Gómez Martínez, maestría madura
Ciclo RTVE
Maestría en la madurez
Obras de Brahms y Mussorgsky. Orquesta y Coro de la RTVE. Miguel Angel Gómez Martínez, director. Teatro Monumental. Madrid, 24 de febrero.
El apartado emplazamiento donde trabaja la RTVE hace que la crítica tenga bastante marginada su Orquesta y Coro y se trata de algo injusto, por cuanto la calidad de ambos conjuntos, especialmente la orquesta, supera a otros con mayor presencia en los medios. Las comparaciones son odiosas pero. Por ejemplo, a la Orquesta de la CAM le queda camino para recorrer hasta alcanzar el nivel de la RTVE. Es indudable que los directores titulares han realizado un buen trabajo al margen de sus estrellatos personales y en este sentido hay que reconocérselo especialmente a Adrian Leaper.
Ha vuelto al ciclo otro de esos maestros que saben hacer orquestas, Miguel Ángel Gómez Martínez, con imagen remozada. Retomó tres piezas corales de Brahms que ya había dirigido con las mismas huestes en 1982. De entonces aquí ha logrado imprimirlas aquello en lo que entonces quedó más corto: la poesía y la intensidad emocional que encierran estas partituras de carácter muy sereno y casi intimista a pesar del arrebato ocasional en “Nenia” o en el más movido “Canto de las parcas”. Claude Rostand vio en las tres obras una especie de tríptico dedicado a un tema tan querido por los románticos como fue el destino. Brahms puso música a unos textos de Hölderlin, Schiller y Goethe enlazando en muchos sentidos este mundo con el de su “Requiem alemán”.
El director granadino reúne muchas virtudes, de las que hoy resaltaremos dos: la claridad que caracteriza sus lecturas y la misma palabra aplicada a la técnica con la que sus manos dan instrucciones. Son gestos trasparentes y de una gran elegancia que, como en casos de grandes maestros del pasado, han de hacer las delicias de cualquier cámara que retransmita los conciertos. Es una excepción en la escuela española de dirección, si es que ésta existe. “Los cuadros de una exposición” resultaron vehículo perfecto para admirar tales gestos, para completar contrastadamente el programa del concierto, para admirar la solidez de su construcción, el detallismo de la “Danza de los polluelos”, las calidades de saxofón o la tuba, el dramatismo de “Catacumbas” y la pomposidad de “La gran puerta de Kiev” expuesta con tempo muy contenido. El público premió las interpretaciones con unas de las mayores ovaciones de la temporada. Gonzalo Alonso
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