Horarios
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“¿A qué hora empieza el concierto?”, pregunta algún que otro director cuando llega a Madrid. “A las 22,30” le contestan y, naturalmente, creen que es un error o una broma. El pasado febrero, que no fue un mes especialmente numeroso en actos en el Auditorio Nacional, hubo uno a esas tardías horas casi día sí, día no.
No parece que esos horarios sean adecuados ni para los músicos ni para los oyentes ¿Se puede tocar o escuchar con frescura tras un largo día de trabajo, cuando el sueño empieza a hacer mella? Es obvio que la cabeza no funciona al cien por cien. Somos muchos los que hemos decidido hace tiempo no acudir a tales horas y, si las críticas son cada día más raras, las de conciertos nocturnos son prácticamente inexistentes. Pero Madrid es diferente y parece que la música tiene que sonar a tono con esa populosa Gran Vía de las medianoches.
En estas noches recientes se han programado además dos obras de especial duración: “El Mesías” de Haendel y “La pasión según San Mateo” de Bach. Casi cuatro horas de música en la segunda si contamos descanso. ¿Se puede salir de un concierto a las dos y media de la madrugada? No sucederá por una sencilla razón, lo normal es que López Banzo y Al Ayre español aligeren la partitura de la misma forma que hizo Harry Christophers con los conjuntos de la Comunidad de Madrid con “El Mesías” cuando se enteró del horario que le había correspondido. Sin embargo estas tijeras resultan auténticas mutilaciones en grandes obras como las citadas. En cambio ya veremos qué sucede con “Tamerlano”, ópera que reclama a todas luces un buen trabajo de poda.
Hay organizaciones como la Universidad Politécnica de Madrid que prácticamente todos sus conciertos los programan a las 22,30 horas. Es cierto que hay estudiantes y profesores con clases hasta tarde, pero también los hay que las tienen a la ocho de la mañana. Unos u otros han de salir perjudicados, pero se ha de imponer el sentido común. Sería una buena cosa suprimir estos horarios sin perder oferta, construyendo un nuevo auditorio en Madrid. Que el INAEM vaya ahorrando, empezando por los gastos de protocolo.
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