Elvira de Hidalgo, de la gloria al silencio (II)
Cerrando el “Año Callas”, es de justicia recordar a quien la descubrió: Elvira de Hidalgo, la aragonesa que llegó a ser la prima donna más joven del Metropolitan y que, como la diva grecoamericana, nació en un diciembre como este. Parte II
El descubrimiento de siete cartas autógrafas inéditas de Maria Callas destinadas a su maestra y amiga Elvira de Hidalgo pone en valor el papel que tuvo la prima donna aragonesa en su vida y trayectoria artística. Tras una juventud de enorme éxito como soprano, Elvira de Hidalgo se asienta como profesora en la ciudad de Atenas, donde conoce a Maria Callas.
DOCENCIA COMO DISYUNTIVA
Para entonces, después de haberse mostrado en las grandes ciudades de Grecia, donde llegó a tener compañía propia, gracias a las relaciones de Karantinós ya era profesora de canto y ópera en el Conservatorio de Atenas, puesto al que accedió en la primavera de 1934. Fue en el otoño de 1938 cuando, después de haber pasado por las aulas, María Trivella, la madre de Callas, deslumbrada por el glorioso pasado que acreditaba la maestra española, decidió encomendar su hija a Elvira de Hidalgo. Ésta, al vislumbrar la materia prima que adivinaba en aquella criatura a punto de cumplir los quince años, apostó por ella, comenzando así una relación que los exégetas han querido ver como la leyenda latina de Pigmalión y Galatea. Aunque, conociendo el triste final, tendría más que ver con la de un mito griego: cuando Dédalo, para enseñar a volar a su hijo Ícaro con las frágiles alas, le aconseja alejarse del sol, para que no derritiese la cera que las fijaba, y también del mar, evitando la sobrecarga de la humedad. En términos similares a los del demiurgo del Laberinto cretense, y sin duda revisando su pasado, se
expresaba, premonitoriamente, Elvira tras informarle su antigua alumna de la fiesta organizada por Elsa Maxwell en el Danieli de Venecia, que afianzaría las bases del futuro compromiso con Onassis: “Hay que andarse con ojo con tantas fiestas y alborotos, ir con cautela, no correr mucho, tener cuidado de no quemarse las alas por arrojarse de cabeza en las llamas del fuego de la vida…“
En los cinco años que le dedicó, Elvira pudo jugar con Maria un papel similar al que con ella tuvo Conchita Bordalba, consiguiendo para aquella muchacha una matrícula gratuita en el Conservatorio, preparándola, complementariamente, en sus clases particulares, que no le cobraba, hasta modelar esa soprano de “agilità” que pretendía. Sin importarle el tiempo que le dedicara en perfeccionar su voz y adecuar la presencia escénica en el repertorio que la aragonesa dominó. Los resultados no se hicieron esperar, y en 1941, como Maria Kalogeropulu (el apellido paterno), Callas encarnaría en la Ópera de Atenas su primera Tosca, que convertiría en uno de los grandes roles de su carrera. Con el tiempo, María, que siempre agradeció con elogios los desvelos de su mentora, llegaría a ayudarla también económicamente en algún momento en que ésta vio menguar su fortuna.
SE TRADIRMI TU POTRAI. JUGARRETAS DEL (DES)AMOR
Ankara fue el siguiente destino de Elvira, tras el desengaño amoroso con su alumno Lakis Vassilakis, dieciséis años menor que ella, que acabó abandonándola, después de apoderarse de dinero y joyas. De ahí que Villaba califique su marcha de Atenas como “destierro sentimental”, renegando de la pasión que le hizo abandonar a Karantinós. A este respecto, recoge el testimonio de Zoe Vlachopulu, antigua alumna de Elvira: “con Karantinós, que se quedó tan destrozado cuando ella le abandonó que casi se muere de un ataque al corazón, De Hidalgo continuó una buena amistad, pero a Vassilakis nunca le perdonó…”.
