HAENDEL: “Teseo”
HAENDEL, G.F.: Teseo
Bockenheimer Depot de Frankfurt. 7 de junio de 2013.
La Ópera de Frankfurt acaba de obtener el galardón a la mejor Compañía Internacional de Ópera, que ha sido otorgado por la revista británica Opera y en cuyo jurado había nombres prestigiosos, entre ellos el director artístico del Liceu de Barcelona, Joan Matabosch. Este galardón lo recibe por cuarta vez, siendo las anteriores en 1995, 1996 y 2003. Me parece un merecido galardón, ya que aquí siempre hay una programación interesante y de alto nivel, aunque no haya las estrellas de relumbrón que pueden verse en Munich.
La actividad musical de esta industriosa ciudad no puede ser más activa. A la moderna Opernhaus, inaugurada en 1960, destruida parcialmente por un incendio en 1987, y reinaugurada en 1991, se añade el bellísimo edificio de la Alte Oper, que cubrió las necesidades operísticas en otro tiempo, estando dedicada hoy a sala de conciertos, con actividad frenética día tras día. Además, se ha añadido en los últimos años un nuevo espacio, el Bockenheimer Depot, que no es sino el edificio de las antiguas cocheras de los tranvías de la ciudad, en el que se ha habilitado un pequeño teatro de 400 localidades, que la Ópera de Frankfurt utiliza para ofrecer, fundamentalmente, óperas barrocas. Es curioso este teatro, ya que está metido dentro de un gran pabellón, en el que no hay foso propiamente dicho, sino que se ha hecho un escenario algo elevado, mientras que las localidades son sillas en gradas ascendentes. La acústica no es perfecta, pero resulta aceptable. Parece que ahora el Ayuntamiento quiere dedicar el edifico a otros fines y hay una pelea entre la Ópera de Frankfurt y el Ayuntamiento de la ciudad sobre el asunto. De hecho, se recogen firmas para pedir que siga dedicado el edificio a la ópera y allí pude estampar la mía.
Dentro de su oferta barroca, la Ópera de Frankfurt ha desempolvado una obra poco conocida de Haendel, como es Teseo, que es la tercera de las óperas compuestas en su estancia en Londres, donde se estrenó en 1713 con poco éxito, habiendo desaparecido, salvo algunas reapariciones puntuales en festivales especializados, como en Göttingen en 1947 y, posteriormente, en Londres en el año 2007.
La ópera me ha parecido muy interesante desde el punto de vista musical, con páginas muy brillantes, especialmente las que el compositor dedica a Agilea y a Medea, pero tiene el inconveniente de que la trama resulta un tanto aburrida, con esos personajes mitológicos y los líos que montan con sus amoríos, desamores, soponcios y venganzas.
Para la ocasión se ofrece una nueva producción, que lleva la firma de Tilmann Köhler, que hace su debut en Frankfurt. El hecho de que traiga la acción a tiempos modernos nada influye en la calidad de la producción, ya que estos personajes mitológicos resultan tan extraños ahora como antes. El trabajo de Köhler resulta bastante poco interesante y, fundamentalmente, aburrido. Durante la primera mitad de la ópera el director de escena nos ofrece lo más parecido que pueda darse a una versión de concierto, o si prefieren, semi escenificada. La escenografía (Karoly Risz) consiste en un espacio angosto (no llega a 3 metros de fondo) cerrado por un pared de madera, siendo los únicos elementos presentes en escena una serie de maniquíes truncados, que no se sabe si salen de un pseudo museo o de una ortopedia. Lo que no se sabe es qué significan. Los seis personajes de la ópera se quedan tumbados con los maniquíes cuando no cantan, es decir lo que harían en una versión de concierto, pero sentados en sillas. Únicamente, al final del tercer acto se abre el muro de madera para ofrecer un amplio espacio oscuro, en el que se coloca una plataforma elevada, a la que se añaden luego más maniquíes, y que no sirve sino para la escena final, porque todo sigue desarrollándose en el angosto espacio delantero. El vestuario de Susanne Uhl parece sacado de tiendas de low cost y podría servir para una versión de concierto algo desenfadada. Únicamente, el personaje de Medea ofrece un vestuario más atractivo. Una de las ideas del regista consiste en poner en escena en el primer acto a un personaje femenino, que se transforma en un santiamén en el escenario en Teseo, calándose unos jeans y aplicándose gomina con habilidad. Dramáticamente no aporta nada ni tiene explicación, pero sirve para salir de la tediosa versión de concierto. La iluminación de Frank Keller no tiene mayor relieve.
En un escenario de este tipo la dirección de escena no puede tener mucha importancia, obviamente, ni la tiene. El único personaje que tiene algo de interés es la alocada y vengativa Medea.
La dirección musical ha sido una sorpresa agradable, ya que la lectura del italiano Felice Venanzoni me pareció francamente buena, notablemente mejor que lo que pudimos escuchar a Hogwood o a Curtis hace unos días Madrid. Este maestro lleva más de 10 años trabajando en Frankfurt como ayudante, cargo que ha compatibilizado con el de asistente de Jean Christophe Spinosi. Su dirección me ha parecido inspirada y cuidada, muy adecuada a las necesidades del barroco. A sus órdenes no estuvo una orquesta especializada, sino la Frankfurter Opern und Museumsorchester, que tocaba con instrumentos de época y que sonó francamente bien.
Estamos acostumbrados a asistir a representaciones de óperas barrocas con cantantes especializados en el género, muchas veces en giras internacionales. Frankfurt nos ofrece esta ópera de Haendel con cantantes estables de la compañía, lo que tiene sus riesgos, pero, finalmente, funciona más que satisfactoriamente.
Lo mejor de la noche, de largo, fue la actuación de la joven mezzo soprano francesa Gaëlle Arquez en la parte de Medea, que es la auténtica protagonista de la ópera. Esta joven cantante tiene todo para hacer una carrera sobresaliente. Joven (29), guapa, expresiva, y con una voz importante y atractiva. Más de uno la recordará como Angélica en el Orlando Furioso que dirigió Spinosi en el Auditorio de Madrid hace un par de años. Su Medea fue totalmente convincente, a lo que hay que añadir que era la única cantante en escena a la que se le entendía todo lo que decía. Ella y Venanzoni han sido lo mejor de la ópera.
La mezzosoprano Jenny Carlstedt hizo un buen Teseo, cantando con gusto y convicción, aunque la voz no sea muy importante ni en timbre ni en volumen. Juanita Lascarro fue una adecuada Agilea, mejor en los pasajes líricos que en los de bravura. Ni una ni otra tienen una coloratura demasiado fácil. La soprano Anna Ryberg completaba la parte de féminas en el personaje de Clizia, amiga de Agilea. Su actuación resultó bastante modesta.
Quedan los dos contratenores, que eran William Towers (Egeo) y Matthias Rexroth (Arcane). Los dos ofrecieron voces de poco interés, no siendo tampoco muy brillantes en las agilidades. Cumplieron con su cometido, pero quedan lejos de otros artistas de su cuerda.
El Bockenheimer Depot estaba totalmente lleno. El público mostró un respetuoso silencio durante la representación, pero al final los artistas fueron recibidos con mucho calor, bravos y pateo (máxima expresión de entusiasmo en Alemania). Las mayores ovaciones fueron para Gaëlle Arquez y Jenny Carlstedt.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 3 horas y 9 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 36 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante 6 minutos.
El precio de la localidad más cara era de 40 euros. Había localidades más arriba por 25 euros. La entrada más barata costaba 13 euros y eran los laterales del supuesto foso, que tenían visibilidad reducida. José M. Irurzun
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