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Por Publicado el: 11/04/2017Categorías: En vivo

Herreweghe: Lirismo dramático y precisión

Herreweghe: Lirismo dramático y precisión

Bach: “Pasión según San Mateo”. Maximilian Schmitt, Florian Boesch, Dorothee Mields, Grace Davidson, Damien Guillon, Alex Potter, Reinoud Van Mechelen, Thomas Hobbs, Peter Kooij y Tobías Berndt. Collegium Vocale Gent. Director: Philippe Herreweghe. Auditorio Nacional, Madrid, 9 de abril de 2017. Universo Barroco, CNDM.

Por estas fechas ya se sabe que pululan doquier las “Pasiones” bachianas, tanto la de “San Juan” como la de “San Mateo”, ya que la de “San Marcos”, sobre cuya autenticidad hay serias dudas. En este gran fresco dramático, en este gran relato, como lo define en sus tan orientadoras notas Pablo J. Vayón construido sobre la narración de Mateo, la disposición de elementos y el tono general poseen un evidente aire operístico, cargado de dramatismo, de un intenso lirismo y de un énfasis que a veces está llamando a gritos la escena. El texto sirvió al libretista Picander para redactar 28 páginas en estilo madrigalesco. Entreverados en ellas y en los pasajes evangélicos, Bach introdujo 12 corales armonizados, a los que han de sumarse los cánticos de los números 1 y 25 y el gran coral con el que concluye la primera parte. El doble coro es uno de los factores distintivos de la obra, y ello de acuerdo con la disposición antifonal de la iglesia de Santo Tomás.

En esta interpretación de la mano de Herreweghe, que se las sabe todas al respecto, se ha aposentado desde el principio una línea de gran nobleza, una exposición poblada de exquisitos claroscuros, de luces matizadas, ora tenues, ora cegadoras, siempre dentro de un tono cordial y mesurado, con relieves instrumentales magníficos y lecturas en profundidad en lo tocante a los abundantes toques realistas signados en la partitura, dentro de la acostumbrada retórica de la época; así, la sangre, la subida al Monte de los Olivos, la flagelación, el terremoto… Las dos formidables orquestas –en total unos 33 músicos- se acoplaron estupendamente al gesto sobrio, contenido, volátil, sin batuta, de su director, que acostumbra a pasearse por detrás del atril. Atento a todo, a la más mínima respiración, supo hacer que los pentagramas manaran de forma natural, sin un forzamiento, sin una alteración, sin una mota.

Para ello tuvo a su disposición también dos coros de doce miembros cada uno más ocho sopranos “in ripieno”, que el compositor solicita para reforzar el “tutti” en momentos estratégicos; como los coros de inicio y de conclusión. Conjuntos de rara perfección: empastados, afinados, templados, capaces de acongojarnos en los corales y de sobrecogernos en los pasajes imitativos, en los “fugati” o en las exclamaciones dramáticas, como en el fiero “Vivo” en 3/8 de “Sind Blitze, sind Donner”, que muestra la cólera ante la detención de Jesús. La precisión alcanzada, el ajuste nos levantaron del asiento; como nos emocionó la sencillez espartana, la “cantabilità” lograda en el emotivo cierre. La claridad polifónica y conrapuntística fue absoluta en todo momento.

Brillaron varios de los instrumentistas a solo. Muy bien los oboes “d’amore” de la Orquesta I, Marcel Ponseele y Takia Kitazato, espléndidos asimismo con el oboe “da caccia”. Magníficos los traversos. Curiosa la viola de gamba, de sonoridades desagradables en el aria “Geduld, Geduld” –impulsada por Herreweghe un busca de una expresividad lacerante- y soberbia la concertino Christine Busch.

El irregular equipo vocal fue dominado por el soberano Jesús de Florian Boesch, barítono lírico de buen metal y rotunda expresividad dramática, que supo marcar magistralmente cada una de sus intervenciones. Notable el Evangelista de Maximilian Schmitt, tenor lírico-ligero de tinte algo nasal, agudo fácil, normalmente en falsete, que dijo bien y tuvo más de un fallo en virtud de una emisión con frecuencia abierta. Interesante el bajo lírico Berndt, con elegante fraseo. Aceptable el claro tenor Van Mechelen, mejor que el segundo, Hobbs. No del todo afinado, con sonoridad de escasa calidad, a veces en exceso feble, el contratenor Guillon. En sus arias echamos de menos a una contralto femenina. Más suave y lírico, Potter. Voces ligeras, núbiles las de las dos sopranos Mields y Davidson, mejor la primera. Nada relevante el bajo Kooij. Éxito total ante un público que colmaba la sala y que pudo asistir a una interesante novedad: la proyección de sobretítulos. Arturo Reverter

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