Iberni, in memoriam
Lo que más duele en esta vida es que ésta se acabe cuando su poseedor es joven y aún tiene muchas cosas que decir. La pérdida en estas circunstancias de un ser querido nos penetra en las entrañas y nos hace lamentarnos hasta el infinito porque se haya ido de este mundo, a los 43 años, una persona que, en efecto, todavía albergaba en su gigantesco magín una ingente cantidad de proyectos, que cogía al vuelo cualquier sugerencia y la transformaba en hecho cultural en un abrir y cerrar de ojos. Un ser admirable que estaba en continuo movimiento, en permanente agitación mental. Su mente imparable trabajaba a toda presión las 24 horas del día. Ese era Luis G. Iberni, un amigo, un animador de primer orden como muchos de los lectores de este rotativo saben y como conocen particularmente los seguidores de la sección de música del Cultural.
Este suplemento tuvo en él una pieza que será insustituible, un trabajador a toda hora, un brillante redactor, un improvisador nato y fulgurante, un activo entrevistador que, en paralelo, maquinaba nuevas aventuras, abría distintos temas para días y semanas sucesivos. La productividad de este musicólogo, número uno de la primera promoción en la Universidad de Oviedo de Emilio Casares, con quien finalmente se vino a Madrid, a la Complutense, no se reducía a esas labores periodísticas, practicadas con una destreza envidiable, sino que abarcaban otros muchos campos, como el de la investigación, la organización de conciertos del más diverso tipo y en los más diversos lugares, las clases, las conferencias, las críticas, los cursos. Vivía en y para la música durante todo el tiempo desde que fuera niño cantor en Zaragoza, su tierra natal. Conocía prácticamente cualquier cosa, individuo, artista o noticia que tuviera que ver con el arte de los sonidos.
Su labor como docente de historia de la música; sus cuatro años como profesor becario; sus crónicas, de tan amplio espectro, en la Nueva España de Oviedo, su imaginación para forjar las temporadas de la Universidad ovetense y madrileña, sus ciclos de piano… Todas eran cuentas de un gran rosario, como sus últimos trabajos, en la línea de su espléndida tesis sobre Chapí, publicada por el ICCMU: versaban sobre Sarasate –había recolectado hasta 400 cartas cruzadas entre el gran violinista y compositor y otros importantes músicos coetáneos- y Jerónimo Jiménez. En el Diccionario de la Zarzuela en dos tomos su pluma fue una da las más ágiles y profundas. Te echaremos mucho de menos, Luis. Por tus conocimientos bien aplicados, por tu poder de comunicación, por tu grácil y elegante personalidad; por tu compañerismo y tu espíritu combativo; por tu fina inteligencia; por tu agudeza mental. Por tu exquisita manera de ser. Arturo Reverter
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