Hasta siempre, Miguel
Hasta siempre, Miguel
Más vale empezar por reconocerlo, puesto que sin duda el lector sacará la conclusión tras la lectura de estas líneas. Hay veces que un suceso, alegre o doloroso, va acompañado de una sensación de rabia o impotencia. Escribo ante la desaparición de Miguel Zanetti, perdón por el atrevimiento, embargado por la ira de los justos y por ello no será este el obituario esperado, ni siquiera contendrá la amplísima biografía del que fuera uno de los mejores pianistas acompañantes españoles. Para los datos está Internet.
A primeros de año reclamé desde una columna en El Cultural que se le rindiera el reconocimiento que se merecía y añadía que estas cosas hay que hacerlas en vida –Miguel acababa de cumplir 72 años en diciembre- y no esperar a que el homenajeado fallezca. Se lo reclamé expresamente al INAEM, a la Comunidad de Madrid y al Ayuntamiento. Zanetti era ya un músico retirado, un músico “acompañante”. Acompañó a los famosos pero él nunca lo fue tanto porque así fue siempre en su profesión y porque, entre otras cosas, era un ser humilde. ¿A quién le importa un músico que no sale en las portadas de las revistas? Alicia Moreno, concejala de cultura del Ayuntamiento me envió una carta con el recorte de un concierto-homenaje que le habían ofrecido no hacía mucho. A ellos sí les había importado, sin duda animados por Andrés Ruiz Tarazona, asesor musical del Alcalde. Me consta que Javier Casal, exdirector general de eventos culturales de la CAM, envió una nota a Santiago Fisas, consejero de cultura, y que se iba a hablar de un posible homenaje tras las reuniones de los Premios Nacionales de Música, para uno de los cuales su nombre iba a ser propuesto. Del INAEM no hubo respuesta, lo que para mí no resultó sorpresa alguna puesto que Zanetti no era colaborador de “Sibila” ni nada que se le pareciera. Quizá ni ahora mismo el Instituto se sienta motivado para “prestar” la Zarzuela a una acto en el que amigos de Miguel como María José Montiel, Alicia Nafé, Ana Rodrigo, Manuel Cid, Fernando y Joaquín Turina, Tomás Marco, Carlos Gómez Amat… tantos y tantos, pudiésemos dedicarle una canción o unas palabras. Félix Lavilla, el otro grande acompañante y profesor de estas últimas décadas, podría tocar junto a Montserrat Caballé en un póstumo reencuentro con alguna de las piezas de aquel primer vinilo con canciones del mundo que ambos grabaron juntos y que yo compré siendo casi un niño.
Suceda lo que suceda, Miguel ya no podrá emocionarse. Dejó de respirar en paz, en los brazos de Carmen y su hija María. En su casa madrileña, como él deseó, posiblemente más consciente de lo que sucedía que su propia familia. Pero para muchos seguirá respirando su arte, su humanidad, sus enseñanzas, porque somos muchos aquellos a quienes nos dio mucho. Hizo música, además de con los artistas ya citados, con Lorengar, Kraus, Seefried, Schwarzkopf, Procter, Stich-Randall, Estes, Scotto, Obraztsova o de los Ángeles. Colaboró también con Ferras, Accardo, Rampal, Ricci, Cubiles etc, intervino en más de mil seiscientos cincuenta recitales, grabó más de sesenta trabajos, algunos con premios internacionales… y tuvo tiempo para transmitir sus conocimientos a la posteridad, vinculándose a la Escuela Superior de Canto de Madrid desde su creación y hasta el verano de 2006. En 1995 se le concedió la Encomienda de Isabel la Católica.
A quienes amen la música les recomiendo que no se pierdan el cd con el recital de 1972 junto a Victoria de los Ángeles en el Colón de Buenos Aires, ni tampoco los próximos que se van a publicar con Lorengar y Caballé. El crítico Andrea Seebohn llegó a escribir de Miguel Zanetti en el Kurier vienés, en 1973, “Aquí está el verdadero continuador de Gerald Moore”. Moore, Parsons, Lavilla, Zanetti … grandes músicos humildes pero imprescindibles y no menos importantes que aquellos a quienes acompañaron, aunque sus nombres figurasen en letra más pequeña. El arte no siempre precisa de mayúsculas. Gonzalo ALONSO
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