Homenaje a Caballé
Homenaje a Caballé
El Teatro del Liceo rendirá un homenaje muy especial a Montserrat Caballé el próximo día 5 de enero, casi cumpliéndose cincuenta años desde su debú en él, un 7 de enero de 1962 con “Arabella” de Strauss que, por cierto, se estrenaba en España. La soprano, que había dado sus primeros pasos formativos en el Conservatorio del Liceo, era ya cantante reputada en el extranjero, pero aún no había alcanzado el primer lugar de la ópera, lo que sucedería tras la histórica “Lucrecia Borgia” neoyorquina de 1965. Perdóneseme cuanto de personal, que es todo, hay en este artículo de hoy, pues pretende ser mi breve y muy limitado homenaje personal a quien debo eterno agradecimiento por haberme descubierto la ópera.
Fue allá por 1968 con una inolvidable “Casta diva” en disco adquirido con curiosidad en el corte Inglés, seguida después de un “Roberto Devereaux” en vivo en la Zarzuela. Su voz, su arte, me abrieron oídos y ojos para la lírica. Desde entonces nuestras vidas se han cruzado innumerables veces, en los escenarios y, más tarde, fuera de ellos. Un día la invité a almorzar. ¿Cómo me va a invitar a mí un periodista? Exclamó con su risa contagiosa. Durante años me envió postales de casi cada parte del mundo que visitaba. Hasta un día en que nuestros caminos se separaron a causa del recuerdo que dediqué a una polémica “Anna Bolena” scagliera en la presentación de uno de sus últimos discos. No le gustó lo que era en el fondo un halago: la mención al enorme poder que tuvo sobre un público hostil al que llegó a domar y llevarlo a su redil. Le disgustó que hablase en pasado, como quizá no le agrade lo que hoy escribo, porque no suele gustar que nadie nos recuerde que ya no somos lo que fuimos. Pero es mi obligación hacerlo, como crítico y como alguien que la quiere con todo su corazón. No ha habido cantante más importante en estos cincuenta años. Fleming o Netrebko no admiten la mínima comparación con la Caballé de los años dorados. Afortunadamente está Youtube para recordárnoslo.
Quizá no sea su despedida del Liceo pero, lo que si es seguro, es que será la mía, porque hay un momento en todo artista en el que el presente empaña el pasado y yo no deseo que eso me suceda con quien más admiro. Quiero recordar siempre su voz como aún la recuerdo, como la más embriagadora que he escuchado. Por eso digo adiós a Caballé y hasta mañana a Montserrat y, con ello, yo también me siento un poco más viejo.
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