Ton Koopman: grandeza artística
Ton Koopman: grandeza artística
Orquesta de Valencia. Programa: Obras de Bach (Suite para orquesta número 3, en Re mayor. Concierto para violín y orquesta en la menor. Concierto para dos violines y orquesta en re menor) y Händel (Música los reales fuegos artificiales). Solistas: Anabel García del Castillo y Esther Vidal (violines). Director: Ton Koopman. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1750 personas (lleno). Fecha: 10 marzo 2017.
En los años setenta del siglo pasado, la revolución de las versiones historicistas hizo estragos en el universo de la interpretación barroco en general y de la obra de Bach en particular. Entonces un nutrido grupo de jóvenes iluminados “especializados” en el barroco y sus aledaños introdujeron y establecieron criterios novedosos que reivindicaban la supuesta sonoridad original y mandaron al garete y en un plis plas las consagradas versiones de los grandes maestros, desde las de Furtwängler a Klemperer o al mismísimo Karajan.
Ton Koopman (1944), uno de los protagonistas de esta innovadora corriente, ha debutado al frente de una formación tan clásica como la Orquesta de Valencia para ofrecer un programa barroco que aunaba músicas de Bach y Händel. El maestro holandés, que trabaja frecuentemente con conjuntos de instrumentos “modernos” y no es precisamente un dechado de elegancia gestual, intenta desde su perspectiva historicista hacer sus versiones con un instrumento –la sofisticada orquesta contemporánea- desacostumbrado a una articulación, a una dinámicas y a una expresividad absolutamente alejada de su naturaleza sinfónica.
El resultado es saludable artísticamente, pero inevitablemente insatisfactorio. Un “quiero y no puedo” que conlleva un enorme esfuerzo a los instrumentistas para conseguir, en el mejor de los casos, versiones que nunca casan con una manera interpretativa que para ellos resulta impostada y ajena. Pero la buena disposición de los profesores valencianos y el saber hacer del afable maestro holandés lograron salvar el reto y no naufragar en el imposible empeño. A pesar de que hubo estridencias, excesos dinámicos, desajustes y patinazos (especialmente en las peligrosas trompetas y trompas), y de que las versiones, en general, tuvieron algo de brocha gorda –la desnudez barroca e historicista deja asomar inevitablemente los puntos flacos-, se impusieron la profesionalidad, tablas y oficio técnico de orquesta y director.
Todo –lo bueno y lo malo- asomó con claridad ya desde los primeros momentos de la Tercera suite para orquesta de Bach que abrió el programa. Dicha por Koopman con esa vivacidad, pulso y nitidez que caracteriza sus versiones, para las que debería de haber “escuchado” mejor la acústica del Palau para adecuarse a ella y evitar así las estridencias y excesos decibélicos que se produjeron. El momento de mayor elevación e interés de la versión llegó en la famosa aria que Bach emplaza como segundo movimiento, donde las bien rejuvenecidas cuerdas de la Orquesta de Valencia supieron plegarse al dictado del maestro y bordar una lectura de intenso y calibrado melodismo.
Como solistas de tan barroca cita, dos violinistas de la propia formación: la concertino Anabel García del Castillo y Esther Vidal. A pesar de jugar en terreno contrario –Koopman y sus revisados conceptos-, una y otra dejaron constancia de su categoría artística y violinística en una crecida y vivificada versión del Concierto para dos violones de Bach, en la que tuvieron la habilidad y flexibilidad necesarias para conciliar sus maneras interpretativas con los modos y conceptos del maestro holandés. Fue un acto ejemplar de grandeza artística y profesional tanto por parte de las virtuosas valencianas como del propio Koopman. El éxito, claro, fue grande y bien reconocido. Y ambas solistas respondieron con humor y talento regalando el divertido arreglo para dos violines de La Cucaracha, de Aleksei Igudesman y Richard Hyung-Ki Joo.
Antes, en la primera parte, García del Castillo recreó el Concierto en la menor, WWV 1041 con su característico y hermoso sonido, perfectamente involucrada en el tejido orquestal sin por ello perder su alto rango solista. El programa concluyó y se completó con una estilizada versión de la festiva y oportuna Música para los reales fuegos artificiales, de Händel, que en pocos lugares encuentra tanto sentido como en esta Valencia que ya huele y suena a Fallas. Justo Romero
Crítica publicada en Levante el 11/03/2017
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