Así, aceptando la invitación de Carl Ebert, director del Conservatorio de Ankara, Elvira se instaló como profesora de canto, sucediendo en la cátedra a su coetánea, la soprano napolitana Giannina Arangi-Lombardi. Aunque se sabe poco de esa etapa, que se suele fijar entre 1949 y 1959, lo cierto es que en el otoño de 1948, estaba instalada en el nuevo domicilio de Karanfil Sokak 15 B de la ciudad convertida por Atatürk desde 1923 en capital de Turquía. Lo prueba una carta a María del 6 de octubre de ese año en respuesta a una suya del 30 de septiembre. En ella, aunque no menciona su ánimo, en la despedida se podría percibir un atisbo de soledad: “por favor, escríbeme mucho, envíame periódicos”. La lectura, junto con las retransmisiones radiofónicas en las que participaba María, serían sus principales entretenimientos. Con todo, en la carta del 3 de enero de 1949, disculpa el retraso en felicitarle las fiestas por falta de tiempo entre clases y ajetreo social. En otro escrito del 27 de junio del mismo año descubrimos que con ella estaba su madre, y que no acepta una invitación para pasar el verano en Italia, por miedo a los accidentes aéreos… A pesar de esto, nos constan dos desplazamientos sonados con María. A finales de julio de 1957, cerrando un capítulo abierto en el puerto del Pireo el 15 de septiembre de 1945, cuando María subía al barco que la llevaría a América, primera etapa de su nueva vida. Doce años más tarde, al pie del avión que devolvía a Callas como diva a esa Atenas que prometió no volver a pisar, esperaba su maestra, para disipar dudas en el programa del concierto del 5 de agosto en el Irodion, al pie de la Acrópolis. El siguiente encuentro sería, un año después, para el mencionado del Liceu: la única vez que Callas cantó en Barcelona.
LOS SILENCIOS DE UN PIANO
El Museo Pera de Estambul, desde su apertura en 2005, conserva un piano que dicen fue el suyo. Pero la información que ofrece, parece más literaria que verídica, habida cuenta de quela pretendida historia del instrumento es la que articula la novela El piano, de Yiğit Okur. Tras asegurar, erráticamente, que el instrumento fue un regalo de su padre a Callas, cuando viajaron juntos para instalarse en Atenas (sabemos que el viaje lo hizo con su madre y su hermana), continúa diciendo: “La segunda protagonista de la historia, Elvira de Hidalgo, hija de una antigua familia española [!!!] que estudió en el conservatorio de Viena [!!!] y a edad muy temprana llegó a ser prima donna” y, más adelante “cuando Grecia fue liberada tras la Segunda Guerra Mundial, María y su padre [!!!] decidieron volver a Nueva York, no quisieron llevarse el piano con ellos. María Callas se lo regaló a su profesora Elvira de Hidalgo como expresión de gratitud. […] El piano fue transportado desde Atenas al Pireo, donde se embarcó hasta Estambul y, posteriormente, a través del Bósforo, de Karaköy a Haydarpashá y de allí por tren hasta Ankara. El tercer protagonista de la historia fue Mordo Dinar, quien dedicó su vida a la música, los melómanos y los músicos. Mientras Elvira de Hidalgo estuvo enseñando en Ankara fue inexorable que se convirtieran en amigos. Cuando Elvira de Hidalgo cayó seriamente enferma, regaló su piano a Mordo Dinar…”.
MILÁN: DEL LABERINTO AL TREINTA
Nada se sabe de esa enfermedad que alude la nota, que tal vez sólo tenga valor libresco. Sabemos, eso sí, que en 1959 regresa a Milán, ciudad que había sido segundo domicilio de su familia, de la que sólo quedaba su hermano Luis. En Milán fue elegida con carácter honorífico, catedrática vitalicia del Conservatorio de La Scala. En su casa de la Via Santa Marta 19 A, siguió ejerciendo la docencia, sin dejar de promover cenas y encuentros, convocando a los grandes nombres de la lírica de dos generaciones. Como Mario de Monaco, lo recordaba su hijo Giancarlo que, como Elvira, nació un 27 de diciembre. Uno de los asistentes, Ruggero Raimondi, con poco más de treinta años, asistió en alguna ocasión junto a su agente, Sandor Gorlinsky, que compartía con Callas. “Recuerdo la fascinación que, alguien tan joven como yo era entonces, experimentaba al verse rodeado de lo más florido del mundo artístico. Eran unas reuniones apasionantes, y Elvira de Hidalgo una anfitriona agradabilísima”, comenta el gran barítono-bajo italiano.
