Ifigenia en Oviedo: ¿Quién hablaba de gordos?
Ifigenia en Oviedo
¿Quién hablaba de gordos?
“Iphigenie en Tauride” de Gluck. E.Matos.G.Bermúdez, P.Nilon, V.García Sierra, L.Rugiero, M.Urbieta, L.Cansino. L.A.Suárez, escenografía. P.Ojanguren, vestuario. E.Bravo, iluminación. E.Sagi, dirección escénica. J.Glover, dirección musical. Coro de la Opera de Oviedo y Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias Teatro Campoamor. Oviedo, 16 de diciembre
Hasta hace un par de décadas no importaba el aspecto físico de los cantantes. Daba igual lo que pesasen si tenían una voz privilegiada. Ahora es diferente, se busca que las representaciones líricas sean creíbles, aunque los libretos no suelan serlo. Esta Ifigenia en Oviedo es plena muestra de ello y hasta quizá da un paso más, mostrando que se puede ser barítono, cantar estupendamente y estar mejor capacitado que Darek para ser portada de la revista Men’s Health.
Hace pocos días escuchaba la misma obra con Graham, Domingo, Groves y langrée en el Metropolitan y, por tanto, era inevitable la comparación. Puedo escribir con enorme satisfacción que las diferencias no son notables, que en algunos aspectos la de Oviedo es incluso superior y que, introduciendo el crterio coste/calidad, los asturianos ganan por goleada. ¿Quién iba a pensar hace tres años que un título como éste podría sacarse adelante con los conjuntos existentes? Coro y orquesta han dado un paso gigantesco. Jane Glover, especialista en Gluck, ha conseguido que suenen en estilo y casi sin desajustes en una lectura vibrante e intensa. También ha aconsejado a los intérpretes. La soprano de Ifigenia no para de cantar y siempre de forma dramática. Elisabete Matos vuelve al repertorio clásico con el que empezó y muestra gran versatilidad. Llena el Campoamor con una voz que emociona, que sabe recoger cuando es necesario y que nunca se destempla. Se la ve cómoda. La mayor parte del público se quedó más que sorprendido con el barítono Gabriel Bermúdez, que da un paso muy importante en su carrera. Su interpretación vocal transmite todo el sufrimiento de Orestes, perfecta la dicción y sobresaliente en la escena tanto teatralmente como por su prestancia física, que Sagi no vacila en aprovechar convenientemente. El buen canto no está ya reñido con los gimnasios y hoy la imagen vende casi tanto como la voz. Excelente también el tenor Paul Nilon como Pílades, un papel nada fácil vocalmente. Cumplieron con acierto Luis Cansino y Marta Urbieta, mientras que el nivel descendió en los casos de Víctor García Sierra, plano vocalmente y Liliana Rugero, apurada en los cometidos.
Emilio Sagi apostó por la sobriedad, el buen gusto y la dinamización de la acción. Dejó muy claro que este Gluck -en el que todo resulta moderno, conciso e intenso- es una ópera y no un oratorio. La producción derrocha inteligencia y debería circular muy bien por otros teatros. Como en él no podía ser de otra forma, firma con el toque personal de un cielo estrellado y con la anécdota, un poco kitsch si se quiere, de una bañera de patas plateadas descendiendo en la escena final para que en ella sea sacrificado el medio desnudo Orestes.
El siempre frío público de las primeras ovetenses no se levantaba de sus a asientos, disfrutando de una ópera cuya programación satisface más que muchas otras a las que algún prestigiado teatro nos viene acostumbrando. Pero, claro, hay que conocer el repertorio. Un gran éxito ovetense. Gonzalo Alonso
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