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Por Publicado el: 10/05/2010Categorías: En la prensa

Giulietta Simionato, mezzosoprano Inteligencia, voz y corazón

Giulietta Simionato, mezzosoprano
Inteligencia, voz y corazón
JUSTO ROMERO. EL MUNDO 9 DE MAYO
La legendaria mezzosoprano italiana Giulietta Simionato falleció el pasado miércoles en su domicilio romano de la Via Trigoria cuando sólo le faltaban siete días para ser centenaria. Nacida en la pequeña localidad de Forlì el 12 de mayo de 1910, la Simionato compartió escena con los más grandes artistas líricos del siglo XX. La Callas, del Monaco, Tebaldi, Corelli, Gobbi, Karajan, Serafin o Visconti fueron algunos de los cantantes y directores que trabajaron junto a esta artista irrepetible, consolidada desde hace muchas décadas entre las mejores y más admiradas personalidades de la historia de la ópera.
Artista seria y rigurosa, dotada de facultades naturales ciertamente excepcionales, su dilatada carrera profesional se inició en 1935, cuando se presentó en el Maggio Musicale Fiorentino con el estreno absoluto de Orseolo de Pizzetti, y se prolongó hasta el 1 de febrero de 1966, en que cantó el papel de Servilia en La Clemenza di Tito de Mozart en la Piccola Scala de Milán. Contaba sólo 56 años, pero optó por su vida privada en detrimento de los melómanos que la aclamaban a ambos lados del Atlántico. Suya es la conocida frase de “prefiero ser yo la que abandone a mí público a que sea éste el que me dé la espalda a mí”, en clara alusión a tantos colegas suyos que siguieron exprimiendo la envejecida voz hasta casi la ancianidad.
Su carrera fue una sucesión continua de crecimiento artístico y vocal. 31 años de éxitos ininterrumpidos marcados siempre por el rigor y la seriedad. La Simionato era artista integral, dotada de una voz privilegiada que se distinguía por su intrínseca belleza y la generosa tesitura, que le permitía alcanzar con facilidad el Do sobreagudo, algo realmente inusual en una voz de mezzosoprano capaz, al mismo tiempo, de moverse con soltura en los registros más graves.
Su técnica impecable, el control de la emisión y la excepcional ductilidad melódica fueron también cualidades de esta cantante afable, que trabajó y compartió repartos con similar empatía junto a las dos sopranos más destacadas y famosas de su época: Maria Callas y Renata Tebaldi. Como ellas, andaba sobrada de las cualidades que consideraba esenciales de una cantante, y que sintetizaba en tres palabras: “Inteligencia, voz y corazón”.
La armoniosa combinación entre facultades naturales, técnica sofisticada y sensibilidad expresiva fue origen y secreto de su inmenso, versátil y muy diversificado repertorio, que abarcó óperas italianas, francesas y alemanas. Dio vida en escena a los más característicos roles de su vocalidad. Amneris, Azucena, Carmen, Leonora, Dorabella, Cenerentola, Rosina, Carmen, Eboli, Santuzza, Dalila, Charlotte o Adalgisa son algunos de los muchos personajes que marcaron su carrera.
Con ellos triunfó en los más importantes escenarios. Scala de Milán, Ópera de Viena, Liceu de Barcelona, Metropolitan de Nueva York, Covent Garden… Cantó, grabó y compartió afinidades y estrellato con lo mejor de su tiempo. Íntima amiga de la Callas, coprotagonizó con ellas grabaciones operísticas que hoy son referencias insuperables. Entre ellas, Norma y Aida procedentes del Bellas Artes de México o la Anna Bolena de Donizetti representada y grabada en la Scala de Milán en 1957, con histórica puesta en escena de Lucchino Visconti.
Profesional absoluta, su carrera comenzó cuando en 1933 ganó el concurso de Florencia. Allí la escuchó el maestro Tullio Serafin, quien la recomendó en La Scala. Su fama se acrecentó tras interpretar en 1945 el papel de Dorabella (Così fan tutte de Mozart) en Génova y París. Sin embargo su consagración absoluta llegó como Mignon, de Ambroise Thomas, que cantó en Génova bajo la dirección de Gianandrea Gavazzeni. El éxito se repitió en La Scala en 1947, donde había debutado ya en febrero de 1936, pero sin encarnar hasta entonces papeles relevantes, dado su distanciamiento manifiesto del partido fascista.
Hasta el último momento de su carrera mantuvo en lo más alto el listón de exigencia. De su profesionalidad a prueba de todo, da cuenta el hecho de que en sus tres décadas de carrera únicamente cancelara tres actuaciones. Cuando se retiró, lo quiso hacer sin alharacas, con el modesto personaje de Servilia, de La Clemenza di Tito: ”Soy demasiado emocional para soportar un retiro oficial, por eso quiero hacerlo con el papel más pequeño; entré al mundo de la ópera por la puerta chica y así me quiero ir”.
Se equivocó. La Simionatto se ha marchado de la vida por la puerta más grande: la que los aficionados reservan a sus más queridos artistas; una puerta que permanecerá siempre abierta gracias a la memoria imborrable de sus actuaciones y grabaciones. Giulietta Simionato habita ya en el Olimpo imaginario donde reside la interminable leyenda que es la ópera.

Giulietta Simionatto, mezzosoprano, nació en Forlì, Emilia-Romana, Italia, el 12 de mayo de 1910, y falleció en Roma, el miércoles, 5 de mayo de 2010, con 99 años.

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