AZAROSO FINAL
A su muerte, el 20 de enero de 1981, Elvira recibió sepultura en una tumba anónima el Cimitero Maggiore de Milán de la que, en 1990, fue exhumada por un grupo de discípulos y amigos, para para reubicarla en otra hasta 1994, cuando las circunstancias lo permitieron y los restos se trasladaron a un nicho, cuyos derechos caducaban en 2020. Es en este momento entra en escena la Fundación Valderrobres Patrimonial, entidad sin ánimo de lucro cuyos objetivos iniciales fueron restaurar la iglesia y el castillo de la ciudad, a lo que se sumó la creación de museo multidisciplinar, que había que dotar de contenidos y, entre estos, era de obligado cumplimiento potenciar la figura de su paisana Elvira de Hidalgo, que pocos testimonios y escasas distinciones han ayudado a situar en el Panteón Nacional del que merece formar parte. Los homenajes se concretarían, desde el punto de vista oficial, en la concesión de la Gran Cruz al Mérito Civil del Gobierno de España, o la dedicatoria de una calle a su nombre en Zaragoza y otra en su pueblo natal, que en 2005 le dedicó un matasellos conmemorativo. Loable la iniciativa de Televisión Española, incluyendo recientemente a Elvira de Hidalgo en el Olimpo de sus Imprescindibles con la emisión del largometraje de la cineasta zaragozana Vicky Calavia Donare la Divinità, de 2021, año en que se presentó en la Seminci vallisoletana. Y, claro está, el libro de Juan Villalba, biblia a la que deberá encomendarse -doy fe en primera persona- todo aquel interesado en esta valderrobrense universal.
DE VALDERROBRES A VALDERROBRES: “alfin quest’alma amante comincia a respirar”
De la tramitación para que los huesos de Elvira pudieran encontrar su descanso definitivo en un mausoleo de la familia Tomás Foz en el cementerio de Valderrobres, se responsabilizó el director de la Fundación, Manuel Siurana Roglán, cuyo segundo apellido delata un lejano parentesco con Elvira. Aunque ese vínculo quede al margen de la iniciativa de devolverla a su pueblo natal, tras una operación rocambolesca. “Buscando información para intentar conseguir objetos relacionados con Elvira de Hidalgo para el nacimiento del museo de Valderrobres” comenta Siurana “pude contactar con el sobrino-nieto italiano de Elvira, y también con algunos amigos y discípulos. Me informaron de que la tumba que ellos habían sufragado caducaba en 2020 y, como quedaban pocos años, sugerían que nos hiciéramos cargo de su renovación. Si no, iría a la fosa común. En ese instante me planteé que, si teníamos que hacer un desembolso económico, lo mejor era repatriar sus restos. […] A partir de ese momento inquirí en parroquias y archivos de Barcelona para intentar localizar a sus sobrinas, cuya existencia desconocía, ya que su sobrino-nieto italiano no sabía nada de ellas. Recorriendo los archivos parroquiales y el municipal, pude enterarme de los apellidos de sus antepasados. Luego, investigando en el del cementerio de Barcelona, supe quién era la propietaria del nicho, lo que me acabó llevando hasta una de las sobrinas y la sobrina nieta, con la que me reuní. Dar con sus familiares directos me sirvió para solicitar, a través de Mémora, la repatriación de los restos. Las gestiones, que se prolongaron más de año y medio, estuvieron a punto de fracasar. Hasta el punto que, cuando fuimos a recogerlos a Milán, no tenía la total certeza de conseguirlos”.
Tras las peripecias, semejantes a pruebas hercúleas, llegó la hora de los sentimientos “el momento más emotivo para mí fue la misa que hicimos en Valderrobres con los restos presentes en el templo, y su posterior entierro en el panteón, ahora propiedad de la Fundación”. Los dos actos tuvieron lugar el 29 de julio de 2018, tras una semana de homenajes que arrancó con la conferencia de Siurana Elvira de Hidalgo. De Valderrobres a Valderrobres. Como dato curioso, que invita a nuevas confusiones, en el panteón, en lugar de la fecha real, figura la del 12 de octubre de 2017, día de la patrona de Aragón, cuando inicialmente se pensó depositar los restos para su eterno reposo.
UN MUSEO EN MARCHA
Ahora, Siurana se afana en ampliar los fondos de las dos salas dedicadas a Elvira de Hidalgo en la planta baja del museo que dirige. Hasta el momento ”una veintena de objetos que le pertenecieron, donados básicamente por sus sobrinas y por los amigos de Elvira en Milán, especialmente por Bruno Antonioli, que fue algo así como su secretario. Luego hay réplicas de trajes, realizados a partir de fotografías, y decenas de documentos en papel y/o digitalizados, algunos de los cuales son copias.
