James Levine, desaparece un grande maltratado
James Levine, desaparece un grande maltratado
Escribo este obituario desde la indignación que siento hace tiempo y por eso no será un obituario normal. Aunque nos hayamos enterado ayer, James Levine falleció el 9 de marzo en su casa de Palm Springs. Fue desde su debut en 1971, con una “Tosca”, el amo y señor del Met hasta su destitución en 2018, si bien su última aparición en el foso acaeció en 2017. En total más de 2.500 actuaciones. Él hizo que la orquesta del teatro alcanzara el nivel de una primera orquesta sinfónica. Se rodeó de los mejores artistas, intérpretes y directores de escena, también de directores de orquesta, porque sabía que lo mejor que puede hacer un grande es rodearse de otros grandes. Las galas en su largo periodo reunieron lo mejor de la mejor. Quizá se pasó en la de celebración de sus 25 años en el Met, con 60 cantantes y más de 6 horas de duración. Sin embargo, pereció artística y humanamente a causa del movimiento Me Too cuando su salud daba claras muestras de decadencia. Sufrimos cuando le llegó el Parkinson, al verle dirigir desde una silla de ruedas, con la eterna toalla sobre el lado izquierdo de la espalda. Casi al tiempo fue acusado de abusar sexualmente de cuatro hombres cuando eran adolescentes. Décadas después de los supuestos hechos. Todos conocíamos sus gustos por los jóvenes, pero el abuso es otro cantar y nunca se probó. El Met dictaminó tras una investigación que las acusaciones eran “creíbles” e incluso le demandó. Él hizo otro tanto y, finalmente, recibió del teatro casi 4 millones de dólares. Culpable de aquella decisión fue Peter Gelb, que quizá no quería competencia en el mano, y la hipocresía de nuestro tiempo. Hoy el comunicado del teatro reza “Ningún artista en los 137 años de historia del Met tuvo un impacto tan profundo como James Levine”. Nada más cierto. Con evidente hipocresía hoy el Met hace caja con sus grabaciones en streaming, porque vivía en su foso. El mismo martes ofrecía “Cuentos de Hoffmann”.
Levine fue también titular de la Filarmónica de Munich, de la Orquesta de Boston y del Festival de Ravinia durante más de 20 años. Dirigió todas las agrupaciones importantes del mundo y sus apariciones en Salzburgo y especialmente Bayreuth -¡qué tempos los del inolvidable “Parsifal”!- marcaron un hito. Alfonso Aijón nos le trajo a España con Ibermúsica.
Fue director de gran eclecticismo. Sus Verdi son inolvidables, desde “Vísperas sicilianas” a las magnificas “Forza del destino”, “Stiffelio” y “Simon Boccanegra” con regias de Giancarlo del Monaco. Igualmente sus Wagner, pero también Mahler, Schönberg, Berg o Stravinski. Características personales eran su incisividad, vitalidad y naturalidad en el fraseo orquestal.
Su conocimiento de la ópera era enorme, dirigía con maestría y entusiasmo y amaba la voz, a la que sabía acompañar de un modo admirable, porque respiraba con los cantantes. Se convirtió en todo un símbolo de la dirección orquestal al otro lado del Atlántico, una especie de Karajan americano y su imagen apareció en “Fantasía 2000” de Disney junto a la de Mickey Mouse.
Se nos ha ido a los 76 años otro de los grandes, de los pocos que van quedando, y muy maltratado al final de sus días. Una hipócrita injusticia. ¡Qué, allá donde esté, no le falten los strozzapreti, el vino blanco y la grappa que tanto le gustaban! Gonzalo Alonso
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