“Galanteos en Venecia”: Brillante final de etapa
“Galanteos en Venecia” en la Zarzuela
Brillante apertura y final de etapa
“Galanteos en Venecia” de Barbieri. José Antonio López, Juan Manuel Padrón, Carlos Cosías, Cristina Faus, Sonia de Munck, Fernando Latorre, Antonio Torres, Santiago Nogués, Pepín Tre, Maribel Lara, etc. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela. Paco Mir, dirección de escena. Cristóbal Soler, dirección musical. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 10 de octubre.
No era el pleno puente la fecha más adecuada para abrir temporada en la Zarzuela, a pesar de lo cual se llenó prácticamente el teatro y, desde luego, los que estuvieron no se habrán arrepentido. Esta apertura de temporada ha sido importante, al menos, por tres motivos. De un lado muestran el interés de Paolo Pinamonti en desempolvar títulos olvidados que unen España con Italia, su país de procedencia y muy concretamente con Venecia, ciudad donde ha trabajado años. Barbieri estrenó “Galanteos en Venecia” en el Teatro Circo de Madrid en 1853 y su música fue tan apreciada que se mantuvo en cartel durante más de veinte años e incluso llegó a atravesar el Atlántico para dar a conocer en Latinoamérica una liosa trama amorosa ubicada en Venecia en los años de lucha contra los turcos. El compositor estuvo satisfecho con su partitura y con la unión de su música con el texto de Luis Olona. Podía estarlo ya que la obra muestra a las claras su ingenio y, dentro de un tono global brillante, hay números especialmente interesantes. Así cuando el coro simula ser una orquesta mientras canta Pablo, las no fáciles romanzas inicial o final de Laura o momentos de arranque dramático como la orquestación cuando Andrés llama miserable al conde. Gran oficio por doquier, que realmente merecía ser desempolvado.
De otro lado, por azares y no tan azares del destino, esta zarzuela supone el adiós del teatro de su responsable, pues Pinamonti se incorpora de inmediato al San Carlo de Nápoles y deja el de Jovellanos con una despedida por todo lo alto. Hace pocos días también abría temporada el Real y, esta vez, la Zarzuela se lo come con una apuesta que entraña mucho más riesgo, más significado para nosotros y una puesta en escena que lleva al máximo las posibilidades del escenario. Era difícil que Paco Mir igualara la ambición de aquella producción de “Los sobrinos del capitán Grant” de 2001, tantas veces merecidamente repetida después, y la ambición es la misma. Los espectadores prorrumpen en un aplauso muy raramente visto al abrirse el tercer acto con un barco. Seguro que esa ovación no premia sólo ese cuadro concreto sino también los anteriores: la plaza veneciana con sus góndolas o el palacio con una impresionante bóveda. ¿En qué hombros caben tantos elementos como se despliegan en el escenario? Verdaderamente tiene mérito tanta espectacularidad en la Zarzuela.
Vestuario, iluminación, coreografía acompañan un reparto que funciona. Cierto es que no van a encontrar en él a Kraus, Lorengar o Ausensi, pero todos los personajes se hallan bien servidos dentro de una muy aceptable homogeneidad en la que Sonia de Munk, José Antonio López y Carlos Cosías tienen los papeles de mayor relevancia. No lo tiene en Barbieri el de regidor que desempeña Pepín Tre, pero Mir inventa una presentación al espectáculo que divierte a muchos y a otros puede parecer gratuita además de alargar las ya más de dos horas y media de la obra. Ambas puntos de vista son perfectamente respetables. El resultado es un gran éxito del que todos y muy especialmente Pinamonti pueden sentirse bien orgullosos. Gonzalo Alonso
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