TRISTAN UND ISOLDE (R. WAGNER)

Nationaltheater de Munich. 12 Julio 2015.

https://youtu.be/dLm2CXWD2pE

Si hay una cita casi obligada – al menos muy deseada – para el aficionado a la opera es la que todos los meses de Julio ofrece Munich, donde se puede asistir a magníficas representaciones de ópera, con unos cuerpos estables excepcionales, grandes directores y estupendos cantantes. Este año comenzó el Festival el pasado 28 de Junio y terminará, como todos los años, el día 31 de Julio. En este lapso de tiempo Munich ofrece 14 óperas diferentes, dos de ellas nuevas producciones (Pelleas et Melisande y Arabella) y cantantes como Jonas Kaufmann, Anja Harteros, Diana Damrau, René Pape, Anna Netrebko, Edita Gruberova y Waltraud Meier, por no hacer la lista demasiado larga. Pocas son las oportunidades que se le presentan al aficionado de poder disfrutar tanto. Yo mismo llevo con éste 11 años asistiendo ininterrumpidamente al festival y pienso seguir haciéndolo mientras Dios me mantenga con salud. Este año asistiré en 8 días a otras tantas óperas y, como siempre, mantendré informados a mis amigos de lo que aquí ocurre.

Waltraud Meier

Mi primera ópera este año ha sido Tristan und Isolde, que ofrecía un interés excepcional, ya que se trataba de la despedida de la gran Waltraud Meier del personaje de Isolde. Sin duda, estamos ante la más grande Isolde de las pasadas dos décadas, aunque en los últimos años no ha frecuentado mucho el personaje, lo que tiene toda la lógica del mundo, ya que esta gran artista cumplirá 60 años el próximo mes de Enero. Esta despedida ha sido una emocionante ocasión para que el público, que abarrotaba el teatro, dedicara un homenaje sincero, espontáneo, multitudinario y muy merecido a uno de sus grandes ídolos. También el director del teatro, el director musical y todos los compañeros de reparto se han unido emocionados al homenaje.

Escena

La producción de Munich se debe a Peter Konwitschny y se estrenó aquí en el año 1998, cuando era su director musical Zubin Mehta. Konwitschny hace un trabajo curioso, que se desarrolla en un reducido escenario, detrás de una reproducción del telón del propio teatro de Munich.

La escenografía y el vestuario se deben a Johannes Leiacker. Sus dos primeros actos son un tanto naíf y hasta infantiles, como si nos contaran un cuento, desarrollándose el primer acto en la cubierta de un barco, con hamacas modernas y vestuario de época, mientras que en el segundo nos traslada a un escenario cerrado por unos telones pintados con árboles, que me recordaban mucho a la producción de Steingraber, que se pudo ver en el Liceu de Barcelona hace unos años. En el último acto pasamos del ambiente naíf a una habitación reducida, donde se desarrolla todo el monólogo de Tristán. La llegada de Isolde la resuelve Konwitschny de una manera un tanto discutible, en función de la interpretación que se le quiera dar, pero siempre interesante. Efectivamente, Tristán muere en brazos de la recién llegada Isolde, para poco más tarde incorporarse y salir del escenario reducido con ella, quedándose en la parte delantera, mientras que detrás se desarrolla la lucha de los recién llegados y el perdón del Rey Marke. Yo entiendo que lo que Konwitschny hace es que muera también Isolde y que ambos protagonistas abandonen el mundo (el escenario reducido), cerrando ellos mismos el telón, ya que han dejado de pertenecer al mismo, siendo el Liebestod un canto desde el otro lado de la muerte, tan ansiada, por otro lado, por los protagonistas. De hecho, en los últimos compases vuelve a abrirse el teloncito para mostrarnos al Rey Marke y a Brangaene velando dos ataúdes blancos. La iluminación de Michael Bauer tiene mucha importancia en esta ópera, al jugar el propio libreto con luz y oscuridad. Está muy bien resuelta. Es una producción que tiene interés.

Philippe Jordan

Todos los aficionados a la ópera estarán de acuerdo conmigo en la importancia capital de la dirección musical en cualquier ópera. Es verdad que su importancia no es la misma en todas las óperas, pero hay algunas en las que la figura del director es absolutamente clave. Sin duda que Tristan und Isolde es una de ellas, ópera únicamente al alcance de las más prestigiosas batutas. En esta ocasión la Bayerische Staatsoper nos ha ofrecido un director excepcional en la figura de Philippe Jordan, el actual director musical de la Ópera de París. El hijo de Armin Jordan (de casta le viene al galgo) es a sus 40 años uno de los mejores directores musicales en foso de la actualidad. Su lectura de la ópera ha sido memorable, obteniendo un resultado fantástico de la Bayerisches Staatsorchester.
¡Qué gran director y qué gran orquesta! No es momento de hacer comparaciones con otros grandes directores y otras grandes orquestas, pero no es fácil superar lo que uno y otra nos han ofrecido. La única pega que le puedo poner a la dirección de Philippe Jordan es que en algunos pasajes cubría a los cantantes, cosa prácticamente inevitable en esta obra maestra, a menos que se cuente con auténticos extraterrestres en el escenario.

