Gergiev, talento económico-musical
Ciclo La Filarmónica
Gergiev, talento económico-musical
Obras de Wagner, Rachmaninov y Tchaikovsky. Denis Matsuev, piano. Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo. Valery Gergiev, director. Auditorio Nacional. Madrid, 14 de enero.
Valery Gergiev ha declarado que “Vuestra crisis no es nada comparada con la que pasamos en Rusia”. Puede que tenga razón, pero quizá lo diga porque él no acabe de ver la nuestra, sobre todo al comprobar que en España hay dinero para pagarle a él, solistas y la amplia Orquesta del Mariinsky de San Petersburgo conciertos por Barcelona –nada menos que con Netrebko- Madrid, Alicante, Vitoria, Oviedo, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas. Cuestión de percepciones. En Barcelona tuvieron mucha suerte escuchando un par de conciertos, con la “Iolanta” en uno de ellos. Gergiev no quería aburrirse en su gira y prácticamente cambia de repertorio en cada ciudad. En Madrid le escuchamos como aperitivo el preludio del acto primero de “Lohengrin” en una lectura cuidada, llena de lirismo y con sus crescendos bien construidos. Vino luego una versión del popularísimo “Segundo concierto para piano” de Rachmaninov en la que Denis Matsuev demostró tener poder en los dedos, haciendo sonar las notas auque el maestro disparase el volumen de la orquesta. En plena competición decibélica se perdieron matices, el orden y el concierto a favor de los trazos gruesos con abundantes emborronamientos.
Otro cantar resultó la “Quinta” de Tchaikovsky, donde se lució la cuerda y quedó patente la compenetración entre director y orquesta. A Gergiev, que no emplea podio, le bastaron unos mínimos movimientos de manos y brazos para obtener lo que deseaba. Fue de agradecer la tensión contenida con que presentó la partitura, sin los desbocamientos que en ocasiones cultiva, y la forma en que evitó la por otro lado obligada pausa previa a la coda, puesto que debió entender que era la única forma de evitar el aplauso temprano. El público, que llenaba el Auditorio, respondió como cuando venía Mravinsky con Leningrado, pero las rebajas también llegaron a Rusia. Gonzalo Alonso
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