Destacan por su vistosidad un vestido con casaca realizados por el modisto Max Weldy para la ópera Manon, de Massenet, con que Elvira -y esto muestra el marchamo de diva que seguía ostentando en los años 30- aparecía en la publicidad de Campari, aperitivo conocido por su apoyo al arte vinculado a su producto. Estas prendas y un retrato que le realizó el pintor belga Gastón Pootmans en 1932, fueron donadas medio siglo más tarde por los sobrinos de la soprano para su exposición en el Museu del Teatre de la Diputació de Barcelona. “Poco después de la muerte de Elvira de Hidalgo -lo supimos hace pocos años, al iniciar los trámites-, el traje fue ofrecido por los herederos al Ayuntamiento de Valderrobres pero, al no tener dónde colocarlo, no se recibió. Se pusieron entonces de acuerdo en donarlo al Institut del Teatre de Barcelona para que fuera expuesto, requisito que no se cumplió”, explica Siurana.
En 2017 se alcanzó un acuerdo entre L’Institut del Teatre de la Diputación de Barcelona y la Fundación para que estos bienes fueran cedidos temporalmente para ser expuestos en el museo de Valderrobres. Cuando surgió la idea de destinar una sala del Museo a la memoria de Elvira, iniciaron los trámites con la institución barcelonesa. “Con los técnicos todo fue bien. Hasta llegar a los políticos, que vetaron la cesión en aquel momento, en el que estaba en pleno auge el tema de los bienes culturales de Aragón, depositados en Cataluña”. Sonó la campana cuando “Meses después, siendo delegado de cultura de la Diputación de Barcelona Juanjo Puigcorbé, a quien conocía personalmente porque de pequeño veraneaba en Valderrobres, conseguimos que se desatascara la cesión”. Por ahora, el Museo tendrá que contentarse con la licencia, que tiene fecha de vuelta. “El cuadro de Pootmans, el traje de Manon y uno de Barbiere han sido cedidos hasta 2028. Nuestra intención es que ese año se renueve la cesión, especialmente si las piezas van a volver a los almacenes del Institut”.
En su viaje para la repatriación de los restos de Elvira de Hidalgo, Siurana indagó en otros fondos: “Estuve en la Scala, donde en ese momento había una exposición dedicada a María Callas en la que ni se mencionaba a Elvira. Me proporcionaron un correo electrónico a través del cual, en marzo de 2018 solicitamos información a Matteo Sartorio, quien contestó que sólo disponían de dos carteles y una fotografía, que pedimos y nos hicieron llegar digitalizados”.
Existen otras prendas donadas por la familia de Elvira de Hidalgo a una persona de Valderrobres para, tras documentar su tesis, depositarlas en el Cabildo. Ni el trabajo académico, empezado hace más de 20 años, ni la entrega han llegado a buen puerto a día de hoy. “En la búsqueda que mencionaba, supimos que esta persona tenía en su poder trajes que pertenecieron a Elvira, y su sobrino nieto le había dado hace treinta años para entregar al Ayuntamiento de Valderrobres. No lo hizo, y optó por quedárselos en un baúl de su casa. En un primer momento se mostró dispuesta a firmar su entrega, pero con unas condiciones tan exigentes, que los grupos municipales las rechazaron por unanimidad. Suponemos que siguen en su poder, a pesar de las cartas de los familiares de Elvira de Hidalgo conminándole a su entrega. Aun así, según consultamos en su momento, aunque parezca increíble, la ley está de su lado. Si yo doy algo para que se lo entregues a otro y te lo quedas sin que nadie lo reclame, al cabo de unos años, es tuyo”.
Los visitantes a Valderrobles se sorprenden, concluye Siurana “vienen atraídos por el castillo y, en menor medida, por la iglesia. Pero en general quedan encantados con la planta semisótano del museo y en especial con la sala de Elvira de Hidalgo. Los aficionados a la ópera son pocos y los que saben de Elvira, aún menos. Pero todos se quedan maravillados. Incluso emocionados. Que cada vez se sepa más sobre Elvira hace que crezca el interés de la sala”.
Juan Antonio Llorente
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