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Por Publicado el: 28/09/2012Categorías: Crítica

Ibermúsica: la Filarmónica de Viena apabulla

Ciclo Ibermúsica

Viena apabulla

Obras de Brahms. Orquesta Filarmónica de Viena. Daniele Gatti, director. Auditorio Nacional. Madrid, 27 de septiembre

Acaba de empezar la temporada y la referencia más inmediata en nuestros oídos eran los últimos acordes de una danza húngara de Brahms tocados por el Mayo Musical Florentino, por cierto lo mejor de aquel concierto. El ataque inicial de la Filarmónica de Viena en la “Tercera” sinfonía del mismo autor dejó clarísimo que estábamos a un nivel años luz. Formidable inicio de un ciclo en tiempos de crisis en el que Ibermúsica ha tirado la casa por la ventana. ¿En qué ciudad se puede escuchar en un mismo abono a las Filarmónicas de Viena, Berlín, Munich y Londres, Pittsburgh, Concertgebouw, Bayerische Rundfunk … o tener a Abbado, Maazel, Jansons…?  Desde 1984 Aijón ha traído treinta y tres veces a los vieneses a España. Me decía anoche un profesor del conjunto que a Madrid le tienen mucho respeto desde aquel inolvidable “Bolero” con Maazel. Esta vez era el primero de los conciertos de una amplia gira europea con Daniele Gatti al frente y las cuatro sinfonías de Brahms. La relación entre orquesta y director nació con un “Simon Boccanegra” en la Ópera que, curiosamente, marcó el punto más alto que artísticamente han alcanzado juntos. El italiano se presentó en España en 1996 y su carrera internacional ha sido brillante hasta convertirse en uno de los directores de mayor prestigio en fosos y escenarios.

Una es muy superior a otro. El sonido de los vieneses sigue siendo una referencia en empaste, brillantez jamás hiriente y dulzura en sus incomparables cuerdas. Sonaron bien en la “Tercera”, pero mucho mejor en el “Primera”, al finalizar la cual hubo una explosión de júbilo en el auditorio. Trompa, oboe y primer violín fueron justamente aclamados. Las orquestas aman a Gatti. Es un dato, pero también conviene recordar que igualmente amado era Rodhesvensky… porque no les hacía ensayar. Digo esto porque a Gatti parecen amarle más los músicos que el público. Planteó un Brahms que combinó su raíz centroeuropea con la latina y por eso quedó mejor la “Primera” sinfonía, más acorde con el espíritu del maestro. Le gustan a éste las grandes sonoridades y tensionar momentos con acelerandos, pero suele quedar algo falto de profundidad –la “Tercera” es más exigente en ella- las tensiones puntuales pueden sobre el juego estructural interno y la parquedad de pianos junto al abuso del forte y mezzoforte tientan a un cierto sopor. Afortunadamente éste es imposible con Viena. No hubo propina a causa de las penalizaciones económicas del Auditorio cuando se sobrepasan las dos horas y cuarto de concierto. Que nos las expliquen. Gonzalo Alonso

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