Harding, dibujos animados
Ciclo Ibermúsica
Dibujos animados
Obras de Schumann y Brahms. G.Nikolitch, violín. T.Hugh, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Londres. D.Harding, director. Auditorio Nacional. Madrid, 20 de octubre.
Permítaseme abordar con sentido del humor el presente concierto. Sería terrible de otra forma, máxime teniendo en cuenta que hubo que asistir a él a las 22,30 de una noche lluviosa. El joven ex-asistente de Abbado en Berlín y en un conocido “Don Giovanni” en Aix-on-Provence, vapuleado recientemente en la Bastilla con “La Flauta Mágica”, protegido de Lissner y en calidad de tal puesto a los pies de los leones en la próxima inauguración de la Scala con “Idomeneo”, dirigió el cuarto y último concierto de la OSM en Madrid con un programa Brahms en el que fue aperitivo una intrascendente versión de la obertura “Genoveva” de Schumann.
Mientras sonaba el “Doble concierto para violín y violonchelo” de Brahms uno tenía la sensación de no estar en un concierto sino en una película de dibujos animados. Con Harding, alto y delgado, pero no tan salado, aunque se eleve de puntillas mientras que con sus largos brazos imita enérgicas aspas de molino. Con Gordan Nikolitch, también alto y delgado, moviéndose de forma excesivamente pintoresca por nerviosa. Igual que un Pinocchio cualquiera violín en mano. ¿Y la música? Pues es de suponer que la afinación sea mejor en el disco que ambos grabaron con Haitink con esta misma obra, puesto que en el Auditorio Nacional dejó bastante que desear.
Ambos solistas volvieron a aparecer en la segunda parte, para la “Cuarta” de Brahms, sentados tras un atril de donde esa noche no debieron haber salido. El concertino, sentado, no podía evitar el “baile de San Vito”. Pero es que la expresión facial de Harding reflejaba una especie de contienda con Brahms, todo lo contrario de los que es la música. Podrán decir algunos que fue una lectura enérgica, pero igualmente se podrían calificar así muchas de las versiones de Frühbeck de Burgos y es que el término da para mucho. Harding simplemente dirigió soltando velas a todo trapo. Se ventiló la obra en menos de cuarenta minutos con una enorme descompensación en los planos sonoros a favor del viento metal. El esfuerzo pedido a los músicos se dejó notar y no precisamente de forma positiva. Faltó concentración y el sonido denso y compacto de Brahms brilló por su ausencia.
Pero Harding es valor en alza, con sus gestos y una buena orquesta da el pego a quien no sabe. Son los tiempos que corren… Hace unos días cumplió 70 años Pavarotti. Hoy todos nos rendimos ante Flórez, pero Luciano cantaba “La hija del regimiento” aún mejor, con una voz más bella y el doble de grande. Que se conforme quien quiera o ignore. Gonzalo ALONSO
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