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Por Publicado el: 21/07/2012Categorías: Crítica

IL TROVATORE (G.VERDI) Castell de Perelada

IL TROVATORE (G.VERDI)

 Castell de Perelada. 20Julio2012-07-21

Versión de Concierto.

El Festival de Perelada sigue fiel a su cita con los aficionados cada verano y este año cumple su 26ª edición. Este año el festival presenta varis atractivos, entre los que destaca el recital que dará Jonas Kaufmann y la reaparición en España  de Carlos Álvarez al frente del reparto de Don Giovanni. A esto hay que añadir el título inaugural, que ahora nos ocupa, y que contaba con el importante reclamo de la presencia de Leo Nucci.

Es la primera vez que acudo a este ya bien consolidado festival y no hay sorpresas en lo que se refiere a las condiciones acústicas, que son tan peculiares como las de cualquier otra manifestación al aire libre, con el consiguiente protagonismo de la meteorología y, particularmente, del viento. Lo que me ha realmente impresionado es el espectacular jardín que rodea al recinto donde se sitúa  el teatro, que es realmente espectacular y digno de ser conocido.  E jardín es una preciosidad y pasear entre los frondosos árboles, una experiencia inolvidable. Más allá de la oferta musical, merece la pena conocerse.

La dirección musical estuvo encomendada a Roberto Rizzi-Brignoli, director bastante conocido en nuestro país y, particularmente, en Bilbao, donde su presencia fue bastante regular hace unos años. Su lectura me ha resultado poco convincente. Para dirigir una ópera al aire libre hace falta alguien con gran sensibilidad respecto del volumen orquestal y su efecto sobre las voces de los cantantes. Hay que saber modular el sonido en función de las condiciones atmosféricas y, en particular, del viento. No es esto lo que ocurrió en esta ocasión, en la que hubo exceso de sonido orquestal, que tapaba a los cantantes en muchas ocasiones. En este sentido, Rizzi Brignoli mostró el mismo respeto por los cantantes de su agencia que por los de la competencia. También hay que señalar que los tiempos fueron bastante erráticos. En general, excesivamente precipitados en la primera mitad de la ópera y más relajados en la segunda. Su política respecto de la repetición de las cabaletas fue un tanto anárquica. Cortó unas y mantuvo otras. Sacó un notable partido de la Orquesta Sinfónica de Barcelona, mejor que en otras ocasiones. Buena también la actuación del Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana.

Del reparto vocal señalaré que los solistas actuaron sin partitura, con la excepción de Manrico y Leonora.  Más comprensible el caso de esta última, que seguramente debutaba el personaje, que el del protagonista, que venía de cantar la ópera en La Monnaie de Bruselas. Las versiones de concierto son una buena alternativa a las escénicamente representadas, siempre que los cantantes no hundan su cabeza en  la partitura.

El tenor ucraniano Misha Didyk fue un Manrico decente y aceptable, sin mayor brillo. La voz tiene cierta calidad, pero le falta mas naturalidad y fuerza en más de una ocasión. Como ya le ocurriera en Bruselas, llegó agotado al final de la Pira y terminó como pudo – de aquella manera, como se acostumbra a decir en Cataluña -. El hecho de ofrecer las dos estrofas de tan temible cabaleta no parecía muy aconsejable en su caso.

Para quien esto escribe el mayor interés de este concierto radicaba en la presencia de la soprano americana Angela Meade en la parte de Leonora. Se trata de una de las voces más prometedoras en el panorama actual, habiendo saltado al estrellato por sus actuaciones recientes en el Metroplitan. Esta soprano tiene grandes virtudes y algunos defectos. Entre las primeras está contar con una bella voz, muy adecuada para el repertorio lírico y lírico-spinto. La voz no es muy grande, pero corre francamente bien. A esto hay que añadir que tiene una sólida técnica, que le permite superar bien las dificultades de la partitura. Ofreció preciosos piani y demostró que no tiene problemas en agilidades.  Sus problemas radican en que sus graves son algo escasos y en que queda corta de expresividad. Comprendo que no es fácil dar sentido a las frases, cuando un cantante está pendiente del atril, pero me da la impresión de que puede resultar un tanto monótona. No suele ser esto fácil de resolver y para confirmarlo habría que verla en otras condiciones.

En ópera hay personajes que no admiten medias tintas. O se triunfa con ellos, o, de pasarse desapercibido, la actuación es un fracaso.  Azucena es uno de ellos y ¡ay de la gitana que no sale triunfadora de la prueba! La americana Marianne Cornetti fue quizá la auténtica triunfadora del reparto, tanto por su adecuación vocal al personaje como por el sentido que dio a todas sus frases. A pesar de un vibrato molesto en algunas ocasiones, ha sido una de las mejores actuaciones que le recuerdo.

El atractivo popular del reparto era la presencia de Leo Nucci en el personaje del Conde de Luna. Antes de nada diré que el gran barítono italiano nunca ha encontrado en estos personajes malvados su mejor empleo. Leo Nucci sigue siendo una referencia en aquellos personajes en los que él es capaz de emocionar a los espectadores.  Todos identificamos a Leo Nucci con los personajes de padre atormentado y, especialmente, en Rigoletto, Francesco Foscari y Simón Boccanegra, a los que se podría añadir incluso Nabucco. No forma parte de este grupo de personajes el Conde de Luna y la actuación de Nucci fue buena, pero lejos de provocar los alborotos populares de otras ocasiones. Hay que reconocer que su compatriota en el podio tampoco le ayudó y quedaba muy oscurecido en los concertantes. Para todos pasa el tiempo, salvo para algunos cantantes que parecen tener un pacto con el diablo. En esta ocasión la voz del gran Leo no corría con la frescura de otras veces, lo que no deja de entrar en la más pura lógica.

Completaba el reparto el bajo brasileño Luiz Ottavio Faria, que fue un adecuado intérprete de Ferrando.

En los papeles secundarios Vicenç Esteve Madrid fue un sonoro y desenvuelto Ruiz, mientras que Julia Farrés estuvo bien en la parte de Inés.

El auditorio, con capacidad para casi 1.800 espectadores, ofrecía una entrada de alrededor del 90 % del aforo. El público se mostró cálido durante el concierto,  dedicando los mayores aplausos a Marianne Cornetti, Angela Meade y LeoNucci, en este orden.

La representación comenzó con 11 minutos de retraso y tuvo una duración total de 2 horas y 46 minutos, incluyendo un intermedio de 35 minutos y dos breves paradas entre actos. La duración puramente musical fue de 2 horas y 5 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante 6 minutos.

El precio de la localidad más cara era de 140 euros, habiendo entradas en platea desde 115 euros. En el graderío superior los precios oscilaban entre los 40 y los 90 euros.

Terminaré haciendo una breve referencia a la cigüeñas que habitan en el jardín y cuyos “aplausos” resultan sorprendentes,  molestos para unos y divertidos para otros, entre los que me encuentro. José M. Irurzun

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