Gardiner, multado con seis puntos por exceso de velocidad
Gardiner en Ibermúsica
Un Beethoven trasgresor
Obras de Beethoven. María Joao Pires, piano. Coro Monteverdi y Orquesta Sinfónica de Londres. John Elliot Gardiner, director. Auditorio Nacional. Madrid, 27 y 28 de enero.
Vaya por delante mi admiración por Gardiner, uno de los directores cuyos conciertos procuro no perderme nunca. Vaya también por delante la contenida reacción del público tras el “Concierto para piano n.2” y, sobre todo, la “Sexta” en la primera jornada y la explosión jubilosa tras la “Novena”. Sin embargo no puedo compartir en modo alguno el concepto beethoveniano expuesto en sus dos últimos conciertos madrileños, aún admitiendo los múltiples detalles de interés.
Gardiner, que conoce bien el Auditorio, realizó diferentes colocaciones de atriles en ambos días, consciente de que los instrumentos situados en la parte trasera siempre proyectan más su sonido que los colocados en la delantera. Eso le funcionó bien. Sus lecturas se caracterizaron por la ausencia de vibrato en los arcos; la curiosa simultaneidad de sonidos pretendidamente historicistas con otros, como el de los timbales o las trompas mucho más modernos; con el abuso de “staccatos” en perjuicio del “legato” y por unos tempos de rapidez absolutamente imposible que, como decía mi maestro de cálculo infinitesimal y disculpen la expresión, obligaban a ir a los músicos, solistas y al buen Coro Monteverdi como “putas por rastrojo”. Podía intentarlo porque contaba con una agrupación de primero orden, porque con otra más normal habría resultado un desastre. Aún así hubo sus fallos, como las trompas al final del segundo tiempo de la “Novena”. La parte del tenor en la minimarcha con los platillos era irreconocible y es que Gardiner se dedicó a resaltar planos que nunca se escuchan y sumergió otros. Ganas de buscar una absurda originalidad. Al final, una “Novena” de infarto y la guardia civil a la salida para quitarle a Gardiner seis puntos por exceso de velocidad.
Mejor le fue con la “Pastoral”, porque los “staccatos” encajan con la escena de la tormenta y porque ofreció un tiempo lento de carácter haydiano y camerístico en el que todo sonaba pasmosamente diáfano. Maria Joao Pires mostró su clase en el segundo concierto y especialmente con su muy musical fraseo del adagio, aunque el acompañamiento de Gardiner volviera a resultar tosco. Para los abonados sin duda resultó curioso comparar la versión de la obertura “Egmont” tocada un par de días antes por la Filarmónica de Nueva York y la ofrecida por el inglés. Gonzalo Alonso
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