, a quien escuchaba cantar de pequeño… Es todo un poco, pero estaba predestinado. Prácticamente no sé hacer más que esto (ríe)

 

 

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P. También pasó por Le jardin des voix

R. Aunque se trataba de una especie de academia, lo recuerdo como una de mis grandes experiencias profesionales. Y es que la exigencia de William Christie, su ritmo de trabajo, los ensayos y el circuito de salas en las que actuamos tenían calidad de profesionales. Me marcó como ejemplo de disciplina para ser fiel a lo que se pretendía. Para seguir un camino… Fue una vivencia muy especial junto a gente que lo que hacía era con un amor y una pasión que con el tiempo me he podido encontrar, pero no como entonces. Porque era el conjunto entero: la orquesta, el coro, los maestros, los clavecinistas… todos estaban implicadísimos. Como si les fuera su vida en ello. Te hacían sentirte parte del proyecto a la fuerza. Fue algo muy especial.

P. ¿Guarda impresiones similares?

R. De las dos experiencias que recuerdo con más cariño porque tal vez me hayan marcado más, retengo esta junto a la llegada a los ensayos de Ariadne in Naxos en Salzburgo. Verme dentro del Festival en esa ciudad en la que te cruzabas por la calle con Barenboim, Kasarova…. Los primeros días estaba como en una nube, sin creer que pudiera formar parte de todo aquello. Le Jardin des voix también tuvo algo de eso: fue el salto de estudiante a verte en tu primer trabajo al nivel tan altísimo al que siempre había aspirado, y junto a alguien a quien admiraba.

P. Todo ello prueba de ese talento que su madre considera necesario para un cantante ¿se nace con él o se puede adquirir?

R. Con algo tienes que nacer para dedicarte a esto. Pueden ser muchas cosas: desde la voz solamente a la voz unida a una musicalidad determinada. Pero ante todo, esto te tiene que atrapar, porque no es un trabajo como otro cualquiera. Debes dedicarle prácticamente las 24 horas del día. Quien crea que después de seis u ocho horas se va a casa a ver una película, que se olvide. Sin entrega, aunque tengas todo el talento del mundo, no vas a ninguna parte. Porque, además, el cantante, a diferencia de lo que ocurre con otros instrumentos, está en continua evolución. La voz está cambiando de un día para otro. Incluso de la mañana a la noche. Si tienes una función, por la mañana vocalizas y por la noche notas que está distinta. Es un perpetuo adaptarse para el que tienes que estar preparado tanto física como mentalmente. Lo que muchas veces causa un desgaste emocional porque, aunque todo lo tengas muy calculado, aquí nunca dos y dos son cuatro.

P. El repertorio. ¿Lo consulta con su madre?

R. Claro que si. Lo que pasa es que después de quince años metido de lleno en esto, acabas conociéndote. Una cosa es en cantar en casa o ensayar en una sala, pero es saliendo al escenario cuando eres consciente de qué funciona y qué no: de cuáles son tus puntos débiles y cuáles los fuertes. A partir de ahí, acabas eligiendo el repertorio en el que mejor funcionas.

P. Su madre, que siendo soprano prefirió la retaguardia de la docencia ¿le entiende cuando le ve moverse por esos mundos?

R. Perfectamente. Además, puedo decir que siempre, casi todas mis decisiones las ha respetado y las respeta, porque es consciente de que a veces no es fácil salir al escenario.

P. ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado?

R. No lo sabría decir, porque tampoco es de sentencias rotundas, pero conociéndola, creo que lo más importante para ella es no desviarte del camino, teniendo claro hacia dónde vas. Sabiendo que las cosas unas veces salen bien y otras mal, y que cuando eso ocurre te van a criticar. …Y eso es duro en esta profesión, porque estás sometido a mucha presión. Hay muchísima gente que opina a tu alrededor y es difícil saber a quién merece la pena escuchar. Aunque no viene mal conocer todas las opiniones, siempre con cierta distancia, tanto para lo bueno como para lo malo.

