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Por Publicado el: 07/03/2013Categorías: Crítica

Javier Perianes con el Cuarteto de Tokio: dimensión ultraterrena

DIMENSIÓN ULTRATERRENA

Obras de Bach, Schumann, Brahms, Beethoven, Webern y Schubert. Javier Perianes, piano. Gary Hoffman, chelo. Cuarteto de Tokio. Líceo de Cámara. Auditorio Nacional. 5 y 6-III-2013.

Este ya mítico conjunto japonés, del que hablábamos hace poco, se va por la puerta grande. Hay que agradecerle, desde luego, que se haya avenido a tocar unos programas más o menos impuestos y que lo haya hecho por un cachet más bajo del habitual, como destacó en su presentación Luis Gago, director y coordinador de un ciclo que, afortunadamente, pudo salvarse a última hora. Los mimbres técnicos son, hay que insistir, de primera. Sólo así puede obtenerse una reproducción tan extraordinaria del “Cuarteto 1905” de Webern, de una concentración y una serenidad supremas y de un sabio y medido neorromanticismo.

Y únicamente con esta base puede llegarse al fondo de partituras tan complejas y densas como los “Quintetos con piano” de Schumann y Brahms. Sentido constructivo, vigor rítmico, lirismo de altos vuelos, amplitud de registros y una gran claridad y soberano impulso para resolver los más intrincados contrapuntos y dotar de brío y color a los más arrebatados pasajes. Todo controlado pero fluyente. Esto es hacer música con mayúsculas. Para que eso fuera así, se contó con el piano de Perianes, acoplado e integrado con una flexibilidad rara, cantando a la vez, sosteniendo el edificio armónico con tanta sapiencia como espontaneidad.

El artista onubense nos brindó una interpretación exquisita, de una matización superior, de las “Escenas de niños” de Schumann y había abierto boca con unos bien proporcionados “Preludios” y “Fugas” “BWV 867” y “876” de Bach. El “Cuarteto op. 95” de Beethoven, conciso, magro, aéreo y enjuto abrió el concierto del día 6, cerrado en belleza con el inconmensurable “Quinteto con dos violonchelos” de Schubert, en cuyo Adagio pudimos sumergirnos en lo insondable de unos pentagramas geniales gracias al temple, al rigor, a la suavidad de los arcos, tocados de eternidad. Magníficos los dos chelos en sus demoledores contrapuntos del Presto. Será muy difícil que volvamos a contar con una sesión de este calibre, de esta dimensión ultraterrena. Arturo Reverter

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