Ciclo Ibermúsica
Grimaud y Chailly, desde la ingravidez
Obras de Ravel y Mahler. Hélène Grimaud, piano. Christina Landshamer, soprano. Orquesta Gewandhaus de Leipzig. Riccardo Chailly, director. Auditorio Nacional. Madrid, 22 de mayo.
Cierre de Ibermúsica con dos conciertos de gran atractivo sobre el papel. En el primero de ellos, además de la “Tercera” brahmsiana, el menos infrecuente “Concierto para violín” n.1 de Shostakovich con Leónidas Kavakos, uno de los más interesantes violinistas de la actualidad. En el segundo el “Concierto en sol mayor” de Ravel y la “Cuarta” de Mahler. Sin embargo se cumplió el dicho “El hombre propone y Dios dispone” y, a pesar de los muchos aplausos que coronaron las dos últimas obras, el concierto distó mucho de reunir la calidad de otras citas sobresalientes de Ibermúsica.
He de reconocer que jamás he entendido y sigo sin entender el lugar prominente que ocupa la francesa Hélène Grimaud y que sólo lo concibo por cuanto de mediático la rodea. Hay en el panorama pianístico muchas figuras de mayor calidad y menor renombre. En esta ocasión el sonido resultó pequeño, la superficialidad más que evidente y notables los desajustes de concepto con la orquesta, sobre todo en las dinámicas. Terminó su lectura y allí no había pasado absolutamente nada. Algo menos de ingravidez acompañó la versión de Chailly del Mahler, que contó con la participación de la soprano Christina Landshamer, musical pero corta de aliento, en el último tiempo. Chailly se olvidó del material al que debía acompañar en ambos casos y se lanzó por caminos de amplio espectro volumétrico en los que a veces los metales de la Gewandhaus no encontraban justo acomodo. Hubo algún momento de poesía en el bellísimo “adagio”, pero en general estuvo falto de tensión interna.
Se anunciaba ya en el programa la próxima temporada del ciclo y la venta de sus abonos, sobre el papel difícilmente mejorable. Están prácticamente todos: Gatti, Jansons, Maazel, Jurowski, Eschenbach, Abbado, Salonen, Tilson Thomas, Mehta, Rattle, etc con la presencia del Orfeón Donostiarra junto a la Filarmónica de Berlín. Gonzalo Alonso