Iolanta y Persephone: En el tibio sopor del duermevela
En el tibio sopor del duermevela
El Mundo 15/01/2012
iolanta
Autor: Chaikovski. / Director musical: Teodor Currentzis. / Director de escena: Peter Sellars. / Protagonista: Ekaterina Scherbachenko. Calificación:
Perséphone
Autor: Stravinski. / Intérpretes: Sam Sathya, Nan Narin. / Escenario: Teatro Real. / Fecha: 14 de enero.
Una función de colegio. Tal parece el criterio seguido por este montaje, basado en unos bastidores de puerta, adornados por puntas de espárragos y alas de ángeles, unos telones que suben y bajan, tras una disposición estática de las figuras, iluminadas frontalmente por los focos de unas supuestas bambalinas, que alguien en ocasiones levanta para dirigir la claridad sobre las manos o la cara del personaje. Se ha debido buscar un efecto desdramatizado, de oratorio o cantata, que pronto resulta monótono y que el público recibió al final con división de opiniones.
Iolanta, es una obra menor. La última ópera de Chaikovski llega con un eco, o una calcomanía, de Eugenio Onieguin, su obra maestra. El eco es débil y la calcomanía borrosa, pero es posible detectar una recuperación de actitudes y personajes, que se visitan de nuevo con la pálida melancolía de las despedidas. Iolanta, la exquisita muchacha ciega, prolonga la delicada sensibilidad femenina de Tatiana; ambas disponen de la misma aya abnegada; y el rey René conserva del príncipe Gremin un similar aprecio por la mujer, mimada como un don de la naturaleza. Pero el sentimentalismo acecha en la historia de la cieguecita que no sabe que lo es, y la música se disuelve a menudo en un almíbar difuso; se empantana sin superar el margen estrecho de un cuentecillo trivial.
Perséphone es todo lo contrario. El propio compositor advertía del peligro de «endulzar el azúcar». Aquí no hay miel ni nostalgia, sino una tensión metafísica, concebido el drama de la existencia como el ímpetu por conciliar la pugna entre la vida y la muerte. Perséfone, hija de Zeus, fue raptada por Plutón, el rey de los infiernos. Pero la reina de subsuelo donde habitan los muertos, al llegar la primavera regresa a la tierra para extender su mirada benéfica en la época de la siembra. Stravinski presenta el hondo conflicto en una forma muy original, combinando el coro, un texto hablado por una actriz, y la intervención de un tenor, armonizados todos por una música con la gravedad de una plegaria más carnal que religiosa.
Reunir en un mismo programa dos títulos tan diferentes tiene garantizado un efecto de contraste. Chaikovski llamó ópera lírica a su llanto de despedida, y Stravinski se atrevió a calificar de melodrama su revisión del mito clásico. Ambos se preocuparon de ilustrar el mismo combate entre la luz y la oscuridad, el día y la noche, el nacimiento y la extinción. La dulce Iolanta recupera la vista, y la encargada de velar por las almas resucita para vigilar que la simiente fructifique.
De todo ello apenas nada se vislumbra en el esquemático montaje, pobre en Iolanta y muy convencional en Perséphone, con su combinación de bailarines tópicos, entradas y salidas del coro y una invisible dirección actoral.
El joven director Teodor Currentzis transmitió con matizado sentimentalismo la música de Chaikovski, que sonó densa y tersa; el acierto no se prolongó en Stravinski, al que faltó nitidez en el trazo y contrastes marcados. Las calidades de Perséphone se vislumbraron tan sólo gracias a los coros; los pequeños cantores de la JORCAM y el titular del Teatro Real. Iolanta contó con un reparto adecuado. De los dos protagonistas, destacó Ekaterina Scherbachenko a pesar de algún apuro en el agudo. Su efusivo enamorado, ocupado en acariciara, a veces se olvidaba de cantar. Álvaro del Amo
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