Como digo más arriba, se trataba de la despedida de Waltraud Meier del personaje de Isolde y la emoción sobrevolaba el teatro. Evidentemente, Waltraud Meier no tiene vocalmente la frescura de hace 20 años y sus nota más altas, especialmente en los dos primeros actos, son destempladas y hasta gritadas, pero no cabe la menor duda de que estamos ante una inmensa artista. Su Isolde no es la heroína poderosa y casi sobrehumana que hacen y han hecho otras colega suyas, sino que ofrece un personaje de una gran vulnerabilidad y emoción. Salvadas las notas altas, a las que me refería anteriormente, su Isolde es una auténtica referencia. Su interpretación en el último acto fue excepcional, con un Liebestod emocionante como pocas veces tiene uno la ocasión de experimentar. Waltraud Meier es uno de los nombres que se escribirá con letras de otro en la historia de la ópera, especialmente por sus interpretaciones wagnerianas.
¿Mezzo soprano? ¿Soprano? ¡¡Artista!!

Robert Dean Smith y Waltraud Meier

El americano Robert Dean Smith fue una vez más Tristán y su actuación fue francamente buena. Este tenor no tiene el poderío de otros colegas suyos, pero es de los muy pocos que CANTA (con mayúsculas) la partitura de Tristán. Si no me equivoco, son ya más de 10 años los que lleva Robert Dean Smith encarnando el personaje de Tristán y en este tiempo ha madurado mucho el personaje, pero sigue siendo fiel a su visión del mismo: un héroe de carne y hueso, que tiene que emocionar cantando sin hacer alardes de poderío. Esa hora casi exacta que transcurre desde que inicia el tercer acto hasta que aparece Isolde en escena para que su amado muera en sus brazos, exige ya una potencia a prueba de bomba. Han sido numerosas las veces que he visto a Robert Dean Smith en Tristán y creo que ésta ha sido una de sus mejores interpretaciones.

No podía faltar en Munich en esta excepcional ocasión la presencia del más grande Rey Marke de los últimos años. Me estoy refiriendo, obviamente, a René Pape, cuyo monólogo es capaz por sí solo de poner en la sombra a cualquier pareja de Tristanes e Isoldas. René Pape podría decir con toda justicia lo del Guerra: Después de mi, nadie…

La mezzo sudafricana Michelle Breedt tuvo una buena actuación en la parte de Brangaene, aunque le falta el poderío y el brillo de otras colegas suyas. Sus avisos no tuvieron el impacto y la emoción deseados.

Poderoso y emocionante Alan Held como Kurwenal, en una de las mejores actuaciones que le recuerdo.

Los personajes secundarios estuvieron muy bien cubiertos. Francesco Petrozzi fue un adecuado Melot, Christian Rieger cantó con gusto la intervención del Timonel, Kevin Connors lo hizo bien en el Pastor, así como Dean Power en el Joven Marinero.

Escena

El Nationaltheater estaba a reventar, lo que no es una novedad, especialmente cuando de Tristán se trata. No hay que olvidar que aquí se estrenó esta ópera en 1865 y basta que se anuncie para que los aficionados llenen las localidades. Mucho más todavía si se trata de una ocasión excepcional como la que ahora nos ocupa. El público mostró su entusiasmo al final de los dos primeros actos y en el final de la ópera fue el delirio. A la calidad de la representación se unió el homenaje a Waltraud Meier. No recuerdo aclamaciones y pateo (máximo signo de entusiasmo en este teatro) semejante. Aquello fue una espontánea standing ovation nada más terminar la música. Waltraud Meier, por encima de todos, fue aclamada hasta el eco. Pero no fue la única. René Pape casi la iguala en decibelios y casi otro tanto recibieron también Philippe Jordan, la orquesta y Robert Dean Smith.

La representación comenzó con 5 minutos de retraso, cosa bastante habitual en Munich, y tuvo una duración total de 5 horas y 28 minutos, incluyendo dos largos entreactos. Duración musical de 3 horas y 43 minutos, 9 minutos más rápida que la de Kent Nagano aquí hace dos años, y 14 minutos más rápida que la de Gergiev en el Liceu hace unos meses. Las ovaciones y gritos de entusiasmo al final de la representación se prolongaron durante nada menos que 28 minutos. Waltraud Meier fue obligada en numerosas ocasiones por sus colegas de reparto a tomar una y otra vez saludos ella sola.
El precio de la localidad más cara era de 163 euros, habiendo butacas de platea por 91 euros. La entrada más barata con visibilidad plena costaba 39 euros. Las había también con visibilidad reducida por 11 euros. José M. Irurzun

Fotos: Wilfried Hösl