P. En ese punto ¿tiene carreras modélicas?

R. Teresa Berganza sería un buen ejemplo en todos los sentidos. Viendo cómo se mantuvo siendo ella. Salió de un repertorio Mozart Rossini para, de repente, construir una Carmen de referencia. Todo, porque lo hizo como Teresa Berganza. Creo que esa es la clave: saber que se puede abarcar todo tipo de repertorio, admitiendo de antemano que habrá a quien le guste más y a quien le guste menos lo que haces. Sin pretender en ningún caso cantar con mi voz como lo hacía Cappuccilli, porque no tenemos nada que ver. Esa es la clave a mi entender

 

 

 

gabriel Bermudez

 

 

 

 

P. En los dos teatros a los que ha estado adscrito este tiempo se ha movido con voces de primera línea y con las principales batutas. Pero ser de plantilla produce una sensación de seguridad que no todos aceptan.

R. Puede que sea así, pero todo dependerá de cada uno. El estar en el ensemble supone en efecto poder cantar un Marcello, un Belcore o un Figaro como primer papel, pero el compromiso con el teatro implica además cantar papeles más pequeños o estar en lista de cover para sustituir llegado el caso a otros compañeros. Y debes saber mantenerte en tu lugar. Hay una equivocación a veces que nos lleva a pensar que las carreras se hacen exclusivamente estando en cabecera de cartel del primer reparto del título que abre cada temporada del Metropolitan o la Scala. Y no es así. Desde hace años se hacen a base de muchos papeles, con momentos malos y momentos buenos. Son etapas, y yo he considerado que, en esta, lo que me ofrecían aquí me podía convencer más que lo que me pudiera llegar desde cualquier otro sitio. Tal vez esto me haya supuesto renunciar a algo de libertad, pero también implica poder trabajar con continuidad. Y que en alguna época en que el mercado de trabajo ha estado realmente mal, he tenido la suerte de seguir cantando. Lo que no quiere decir que me vaya a quedar en Viena para siempre. O a lo mejor si. El cantante debe estar preparado para todo eso, porque esta carrera, como todo, se mueve por ciclos que suben y bajan.

P. En Viena acaba de hacer un Barbero de Sevilla encabezando cartel. En España, cuando ha actuado en los grandes teatros ha ido en segundo reparto ¿Se le ve tan poco por eso, o por ataduras contractuales?

R. Normalmente, cuando me ofrecen algo en España si estoy libre y el papel está en mi repertorio voy, porque me gusta mucho cantar allí. Pero tampoco me han llamado tanto. En los pasados años –aunque ahora eso ha cambiado, he de decirlo-, prácticamente el Liceu ha sido el único teatro que se ha interesado por mí. Pero si cuentan conmigo y puedo, acepto y aceptaré encantado.

P. ¿Está en conversaciones con Matabosch, ahora que está en Madrid?

R. Si. Porque además es una persona con la que me entiendo muy bien. Tenemos muy buena relación. y desde mis comienzos siempre ha querido contar conmigo. Espero tener pronto noticias suyas de ciertas cosas que hay por ahí flotando, pero todavía es pronto para hablar de ellas.

P. Al margen de esto. ¿Le interesa el repertorio español?

R. Mucho. La zarzuela, por ejemplo, me encanta. Soy un gran aficionado al género.

P. ¿Se apuntaría a alguno de los proyectos por los que está apostando Pinamonti en Madrid?

R. El contó conmigo para El Juramento, de Gaztambide, que hicimos el año pasado en varios lugares de España, y después no he vuelto a saber nada. En este caso, vuelvo a lo de antes de que si me llamase y estoy libre en esas fechas diré que si. Al principio, mientras estaba estudiando y al dar el primer paso a profesional tuve mucho interés en salir de mi país, porque me parecía fundamental para la formación. Al hacerlo se me brindó la ocasión de quedarme fuera trabajando y tuve la oportunidad de hacerlo siempre en teatros de primerísimo nivel. Eso tiene una parte muy positiva, que es acostumbrarte desde joven a ese nivel altísimo. Pero implica a su vez estar sometido a mucha presión. Pero el no cantar en España no obedece a una razón personal, porque haya decidido no hacerlo. Se ha dado así y, el estar más tiempo asentado fuera, comprendo que en España no sea especialmente conocido. Me parece normal.

P. Y un riesgo

R. Lo es. Pero a fin de cuentas, lo importante es trabajar a un determinado nivel. Cuando he cantado ópera en España -una vez en Madrid, muchas en Barcelona, varias en Oviedo…- siempre ha sido así. Por la calidad de la compañía, de la producción, del papel…   Y cuando me ofrezcan algo, si se den esas circunstancias, ¡estupendo!. Pero sólo así.

                                                                                                                                                Juan Antonio Llorente

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