Interesante recuperación de Donizetti
Il Borgomastro di Sardaam (G. Donizetti)
Teatro Sociale de Bérgamo. 26 Noviembre 2017.
Se trata de la ópera que abrió el Festival Donizetti hace dos días y que es una auténtica rareza, ya que pocas han sido las oportunidades de haberla visto en los últimos años. Se trata de una ópera semi-seria, que se estrenó en Nápoles en Agosto de 1827, cuando todavía su autor no había alcanzado la popularidad que obtuvo partir del estreno de Anna Bolena en Milán.
La ópera tiene por objeto la conocida estancia del Zar Pedro el Grande en Holanda, trabajando de incógnito en unos astilleros. Este tema ha tenido presencia frecuente en la historia de la ópera y habría que recordar las óperas sobre el mismo objeto de Giuseppe Rossi (1793), Giovanni Pacini (1819), Nicola Vaccai (1824) o Mercadante (1827). Todavía podríamos añadir la de Gretry, que el Teatro Helikon de Moscú ofreció en el Festival de Santander en 2004.
Si más de una de estas óperas señaladas son dramáticas o heroicas, no ocurre lo mismo con la de Donizetti, que hace una ópera semi-seria, con bastantes momentos puramente bufos, aunque hay escenas de gran lirismo, que permiten el lucimiento de los cantantes, especialmente de la soprano y el barítono. La ópera se ve con agrado y hay momentos, especialmente el final del primer acto, que recuerdan muchísimo al Rossini bufo. Me parece un acierto que el Festival Donizetti la haya desempolvado, como ocurrirá con los títulos que se anuncian para el Festival 2018, en el que han programado Enrico di Borgoña e Il Castello di Kenilworth.
Como no puede ser de otra manera, se ha ofrecido una nueva producción que lleva la firma del italiano Davide Ferrario, que hace un trabajo adecuado y simple, creando problemas en la segunda parte de la ópera. La escenografía de Francesca
Bocca ofrece una escena inicial en un astillero, donde se trabaja en un casco de barco en construcción. A esto se le da la vuelta en la siguiente escena para figurar una taberna. En el segundo acto estamos en una sala simple en la casa del protagonista que da título a la ópera, volviendo para la escena final al principio, figurando un barco, a donde suben los rusos y sus acompañantes. El vestuario de Giada Masi es muy simple y en tonos pastel. La iluminación de Alessandro Andreoli no tiene mayor interés.
La dirección de escena narra bien la trama en la primera parte, mientras que en la segunda hay un auténtico bombardeo de videos en una pantalla situada en la parte de atrás, lo cual no hace sino que se pierda la atención sobre lo que se canta. Especialmente rechazable es el hecho de que en la gran escena de Pedro el Grande se nos ofrecen imágenes de la Ciudad Alta de Bérgamo, que nada tienen que ver con lo que está pasando en escena.
La dirección musical estuvo encomendada a Roberto Rizzi Brignoli, cuyo trabajo se puede considerar eficaz, llevando bien la obra y apoyando a los cantantes. A sus órdenes estuvo una correcta Orchestra Donizetti Opera. Más irregular se mostró el Coro Donizetti Opera.
La verdadera protagonista de la ópera, al menos en términos estrictamente vocales, es Marietta, la pupila del Burgomaestre, que tiene páginas de lucimiento tanto en su entrada en escena como en el final de la ópera. Fue interpretada por la soprano rusa Irina Dubrovskaya. Se trata de una soprano ligera de voz atractiva y bien manejada, que no tiene problemas en la zona alta. La impresión es muy positiva, siendo su mayor problema que no es muy expresiva y puede resultar un tanto monótona en su canto.
El barítono italiano Giorgio Caoduro dio vida a Pedro el Grande y lo hizo francamente bien. La voz tiene calidad, un tanto blanquecina, pero canta con gusto, resulta muy expresivo y se mueve con soltura en escena. Va muy bien en este tipo de óperas.
El bajo-barítono Andrea Concetti fue Wambett, el burgomaestre, rol que requiere un bajo bufo, lo que Concetti no lo es plenamente. Lo hizo bien es escena, pero vocalmente no me convenció.
El tenor de la ópera es Pietro Flimann, el ruso desertor, y lo sorprendente es que Donizetti no escribe arias para él. Fue interpretado por el argentino Juan Francisco Gatell, que resultó adecuado, sin mayor brillo.
El barítono Pietro Di Bianco fue Laforte, el compañero del zar, y volvió a ofrecer su poco atractiva voz. La mezzo-soprano japonesa Aya Wakizono fue Carlotta, la hija del burgomaestre, y cumplió en lo poco que tiene que cantar. El tenor Pasquale Scircoli mostró una voz de escasa calidad en la parte de Alí.
El Teatro Sociale agotó sus localidades. El público se mostró cálido con los artistas en los saludos finales, siendo los mayores aplausos para Irina Dubrovskaya, Giorgio Caoduro y Roberto Rizzi Brignoli.
La representación comenzó con 7 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 horas y 16 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 42 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 85 euros, costando 50 euros la más barata. José M. Irurzun
Fotos: G. Rota
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