Gordas
El tema da para mucho, por más que Beckmesser lo tocase la semana pasada. Debora Voight, la causante de que el tema vuelva a ser noticia, no habrá cantado “Ariadna en Naxox” en el Covent Garden londinense, pero sí cantará la semana próxima “La Valkiria” en el Metropolitan. Lo grande del caso -y grande de verdad- es que ella será Sieglinde y tendrá como Brunhilda nada más y nada menos que a Jean Eaglen. Eso sí que es poder presumir de pesos pesados y, por cierto, a 165 euros la butaca. Comparen con estos lares. A James Levine no le importa otra cosa que tener cantantes para unos papeles siempre problemáticos. Tampoco parece ya importarle a Plácido Domingo, que cantará Sigmund y de quien décadas atrás se dijo que no quería cantar con Montserrat Caballé a causa de sus medidas. Era naturalmente un rumor falso. La razón era otra más prosaica como pudimos ver a partir de la Expo sevillana del 92.
Y hasta se puede entender que algunos directores de escena prefieran o incluso exijan para determinados papeles artistas más “normales”. ¿Acaso se puede morir de inanición pesando cien kilos? Claro que Desdémona tampoco puede cantar después de ser estrangulada. Claro que ni uno de ellos se atreve a enmendar la plana a Shakespeare o Verdi haciendo que el asesinato sea con un disparo, un puñal o un veneno. Hay valor para lo que hay valor.
Pero es que además tampoco se entiende la coherencia de tanto aficionado escénico de medio pelo. Vayan al Real a “Don Pasquale” – 118 o 200 euros sin tanto peso- y verán a Mariola Cantarero, una gran promesa entradita en carnes. Deténganse a analizar el vestido de su primer cuadro. Ni diseñado por su peor enemigo. ¿En qué quedamos? O sea, que no queremos gordas pero, cuando las tenemos, las vestimos para que se acentúen más sus orondidades y acaben haciendo el ridículo. Verdaderamente no hay quien lo entienda.
La ópera es ciertamente un espectáculo total y es por tanto estupendo cuando se puede contar de verdad con una Gheorghiou como Violeta, pero hay que saber elegir y, entre una cantante con muchos kilos, mucha voz y musicalidad y otra delgadita en todo, la elección habría de estar clara. Lamentablemente no suele estarlo.
Gonzalo ALONSO
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