Griselda en Valladolid
Vivaldi en Valladolid
Difícil, pero no imposible
“Griselda” de Vivaldi. S.Ferrari, J.Archibald, V.Cangemi, P.Jaroussky, S.Kermes, I.Davies. Ensemble Matheus. J.C.Spinosi, director. Auditorio de la Feria de Muestras de Valladolid. 25 de octubre.
Es muy difícil saber a ciencia cierta cómo se interpretaba y escuchaba la ópera allá por 1735, cuando se estrenó “Griselda” de Vivaldi en Venecia. Cuentan las crónicas que se representaban en sitios más pequeños que los actuales, que el público acudía varias veces a la misma obra y que se charlaba, comía y bebía mientras se escuchaban las arias compuestas para los divos de turno. De ahí que no importase que una obra constase de un aria tras otra y que las similitudes fuesen muchas. El público prestaba atención cuando quería y así digería los larguísimos espectáculos. Hoy día todo es muy diferente. Frente al divo –que es mamífero en plena extinción- se busca la homogeneidad del conjunto. Ni se bebe, ni se come y toser es grave falta. Pero, eso sí, a veces se programan más de tres horas de música repetitiva –Rossini está muy de moda- con la excusa de “recuperar una versión original” que naturalmente ha sido revisada por alguien a fin de cobrar los derechos de autor del auténtico compositor. Y no sabemos hasta qué punto voces como la de Anna Giró, la Griselda original, eran grandes o la extensión que poseían. Hoy día escuchamos en disco lo que nunca podremos oír en vivo –el Tristán de Domingo es claro ejemplo- y quizá nos hayamos vuelto más exigentes que nuestros antepasados, dado que tampoco podemos distraernos con otras actividades mientras escuchamos ópera.
Todo esto viene a cuento de la interpretación que ofreció el Ensemble Matheus de Jean Christophe Spinosi en Valladolid, dentro del ciclo “Otoño en clave”, que venía tras ser muy apoyada por la crítica francesa. Estamos ante una sucesión de arias, con la excepción del terceto final del acto II y el concertante de conclusión, muy vivaldianas, que se escucha con sumo agrado y sin pesar. Afortunadamente no ha habido temor en el uso de tijeras para dejarla reducida a dos horas. Lo que no sabremos es si en la papelera han caído páginas poderosas de la protagonista, que en la versión escuchada equipara al resto las dificultades de escritura. La partitura es tremendamente difícil para los cantantes, un conjunto homogéneo formado por mezo, soprano, tenor y dos contratenores, pero supieron suplir con bravura e inteligencia las notas extremas que no poseían. Si, por ejemplo, la Caballé moza apenas podía con el aria “Agitata da due venti” cómo va a pedirse hoy la perfección. Pero el conjunto –sobresaliente el contratenor Philippe Jaroussky- funcionó como para entusiasmar bajo las vivas órdenes de Spinosi, con un buen grupo instrumental en el que el único borrón fue una trompa durante el último aria de la soprano. Felicitaciones a ellos y a un público ejemplar, muy entregado y entusiasmado. Gonzalo Alonso
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